El ex concejal Fernando Rosúa
apunta a sumar conocimientos y generar una alternativa política para
Rosario. "Necesitamos que los rosarinos puedan imaginar otras cosas",
sostuvo el ex edil.
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- ¿A dónde apunta la Fundación Igualar?
—Ya llevamos 3 años. Es un espacio que nuclea técnicos y profesionales en el campo de nuestra ideología, con la conciencia de que en Rosario faltaba un espacio de producción de ideas con este marco ideológico. Hoy tenemos alrededor de 200 profesionales en distintas áreas que están aportando su saber particular y uno de los ejes es aportar para la ciudad y la provincia.
—¿Cómo define ese marco ideológico?
—Que haga eje en el proyecto nacional popular, mirado desde una ciudad, una provincia, lo que implicaría trasladar los grandes lineamientos del gobierno nacional en políticas públicas locales y provinciales. El eje básico es fortalecer a los sectores populares, generar mayores condiciones de igualdad. Vemos que hay mucho por hacer, no por nada la fundación se llama Igualar. Creemos que las políticas macro neoliberales, sumadas a las gestiones socialistas la profundizaron. Buscamos fortalecer el desarrollo de las organizaciones populares en cada barrio y aportar a los representantes en el Estado, ya sea Ejecutivo o Legislativo, ideas para llevar adelante políticas.
—¿El marco de trabajo es la doctrina justicialista?
—No, es más amplio. La condición es que quienes se acerquen adhieran en líneas generales al proyecto nacional y popular, hay muchos compañeros que son peronistas y otros no.
—¿Cuál es la estrategia para ganar el gobierno de la ciudad?
—Lo primero es que los rosarinos puedan imaginar otras cosas. Animarse a pensar que es posible una ciudad diferente. A partir de ahí hay que construir una alternativa política que lo haga viable. Es lo que intentamos hacer. Apuntamos a despertar La idea de que no hay un fatalismo, de que siempre voy a vivir mal; hay posibilidades concretas de modificar la realidad. Hay que animarse a cambiar el modelo de gestión socialista. Cuando vos sentás en una mesa a los que menos tienen con los que más tienen para ver si llegás a un acuerdo por una política, siempre termina imponiéndose el que más tiene.
—¿Usted no cree en ese tipo de diálogo?
—Es una forma engañosa de participación. Como dice Cristina: “Queremos que a todos les vaya bien, pero no somos neutrales, estamos del lado del más débil”.
—En esos sectores sociales que ustedes definen como el principal objetivo de su trabajo político, el socialismo gana las elecciones.
—Es lo que charlamos: la gente no se anima a imaginar algo diferente y no hay ningún sector político que exprese esto tampoco. Está la idea (de la gente) de “cuido lo que tengo, espero que alguna vez me toque, hay algunas cosas que están buenas, que hay algunas avenidas que mejoran el barrio…”. Es la vieja esperanza del derrame. Me parece que todavía el rosarino de los sectores más postergados tiene la esperanza de que en algún momento les va a llegar a ellos. ¡No va a llegar nunca! Me acuerdo en el Concejo sacábamos las cuentas: hay 1.600 cuadras listas para pavimento definitivo, pero se hacen a un ritmo de 32 por año, entonces se iban a necesitar, no sé, 500 años.
—Ya llevamos 3 años. Es un espacio que nuclea técnicos y profesionales en el campo de nuestra ideología, con la conciencia de que en Rosario faltaba un espacio de producción de ideas con este marco ideológico. Hoy tenemos alrededor de 200 profesionales en distintas áreas que están aportando su saber particular y uno de los ejes es aportar para la ciudad y la provincia.
—¿Cómo define ese marco ideológico?
—Que haga eje en el proyecto nacional popular, mirado desde una ciudad, una provincia, lo que implicaría trasladar los grandes lineamientos del gobierno nacional en políticas públicas locales y provinciales. El eje básico es fortalecer a los sectores populares, generar mayores condiciones de igualdad. Vemos que hay mucho por hacer, no por nada la fundación se llama Igualar. Creemos que las políticas macro neoliberales, sumadas a las gestiones socialistas la profundizaron. Buscamos fortalecer el desarrollo de las organizaciones populares en cada barrio y aportar a los representantes en el Estado, ya sea Ejecutivo o Legislativo, ideas para llevar adelante políticas.
—¿El marco de trabajo es la doctrina justicialista?
—No, es más amplio. La condición es que quienes se acerquen adhieran en líneas generales al proyecto nacional y popular, hay muchos compañeros que son peronistas y otros no.
—¿Cuál es la estrategia para ganar el gobierno de la ciudad?
—Lo primero es que los rosarinos puedan imaginar otras cosas. Animarse a pensar que es posible una ciudad diferente. A partir de ahí hay que construir una alternativa política que lo haga viable. Es lo que intentamos hacer. Apuntamos a despertar La idea de que no hay un fatalismo, de que siempre voy a vivir mal; hay posibilidades concretas de modificar la realidad. Hay que animarse a cambiar el modelo de gestión socialista. Cuando vos sentás en una mesa a los que menos tienen con los que más tienen para ver si llegás a un acuerdo por una política, siempre termina imponiéndose el que más tiene.
—¿Usted no cree en ese tipo de diálogo?
—Es una forma engañosa de participación. Como dice Cristina: “Queremos que a todos les vaya bien, pero no somos neutrales, estamos del lado del más débil”.
—En esos sectores sociales que ustedes definen como el principal objetivo de su trabajo político, el socialismo gana las elecciones.
—Es lo que charlamos: la gente no se anima a imaginar algo diferente y no hay ningún sector político que exprese esto tampoco. Está la idea (de la gente) de “cuido lo que tengo, espero que alguna vez me toque, hay algunas cosas que están buenas, que hay algunas avenidas que mejoran el barrio…”. Es la vieja esperanza del derrame. Me parece que todavía el rosarino de los sectores más postergados tiene la esperanza de que en algún momento les va a llegar a ellos. ¡No va a llegar nunca! Me acuerdo en el Concejo sacábamos las cuentas: hay 1.600 cuadras listas para pavimento definitivo, pero se hacen a un ritmo de 32 por año, entonces se iban a necesitar, no sé, 500 años.
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