El peor diagnóstico para una nena herida de bala
Les dicen los Leguizamón
y andan a los tiros, son conocidos traficantes de drogas y se divierten
de un modo salvaje, con total impunidad.
Si se salva será por un milagro de Dios, pero nunca volverá a ser como
antes”, dijo un médico a la madre, también a los abuelos, de Mara Noemí
Álvarez, una beba que ayer entró en estado de coma a causa de un
proyectil que le destrozó la cabeza.
Mara Noemí Álvarez, de
apenas un año y medio, miraba televisión cuando dos asesinos llamaron a
la puerta de la casa donde vive junto a su mamá, Zaira, y los abuelos
maternos Marcelo Rubén Álvarez y Mirian Carmen Camargo.
El
abuelo, entonces, dejó la silla y abrió la puerta -aunque había pasado
la medianoche del sábado-, porque ellos viven en barrio Santa Rosa de
San Javier y porque además nunca tuvieron problemas con nadie.
Los asesinos
Pero al salir a la noche, Álvarez descubrió que estaba ante Los
Leguizamón, como llaman en el vecindario a quienes, se asegura, serían
hijos de un comisario. Entonces esos muchachos se rieron a carcajadas
-estaban drogados o borrachos- y abrieron fuego contra la casa.
Álvarez reaccionó de inmediato y cerró la puerta -de una pulgada de
espesor-, pero saltaron las astillas y uno de los cuatro proyectiles que
atravesaron la abertura, se incrustó en la cabeza de la pequeña víctima
y allí permanece todavía.
Luego, al ver la consecuencia del
tan sorpresivo como gratuito ataque, Álvarez salió a la vereda una vez
más y los agresores antes de desaparecer de la escena accionaron una vez
más sus armas en dirección a su persona sin dar en el blanco.
“Tomé a la nena y corrí con ella en los brazos más de quinientos
metros -recordó la abuela Camargo-, y media hora después llegó la
ambulancia del Samco adonde la llevamos, pero no estuvo ahí más de dos
minutos porque la mamá, mi hija Zaira, siguió con ella en dirección a
Santa Fe”.
En la confusión del momento, la abuela Camargo
llamó a la policía y junto a su esposo aguardó la llegada de una
comisión que en la misma casa tomó declaración a Marcelo Álvarez.
“Después llegó un fotógrafo -recordó el abuelo- y tomó fotos del lugar,
mientras otro policía tomaba apuntes”.
Gente de trabajo
Álvarez es un peón rural y su esposa trabaja como empleada doméstica,
Zaira se dedica al cuidado de su niña y ninguno de ellos, aseguró el
hombre, tuvo ni tiene problemas con estos siniestros personajes que
contarían con el favor de la policía.
Pero ocurre que según
nuestros entrevistados esta gente “anda a los tiros porque sí, porque
total nadie los toca nunca”. Los abuelos de la niña que gravemente
herida permanece junto a su madre en la Terapia Intensiva del hospital
de Niños Orlando Alassia, aportaron algunos ejemplos para afirmar esa
idea.
El trabajo de los peritos aquella noche de lluvia fue
escaso casi inexistente, a lo sumo “tomaron declaraciones” y
posiblemente mientras eso ocurría recogieron algunas cápsulas y
proyectiles “ni siquiera miraron las huellas de los zapatos que quedaron
en la vereda de tierra”.
Los intocables
Los Leguizamón, como los conoce el vecindario “son intocables”. A
ellos atribuyen responsabilidad en otros graves episodios criminales,
“pero nadie los investiga -aseguró el abuelo Álvarez-, porque tienen
padrinos entre los narcotraficantes, los cuatreros y la policía”.
Pero el hombre, quien admitió que ahora esos dos están detenidos, puso
en duda lo que pase de ahora en más “porque van a ponerle como otras
veces, los mejores abogados”, por lo demás dijo que no puede entender
cómo recién fueron capturados la tarde del domingo porque tuvieron
tiempo para burlarse de ellos durante toda la mañana.
Otras aventuras
Álvarez dijo que estos mismos individuos junto a otros secuaces
tirotearon en reiteradas oportunidades la casa de un joven apellidado
Golondrina hasta que un día éste los enfrentó e hirió a uno de ellos.
“Golondrina -dijo Alvarez, escandalizado- está detenido en la cárcel de
Las Flores y ellos en libertad”.
Un ataque similar, tan
inexplicable como el sufrido por él estuvo dirigido contra un joven
vecino del barrio Santa Rosa meses atrás. A Francisco Javier Díaz que
tenía 18 años lo mataron a balazos cuando tomaba mate junto a un amigo
que sobrevivió milagrosamente.
También un joven de 23 años,
David Camargo, fue atacado y herido en la espalda por dos balazos que
-según Alvarez- partieron de un arma policial. Un año atrás el arma
habría sido facilitada a los agresores por un padrino policía.
Al parecer, los hechos referidos ocurren en la zona donde con
frecuencia se habla de aviones y tráfico clandestino de drogas
prohibidas. En tanto Mara permanece internada en el hospital de Niños
Dr. Alassia, ningún organismo oficial dio cuenta de tan delicado asunto.
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