El Papa inicia hoy su primera
gira a países de habla hispana del continente. Desde México, enviará un
mensaje a todos los católicos de Latinoamérica. En Cuba reafirmará el
rol mediador de su Iglesia con el régimen.
Éste es el viaje número 23 que Joseph Ratzinger hará como pontífice
fuera de Italia. No llegará al récord de su antecesor, pero con casi 85
años, cabe medir la dimensión del esfuerzo que representa este
desplazamiento transcontinental.
Un esfuerzo que vale la pena, desde ya, considerando que en América
Latina vive un cuarto de los católicos del mundo. Quizá esta visita
busque compensar en cierta medida el desbalance entre el peso numérico
de los fieles de habla española -son mayoría- y el número de obispos
latinoamericanos: son sólo 21, sobre un total de 124, lo que habla a las
claras del poco peso relativo que tendrían por ejemplo en un cónclave.
El cardenal mexicano Juan Sandoval, arzobispo emérito de Guadalajara,
dijo en este sentido que el viaje de Benedicto XVI constituye \"el pago
de una deuda del Papa con América Latina\".
El anterior viaje de este Papa al subcontinente fue en mayo de 2007,
pero sólo visitó Brasil, el mayor país de habla portuguesa del mundo,
para asistir a la conferencia General de Obispos de América Latina y el
Caribe.
Ahora, visitará primero el mayor país católico hispánico del planeta y
luego, uno de los últimos reductos comunistas y ateos.
En México, la elección recayó en la ciudad de León, hacia donde
convergerán fieles de todo el país, porque es un punto equidistante de
todos los demás del territorio mexicano y porque Juan Pablo II no estuvo
allí en ninguno de sus 5 viajes a esa nación.
Entre los temas que tratará el Papa, están aquellos que preocupan a
todos los países del continente: la violencia, el narcotráfico, la
migración, el ascenso del neopentecostalismo, la secularización y los
cuestionamientos a los modelos tradicionales de familia.
Luego el Papa viajará a Cuba, 14 años después que Juan Pablo II, en
aquella primera histórica visita de un sumo pontífice a la isla luego de
la instauración del régimen castrista.
En años recientes, hubo otros contactos de alto nivel entre la Santa
Sede y La Habana. El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado
vaticano, estuvo en febrero de 2008 y fue el primero en entrevistarse
con Raúl Castro luego de que éste sucediera a su hermano Fidel. En junio
de 2010, fue el turno de monseñor Dominique Mamberti, canciller de la
Santa Sede.
Tanto Bertoni como Mamberti integran la delegación que acompaña a
Benedicto XVI a Cuba. También lo hará el cardenal sustituto, monseñor
Angelo Becciu, que fue nuncio apostólico en La Habana de 2009 a 2011.
Cabe suponer, por lo tanto, que el Papa ha sido bien informado de la
realidad que le espera en la isla.
Las relaciones diplomáticas con el Vaticano nunca fueron interrumpidas,
lo que coloca a la Iglesia en una posición expectante como para
desempeñar un papel mediador, por ejemplo, en el tema del embargo que,
aunque parcial, todavía mantienen los Estados Unidos contra Cuba. En
días previos al viaje, el cardenal Bertone se cuidó de aclarar que la
Iglesia no teme \"ser instrumentalizada por el Gobierno cubano\".
Benedicto XVI no se reuniría, en principio, con disidentes cubanos pero
es posible que reciba a las Damas de Blanco, esposas y madres de
prisioneros políticos.
Catorce años después de la exhortación de Juan Pablo II -\"Que Cuba se
abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba\"-, lo segundo es más cierto
que lo primero. Casi la totalidad de los países del mundo tiene
relaciones diplomáticas y comerciales plenas con el régimen castrista y
hasta los Estados Unidos son el primer proveedor de alimentos y
medicinas a la isla -dos rubros excluidos del embargo-, pero los cubanos
siguen privados de muchos derechos básicos, entre ellos, el de expresar
en toda libertad sus ideas y su fe.
Aunque no pueden construir nuevos templos ni escuelas, los católicos
demostraron su vigencia en Cuba durante la larga peregrinación de la
Virgen del Cobre -cuyo santuario visitará Benedicto XVI- por toda la
isla (de agosto de 2010 a diciembre de 2011), que convocó en total a 5
millones de personas, casi la mitad de la población.
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