El pasado a veces motiva y otras
martiriza. Por eso se recurre a él o bien se reniega del mismo y se
trata de olvidar. Leonardo Talamonti hoy está mucho más cerca de la
segunda variable que de la primera.
El pasado a veces motiva y
otras martiriza. Por eso se recurre a él o bien se reniega del mismo y
se trata de olvidar. Leonardo Talamonti hoy está mucho más cerca de la
segunda variable que de la primera. Porque su llegada generó una
expectativa muy grande en los hinchas y no es que no haya podido estar a
la altura de las circunstancias, pero sí siente que pudo dar mucho más.
Las razones no hay que encasillarlas en los bajos rendimientos, sino en
los pesares que debió enfrentar por una serie de lesiones que lo
tuvieron más afuera que adentro de la cancha. "Sufrí varias cosas que no
vienen al caso mencionarlas pero que en su momento me desgataron
demasiado", confió la Oveja en el mano a mano que mantuvo con Ovación,
ya con la tranquilidad que impone la por estos días calurosa Necochea.
El relato del defensor fue cronológico. Recordó
aquella "patada de Piriz Alves" en el tobillo que sufrió en la primera
fecha, el desgarro que padeció en la previa del partido contra Atlanta
que lo marginó de las canchas durante seis fechas, el golpe cuando el
delantero de Quilmes se le cayó encima del aductor y su ausencia en el
último partido de 2011, ante Chacarita. De esa tarde-noche en San Martín
(vio el encuentro desde la tribuna, junto a los dirigentes) esgrimió:
"Fue más para prevenir que por otra cosa porque la cuestión vino mal
barajada durante todo el campeonato". No obstante, el presente, y sobre
todo el futuro, lo ilusiona. "Quería arrancar bien como lo estoy
haciendo y terminar bien la pretemporada como el año pasado", apuntó.
¿Qué explicación le encontró a tantos hechos
traumáticos? "En el primer partido (ante Defensa y Justicia) sufrí una
patada de Piriz Alves que me dejó sin entrenar durante dos semanas y por
eso llegué con lo justo para el encuentro con Gimnasia. Después sí tuve
un desgarro en el posterior derecho y también quise volver antes de lo
que debía. El resto fueron jugadas desafortunadas como la de Quilmes y
en las últimas fechas ya venía entre algodones", se lamentó el defensor
canalla.
Fue un escenario propicio para que aparecieran un
sinfín de conjeturas sobre las condiciones físicas en la que había
retornado de Italia. De hecho a sus oídos llegaron muchos de esos
comentarios y, por obvias razones, no le cayeron para nada bien.
"Me molestaron, que querés que te diga. Pero ya dije
varias veces que cuando un jugador tiene 30 años y se lesiona siempre se
va a hablar de eso. Pero son cosas del fútbol. Obviamente no me hacen
bien, pero siempre trato de dar lo mejor desde donde me toque", apuntó.
—¿La cabeza en esos momentos juega un papel importante?
—Seguro. En esas circunstancias la cabeza te maneja
todo y a veces te pone triste porque uno viene a sumar, a dar una mano y
a veces no puede dar todo dentro de la cancha. Igualmente, como ya lo
dijo Pizzi, hay jugadores que también sirven dentro de un vestuario,
aunque a mí eso no me alcanza y por eso me pongo mal. Creo que por
tratar de estar siempre peco de apurado. Por ejemplo, con el desgarro
que tuve, si hubiese estado parado una semana más me hubiera ido mejor.
Por ahí son cosas que uno todavía no termina de aprender.
—¿Si la última pretemporada la hiciste sin problemas todo eso fue mala suerte?
—Sí, mi pretemporada fue excelente porque corría a la
par de los chicos de 20 años como siempre lo hice. Pero cuando empezó
el torneo arrancó un período decididamente olvidable.
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