Los cortesanos de CFK desconfían
del funcionario. Conversaciones grabadas, poco margen de movimiento y
oficina "para que no se la crea".
Su ascenso fue rápido, pero nunca podrá ser como Julio Cobos.
Al menos, eso se lo hacen saber tajantemente desde el gobierno. El
vicepresidente Amado Boudou está reemplazando a la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner, recientemente operada de las tiroides, pero los
"tenientes" de la mandataria lo tienen bien vigilado.
Sucede que, así como firmó la notificación formal del reemplazo
presidencial en el despacho del secretario Legal y Técnico Carlos
Zannini en la Casa de Gobierno, inmediatamente después debió cruzar
hasta su improvisada oficina en el primer piso del Banco Nación. “Para
que no se la crea”, apuntaron con malicia en la jefatura de Gabinete,
informó la Revista Noticias.
El funcionario vive su aparentemente efímera presidencia con tensión:
sabe que el secretario de los espías, Héctor Icazuriaga, seguirá
grabando sus conversaciones como cuando lo hizo quedar mal delante de
Cristina con sus chicanas telefónicas sobre el carácter presuntamente
"concheto" de la Presidenta. Y que Oscar Parrilli lo vigila por orden de
Máximo Kirchner, que también desconfía.
Tampoco puede firmar nada que no le ordene Zannini, ni puede avanzar en
desmadejar el infernal paquete de subsidios –el único anuncio que
prepara el Gobierno para enero, aunque se aplicaría desde marzo o abril–
sin consultar previamente con Julio De Vido y Roberto Baratta.
La otra condición explícita que le impuso Cristina es no obstaculizar el
rol determinante de Guillermo Moreno en la coordinación de funcionarios
económicos como los ministros Hernán Lorenzino y Débora Giorgi o como
la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, y el titular
del Banco Nación, Juan Carlos Fábrega.
Así las cosas, el presidente en ejercicio casi no tiene posibilidad de
movimiento: pocas audiencias; ninguna información oficial, casi
ocultamiento; charlas apenas informales con su amigo Lorenzino; y
alineamiento automático a los balances fiscales de Juan Carlos Pezoa y
Ricardo Echegaray. No mucho más.
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