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viernes, 13 de enero de 2012

“Allí donde estaba Sebastián había siempre un coro”

El Arzobispo de Santa Fe, Monseñor José María Arancedo, presidió en Monte Vera la misa exequial del sacerdote fallecido el miércoles en un accidente de tránsito. El amor y la tristeza de sus feligreses se hizo sentir en toda la jornada.

Todo Monte Vera estuvo ahí, apiñada en la parroquia Nuestra Señora de la Merced. Los chicos y los adolescentes escuchaban con atención la homilía del arzobispo José María Arancedo, a escasos metros de un cajón de madera que poco tenía que ver con lo que dejó en la comunidad el padre Javier Noriega.


Conmocionados aún por la noticia del accidente que le cobró la vida al joven sacerdote, vecinos de todas las edades, unos más asiduos que otros a los ritos religiosos, lloraban la muerte con el sufrimiento que genera haber perdido a un ser querido.


La música fue el camino que eligió para atraer a los fieles a su parroquia. Con una voz que sobresalía en cada festejo católico o vinculado a la comuna, fundó un coro acompañado de instrumentos en el cual queda su sello, su recuerdo de aquí en adelante.


Arancedo recordó también sus palabras, en el marco de la misa exequial que antecedió al traslado de los restos, esa vinculación del sacerdote con la música: “Sebastián era feliz cuando celebraba misa y con la música. Allí donde él estaba había siempre un coro”.


Atento a la enorme convocatoria que generó la despedida del presbítero santotomesino, las primeras palabras del arzobispo estuvieron dirigidas a los fieles presentes: “Vivimos momentos muy fuertes. Pero, ¿qué decir?. Creo que la mejor homilía hoy, y el homenaje a Sebastián, son ustedes. Durante todo el día, Sebastián ha sido objeto de una oración, un gesto, de una lágrima, de un recuerdo”.


Ante la mirada dolorida de la familia del fallecido y acompañado por las autoridades comunales y más de 40 sacerdotes provenientes de otras localidades –más de uno recibió un reto amigable del obispo por haber viajado muchas horas desde la madrugada para llegar a la misa.


Sin desconocer el sentimiento de los vecinos, quienes se preguntaban una y otra vez en voz alta “¿por qué?”, Arancedo eligió sus mejores recuerdos de Sebastián para reconfortar a los desconsolados.

Quién era
Hace alrededor de seis años, el padre Sebastián Noriega llegaba a la Parroquia Nuestra Señora de la Merced, en Monte Vera. En ese entonces, el joven sacerdote sólo conocía la ruta que pasaba por la localidad. El aviso de traslado había arribado sólo dos semanas antes, a la parroquia que presidía en San Javier.


La música era una de las principales características de este santotomesino que en poco tiempo se ganó el corazón de los feligreses de la zona. En una entrevista concedida hace dos años a El Santafesino, el presbítero señaló: “La música siempre fue parte de mi vida, sobre todo la clásica, ópera, el folclore y rock nacional de los 60 y 70; con la idea de que a través de ella se pueda acercar al corazón del hombre y al Señor”. Tocaba el piano, la flauta y algún otro instrumento.


Este jueves, sus fieles, su gente, recordaron una y otra vez las maratones que organizaba junto a los chicos para la fiesta del pueblo, los mates compartidos en distintas veredas, el hermoso canto con que alegraba cada encuentro. Todos coincidían en que este hombre se había ganado una silla en cada familia, incluso en las de aquellos que ni siquiera solían ir a la parroquia.


Los aplausos comenzaron a despedirlo sobre el final de la misa a manera de homenaje. Si bien este gesto no acallaba los llantos de quienes se acercaban al cajón por última vez, se hacía escuchar en medio del profundo silencio en las cuadras a la redonda. Como no podía ser de otra manera, hasta el último segundo de la despedida, ese coro que tanta alegría le brindó en vida, tocó y cantó de pie aún cuando nadie quedaba ya dentro de la iglesia.

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