Se trata de Ángel Meynet, quien presenció en Cabo Cañaveral el despegue de la misión espacial. Hace 42 años el hombre llegaba a la Luna y además se instituyó esa fecha como Día del Amigo.
Ángel Meynet es miembro fundador y presidente del Centro de Observadores del Espacio (Code), ubicado en la avenida Almirante Brown 4.998. Es constructor de telescopios y astrocámaras; presenció los lanzamientos del Gemini VI y del Apolo XI en Cabo Cañaveral, y protagonizó programas radiales y televisivos sobre el espacio. Ostenta un récord de más de 2.500 conferencias sobre temas astronómicos y espaciales en todo tipo de ámbitos sociales y más allá de las fronteras de la ciudad de Santa Fe. En diálogo con Diario UNO, el especialista revivió su experiencia, al cumplirse hoy 42 años de uno de los hechos que marcó un quiebre definitivo en la historia mundial: la llegada del hombre a la Luna. En la calidez de su casa y con parte de sus objetos preferidos, Ángel recordó la fecha que además fue elegida para celebrar el Día del Amigo. “Si algunos de los lectores fue testigo de la épica hazaña del 20 de julio de 1969, al igual que yo, estará recordando y viviendo aquellos momentos inolvidables de nuestro espíritu”, comenzó su relato. Sin lugar a dudas la primera pregunta fue cómo llega él a presenciar el lanzamiento del Apolo XI, a la que respondió: “Ocho meses antes había solicitado permiso a la Nasa para reportar la misión, en lo posible con dos o tres miembros adicionales. Finalmente presidí la delegación compuesta por Omar Meynet, Olimpio Chiarelli y Cornelio Ross, quienes me acompañaron. Salimos del Aeropuerto Internacional de Ezeiza en Buenos Aires el 8 de julio de 1969 y llegamos a Miami el día siguiente”. Con la emoción intacta como hace 42 años, Ángel relató con qué se encontraron cuando llegaron al centro espacial. “Al atardecer del 10 de julio, cruzamos el río Banana a través del puente, y nos dirigimos al Centro Espacial. Allí está el templo del Apolo. Es el VAB o Edificio de Ensamblaje Muy Grande (Very Large Assembly Building). Es el más voluminoso del mundo. Sus dimensiones son 180 metros de altura por 217 metros de largo. El 11 a la mañana estuve en el interior del VAB. Estaban ensamblando las etapas del Apolo. Los módulos no se parecían a ningún vehículo volador fabricado antes por el hombre”. Un día soñado Faltaba poco para el lanzamiento y Meynet recuerda cómo vivía la gente ese momento: “Por la noche miles de luces iluminaban al gran pájaro blanco, como vulgarmente lo llamaban los técnicos. Febrilmente cientos de personas se agitaban junto al cohete, realizando constantes chequeos”. Finalmente el día había llegado y la misión partiría. Era el 16 de julio. “Fuera del Centro Espacial, entre éste y Cocoa Beach, había 15 kilómetros de casas rodantes, carpas y observadores apostados algunos de ellos desde varios días antes. Ubicados en tribunas emplazadas para tal fin, gente de todo el mundo se hallaba allí. El lanzamiento se observa desde cinco kilómetros de distancia. Las tribunas se hallan junto al VAB. A 50 metros adelante hay un lago que limita el paso, y para el lanzamiento allí aguardamos. Recuerdo que a las 6.15, pasaron frente a nosotros ataviados con sus trajes espaciales Armstrong, Collins y Aldrin. El lanzamiento se produjo a las 9.32”, relató expectante ese momento considerado único para un aficionado como Ángel. La misión partió y el día tan esperado había llegado: el 20 de julio. “El momento no se puede describir con palabras. Nunca olvidaré los rostros de los padres de los astronautas. Por tevé se los veía, al igual que a las esposas e hijos de los intrépidos viajeros. En ese momento recuerdo que observé a lo lejos la plataforma de lanzamiento… todo había comenzado allí, a cinco kilómetros. El momento me pareció irreal por un instante. El resto de la aventura del Apolo XI es por todos conocida, por lo que no abundaré en detalles. Eso sí, el mundo no volvería a ser como antes. En el horizonte una nueva era asomaba. La era de la exploración del sistema solar por el hombre. El 22 de julio, cuando los astronautas iniciaban el regreso a su planeta natal, nosotros también salíamos de Cabo Kennedy”. Ese día además era muy especial para Ángel: era su cumpleaños número 33. Por eso hoy asegura que pasó “el mejor cumpleaños de su vida”.
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