Impulsadas por un calor
abrasador que ayer a la tarde rozó los 35 grados, miles de personas se
lanzaron a buscar alivio en las aguas del río Paraná y saturaron las
playas públicas de la rambla Catalunya.
Impulsadas por un calor abrasador que ayer a
la tarde rozó los 35 grados, miles de personas se lanzaron a buscar
alivio en las aguas del río Paraná y saturaron las playas públicas de la
rambla Catalunya. La presencia de una multitud de bañistas, muchos
sumergidos más allá de la zona delimitada por las boyas, actualizó allí
mismo el reclamo de los ocho bañeros presentes, quienes plantearon que
la situación está "desbordada".
Los guardavidas, que desde fines de diciembre
atraviesan un conflicto laboral, reclamaron la contratación de más
personal para un público que crece los días de calor intenso y pidieron
que la Municipalidad determine cuáles son las áreas aptas para nadar.
Las familias con conservadoras y reposeras bajo el
brazo desfilaron como hormigas ayer a la tarde por la costa norte de la
ciudad y convergieron en la arena, sobre los 700 metros de playa pública
de la rambla Cataluña. En la zona aledaña a los paradores de la playa
no quedaba un hueco para estacionar y el movimiento de gente era
constante.
"Estamos desbordados. Los bañeros somos pocos, no se
cumplen las ordenanzas y cada vez hay más gente en la playa", planteó
bajo un sol que no daba tregua Lisandro Salvatelli, a cargo de el sector
de playa del bar Caracolas. Sólo en el espejo de agua bajo su torre se
bañaban unas 500 personas.
Las dificultades que enumeran los guardavidas estaban
a la vista en la calurosa tarde de la rambla: grandes y chicos que
trasponían el límite de las boyas, grupos de hasta tienta personas que
nadaban en las bocas náuticas y veleros que pasaban muy cerca del área
de inmersión.
Los reclamos de los bañeros arrancaron con la temporada de verano.
A fines de diciembre realizaron un paro para exigir
más seguridad en la playa. Demandaron presencia policial para controlar
el consumo de alcohol _prohibido por ordenanza municipal_, señalaron que
suelen ser blanco de agresiones y se quejaron por el consumo de
marihuana. Situaciones que ayer, pese a la presencia de unos ocho
policías caminantes, los sentidos permitían constatar sobre la arena.
Las demandas.Los guardavidas
atraviesan un conflicto sobre condiciones laborales con las
concesionarias que administran la zona, Grupo Sol Catering y Eventos
Naturaleza Urbana. La demanda se está encauzando a través de
negociaciones en el Ministerio de Trabajo.
Pero, en simultáneo, reclaman controles municipales
del lugar: "Estamos para cubrir la emergencia. No hay una inspección de
la Municipalidad. Las empresas agrandan o reducen el área para bañarse
según su conveniencia pero la cantidad de gente es la misma. Hace falta
una mayor fiscalización", planteó Gustavo Rapp, a cargo del puesto del
parador Mordisco.
Según una ordenanza municipal debe haber un bañero
cada 50 o metros o cada 100 personas, pero a simple vista la ecuación no
parecía cerrar. El sonido de los silbatos alertando a algún bañista por
superar el límite de las boyas era constante. Sólo en la tarde de ayer
dos nenes se habían perdido y los guardavidas se ocuparon de buscarlos y
devolverlos a sus padres.
Carteles. En el sector de playa que va desde la
continuación de calle Piaggio hasta el balneario La Florida, tres
imponentes carteles amarillos advierten que allí está prohibido bañarse.
Los letreros contrasta con el paisaje: más de cincuenta personas
nadaban en ese sector sin delimitación ni vigilancia.Los guardavidas plantearon además que el control policial era ayer insuficiente y que, pese a la multitud que crece los fines de semana o en los días de mucho calor, no había agentes de la Guardia Urbana.
“Las bocas náuticas no están señalizadas”, planteó Rapp, a metros de uno de esos sectores donde los bañistas debían hacer lugar ante la llegada de lanchas o kayacs. Según un cálculo rápido del guardavidas había “unas 8 mil personas en el agua”, pero sólo ocho bañeros tenían a su cargo los 700 metros de costa.
“La profundidad la determinamos nosotros: las boyas están donde el agua llega a las tetillas. Pero el ancho se acortó por decisión de las empresas y como la gente no entra en el sector acordonado se bañan en las bocas náuticas. Pasan motos de agua y no hay control de Prefectura”, reclamó desde lo alto de su puesto Mauro Lucero. “Si hay una ordenanza y es pública, ¿quién controla cuál es el espacio para bañarse?”, insistió el bañero.
A excepción del estrecho círculo de sombra que proyectaba la torre del guardavidas, el sol no daba respiro ayer en la poblada costa del norte rosarino. Chicos cavando en la arena, jóvenes tendidos al sol sobre una arena implacable y miles refrescándose en el río eran parte del paisaje. Una postal que supuso alivio al calor para miles de rosarinos y, a la vez, volvió a poner en escena viejos reclamos.
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