Guerrieri, Fariña, Amelong, Pagano, González y el médico Zacaría están acusados de los delitos de sustracción de menores y sustitución de identidad de los mellizos de Raquel Negro, quien fue traslada desde la Quinta de Funes a Paraná.
La ciudad de Paraná vivió un día histórico con el comienzo del juicio contra cinco represores militares de Rosario -que eran parte del grupo de operaciones especiales creado en Segundo Cuerpo de Ejército-, y un médico con rango militar por sustracción de menores y sustitución de identidad, en el caso de los hijos mellizos de Raquel Negro y Tucho Valenzuela. Sabrina, hija de Raquel y Tucho que recuperó su identidad en 2008, señaló que "es un momento muy importante y conmovedor, con la certeza de que aunque la justicia sea lenta, el esfuerzo de los organismos y de tanta gente valió la pena". El centro estuvo convulsionado por un movimiento inusual. Los organismos de derechos humanos llevaron a los que no están en las banderas mientras clowns, artistas callejeros y músicos aportaron el color en una jornada soleada pero fría.
El debate comenzó con la pequeña sala de la Cámara Federal de Apelaciones abarrotada de público y con la vereda angostada por la presencia de los familiares y víctimas del terrorismo de Estado que fueron a buscar un puñado de justicia.
Pascual Oscar Guerrieri era el más activo. Tomaba nota, hablaba con el resto de los imputados y jugaba con una llamativa bufanda roja que le colgaba del cuello. A su lado estaba Jorge Alberto Fariña y al lado de éste, Marino González. Detrás Walter Pagano, Juan Daniel Amelong y el médico Juan Antonio Zaccaría. A veces hacían como si dormitaran, pero nada de lo que se decía parecía sorprenderlos.
Sabrina, la hija de Raquel y Tucho que recuperó su identidad en 2008, llegó nerviosa pero con una sonrisa. "Este es un momento muy importante y conmovedor, en el que se cruzan muchas emociones, pero estoy muy contenta de estar en Paraná, con tanta gente querida y con la certeza de que aunque la justicia sea lenta, el esfuerzo de los organismos de derechos humanos y de tanta otra gente valió la pena", comentó a Rosario/12.
"Nosotros esperamos que este juicio sea una bisagra que nos permita encontrar nuevas pruebas o indicios sobre lo que pasó con nuestro hermano mellizo. Sabemos que Paraná fue un punto estratégico porque allí funcionó una maternidad clandestina y ojalá que todos los que sepan algo sobre el melli se acerquen a decirlo porque es un momento histórico en el que pueden ayudar a reconstruir una verdad. Ojalá que los testigos puedan hacer memoria, porque cualquier dato es importante para el fin que perseguimos que es encontrar a nuestro hermano", acotó con su hermano Sebastián al lado.
En el primer día del juicio se leyeron las acusaciones que enfrentan los represores imputados por los delitos de sustracción, retención y ocultamiento de menores de 10 años de edad y supresión y alteración de sus estados civiles.
Raquel Angela Carolina Negro y Edgar Tulio Valenzuela fueron secuestrados el 2 de enero de 1978 en el centro de Mar del Plata y trasladados a la Quinta de Funes, en las afueras de Rosario, donde estaba alojada casi toda la cúpula regional de Montoneros. Ella tenía 28 años y en ese momento cursaba un embarazo de siete meses. Entre fines de febrero y principios de marzo los integrantes de la patota idearon un plan para el traslado en forma clandestina de Negro para dar a luz.
El operativo estuvo a cargo de un grupo de operaciones especiales creado en 1975, bajo la órbita del Segundo Cuerpo de Ejército, para combatir el accionar de Montoneros y estaba a cargo del teniente coronel Guerrieri, que era segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 del Ejército, con sede en Rosario. A su vez, Guerrieri dirigía los centros clandestinos de detención que funcionaban en la zona: Quinta de Funes, La Calamita, Escuela Magnasco y La Intermedia.
Por debajo suyo en la línea de mando estaba el mayor Fariña, que se desempeñaba como jefe de operaciones especiales de inteligencia. Como tal tuvo a su cargo la organización y coordinación del plan para el traslado de Raquel Negro.
En el operativo intervinieron también el teniente Amelong, que era jefe de sección y segundo jefe de operaciones especiales de inteligencia, y Pagano, un civil que revistaba como agente secreto del Destacamento de Inteligencia 121 bajo el seudónimo de "Sergio Paz". Ellos fueron los que abandonaron a la nena en un convento en Rosario, dejaron el timbre conectado con un escarbadientes y salieron corriendo. Precisamente esta fue la pista que permitió localizar y restituir la identidad de Sabrina Gullino, en diciembre de 2008, ya que la beba fue entregada a un Juzgado de Menores y luego dada en adopción legal.
El capitán González, como jefe GT?1 del Destacamento de Inteligencia 121 del Ejército, fue quien ordenó todos los trámites para la internación de Raquel Negro en Paraná, dado que en la capital entrerriana estaba el único hospital militar de la zona; y también coordinó las guardias para la custodia de la mujer mientras duró su convalecencia.
En el operativo intervino también personal civil. Zaccaría era el médico que estaba a cargo de la unidad de terapia intensiva del Hospital Militar cuando se produjo el parto. De la investigación surge que se desempeñó como nexo con los militares que ejecutaron la operación.
El médico anestesista dijo que un día, al inicio de su tarea habitual, se encontró sorpresivamente con un bebé en una incubadora en la sala a su cargo. Sin embargo, una enfermera del hospital contó en sede judicial que fue convocada por Zaccaría para asistir el parto de una mujer que se encontraba en la sala de Ginecología del nosocomio y que luego el propio profesional le ordenó que en el libro de enfermería de la terapia intensiva, tanto Raquel Negro como sus hijos, quedaran registrados como NN.
Inclusive, esta situación habría generado agrias discusiones entre Zaccaría y otros profesionales del nosocomio, dada la precariedad con la que fueron asistidos los recién nacidos y la gravedad en el estado de salud de varón, lo que motivó su traslado al Instituto Privado de Pediatría, donde se perdió su rastro.
El debate comenzó con la pequeña sala de la Cámara Federal de Apelaciones abarrotada de público y con la vereda angostada por la presencia de los familiares y víctimas del terrorismo de Estado que fueron a buscar un puñado de justicia.
Pascual Oscar Guerrieri era el más activo. Tomaba nota, hablaba con el resto de los imputados y jugaba con una llamativa bufanda roja que le colgaba del cuello. A su lado estaba Jorge Alberto Fariña y al lado de éste, Marino González. Detrás Walter Pagano, Juan Daniel Amelong y el médico Juan Antonio Zaccaría. A veces hacían como si dormitaran, pero nada de lo que se decía parecía sorprenderlos.
Sabrina, la hija de Raquel y Tucho que recuperó su identidad en 2008, llegó nerviosa pero con una sonrisa. "Este es un momento muy importante y conmovedor, en el que se cruzan muchas emociones, pero estoy muy contenta de estar en Paraná, con tanta gente querida y con la certeza de que aunque la justicia sea lenta, el esfuerzo de los organismos de derechos humanos y de tanta otra gente valió la pena", comentó a Rosario/12.
"Nosotros esperamos que este juicio sea una bisagra que nos permita encontrar nuevas pruebas o indicios sobre lo que pasó con nuestro hermano mellizo. Sabemos que Paraná fue un punto estratégico porque allí funcionó una maternidad clandestina y ojalá que todos los que sepan algo sobre el melli se acerquen a decirlo porque es un momento histórico en el que pueden ayudar a reconstruir una verdad. Ojalá que los testigos puedan hacer memoria, porque cualquier dato es importante para el fin que perseguimos que es encontrar a nuestro hermano", acotó con su hermano Sebastián al lado.
En el primer día del juicio se leyeron las acusaciones que enfrentan los represores imputados por los delitos de sustracción, retención y ocultamiento de menores de 10 años de edad y supresión y alteración de sus estados civiles.
Raquel Angela Carolina Negro y Edgar Tulio Valenzuela fueron secuestrados el 2 de enero de 1978 en el centro de Mar del Plata y trasladados a la Quinta de Funes, en las afueras de Rosario, donde estaba alojada casi toda la cúpula regional de Montoneros. Ella tenía 28 años y en ese momento cursaba un embarazo de siete meses. Entre fines de febrero y principios de marzo los integrantes de la patota idearon un plan para el traslado en forma clandestina de Negro para dar a luz.
El operativo estuvo a cargo de un grupo de operaciones especiales creado en 1975, bajo la órbita del Segundo Cuerpo de Ejército, para combatir el accionar de Montoneros y estaba a cargo del teniente coronel Guerrieri, que era segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 del Ejército, con sede en Rosario. A su vez, Guerrieri dirigía los centros clandestinos de detención que funcionaban en la zona: Quinta de Funes, La Calamita, Escuela Magnasco y La Intermedia.
Por debajo suyo en la línea de mando estaba el mayor Fariña, que se desempeñaba como jefe de operaciones especiales de inteligencia. Como tal tuvo a su cargo la organización y coordinación del plan para el traslado de Raquel Negro.
En el operativo intervinieron también el teniente Amelong, que era jefe de sección y segundo jefe de operaciones especiales de inteligencia, y Pagano, un civil que revistaba como agente secreto del Destacamento de Inteligencia 121 bajo el seudónimo de "Sergio Paz". Ellos fueron los que abandonaron a la nena en un convento en Rosario, dejaron el timbre conectado con un escarbadientes y salieron corriendo. Precisamente esta fue la pista que permitió localizar y restituir la identidad de Sabrina Gullino, en diciembre de 2008, ya que la beba fue entregada a un Juzgado de Menores y luego dada en adopción legal.
El capitán González, como jefe GT?1 del Destacamento de Inteligencia 121 del Ejército, fue quien ordenó todos los trámites para la internación de Raquel Negro en Paraná, dado que en la capital entrerriana estaba el único hospital militar de la zona; y también coordinó las guardias para la custodia de la mujer mientras duró su convalecencia.
En el operativo intervino también personal civil. Zaccaría era el médico que estaba a cargo de la unidad de terapia intensiva del Hospital Militar cuando se produjo el parto. De la investigación surge que se desempeñó como nexo con los militares que ejecutaron la operación.
El médico anestesista dijo que un día, al inicio de su tarea habitual, se encontró sorpresivamente con un bebé en una incubadora en la sala a su cargo. Sin embargo, una enfermera del hospital contó en sede judicial que fue convocada por Zaccaría para asistir el parto de una mujer que se encontraba en la sala de Ginecología del nosocomio y que luego el propio profesional le ordenó que en el libro de enfermería de la terapia intensiva, tanto Raquel Negro como sus hijos, quedaran registrados como NN.
Inclusive, esta situación habría generado agrias discusiones entre Zaccaría y otros profesionales del nosocomio, dada la precariedad con la que fueron asistidos los recién nacidos y la gravedad en el estado de salud de varón, lo que motivó su traslado al Instituto Privado de Pediatría, donde se perdió su rastro.
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