A partir de aquella charla, Staiff convocó a Willy Landin, el mismo que había tenido tanto éxito con Las mujeres sabias, para que dirija la puesta. En los papeles, el cronograma pintaba a la perfección. En la realidad, como suele ocurrir, no. Es que el estreno se fue postergando, la fecha prevista era el 17 de junio; y como Landin tenía un compromiso en Italia, volvió al país recién hace pocos días después de un mes de ausencia. "Ahora estamos en una zona de riesgo –ironiza Pinti–. Para colmo, Willy no es de los directores que se duermen durante el ensayo, todo lo contrario. Es muy minucioso y toma riesgos muy grandes en sus puestas."
–¿Te pasó alguna vez que un director se te durmiera?
–No. Pero sé de amigos a los que les pasó. De todas maneras, los peores son los que se cagan ante las figuras de mucha personalidad. Eso es fatal, sobre todo cuando vos querés hacer una experiencia diferente a lo que te resulta cómodo o habitual. En mi caso, lo habitual es hablar velozmente. Si acá digo los textos en la velocidad a la que estoy acostumbrado mato al texto. En Los productores, con Guillermo Francella nos ayudamos bastante. El venía con mucha comedia encima y yo de siete años de actuar para adelante. Con Molière también se puede actuar para adelante porque, en general, eran piezas escritas para la concha del apuntador porque nadie se sabía bien la letra.
–Suena muy feo eso de "la concha del apuntador".
–Horrible, cierto. Pero como sucedía eso, los actores miraban para adelante. Desde el siglo XIX los actores comenzaron a mirarse entre sí. Eso es algo que yo lo tenía olvidado y que Francella me ayudó a trabajar. Por todo eso la presencia de Willy es muy importante para no irse a la mierda. En realidad, estamos todos muy sumisos a su dirección porque es un tipo con criterios que hay que internalizarlos.
–¿Por ejemplo?
–El hizo una adaptación poniendo la obra en lenguaje coloquial sin permitirte un gesto contemporáneo. Yo he agregado el término "copado", por ejemplo, pero lo tengo que decir desde el bronce salvo en las secuencias oníricas que agregó, en la cuales hay un descontrol total.
–Esas son las partes en las que más te divertís...
–Por supuesto. Mi personaje es Jourdain, un burgués del siglo XVII que es hijo de un tendero que se hizo rico vendiendo telas y que, a toda costa, quiere pertenecer a la nobleza. A Willy se le ocurrió una escena en la que hay una reproducción de un cuadro de Bruegel en la que varios personajes le terminan cantando "Niño bien, pretencioso y engrupido, que tenés berretín de figurar...". Ahí el código se va a la mierda...
–¿Por qué le propusiste a Kive hacer esta obra?
–Desde lo afectivo, porque fue en la primera obra donde tuve letra. Por otra parte, soy un admirador de Molière. Me picó el bichito de la sátira social gracias a él. Luego entendí cómo un artista subvencionado por un rey pudo atreverse a pegar tantos palos a la hipocresía, al falso puritarismo, a la religión. Yo lo comparaba con la última dictadura en la que tantos apelaron a la sátira en una época en la que no se podía hablar.
–Justamente, al fin de la dictadura, se realizó en el San Martín la puesta de El burgués... que protagonizó Osvaldo Terranova. Ahora bien, ¿qué dirá esta obra en 2011?
–El juego teatral entretenido se banca todas las épocas. Eso pasa con las obras de Molière, de Goldoni... Por otro lado, está el tema de los sentimientos, las apariencias. El menemismo fue una época brillante para los señores Jourdain. Acá, como esos señores no podían aspirar a un título de la nobleza, iban por la 4x4, el barrio cerrado y las ambiciones del nuevo rico, que es algo eterno. Y todo aquel que caga más alto que su culo termina siendo aceptado por el poder en tanto y en cuanto sea útil para sus intereses. Esa cosa está muy clara en las sociedades actuales. Sin ir muy lejos, Berlusconi es un señor Jourdain. Su poder viene de haber creado una televisión llena de putas operadas que impuso él mucho antes de que copara el resto del mundo. Ese abaratamiento, esa cosa tremenda Berlusconi la representa muy bien. Y cualquier piojo resucitado, no hay con qué darle, es el señor Jourdain.
–Y de piojos resucitados nuestra clase política sabe.
–Totalmente. Como acá no hay monarquía (sería otro cáncer) la única aristocracia es la política o el espectáculo, que también puede pertenecer a cierto tipo de dinastía aunque los niveles han bajado de una manera tremenda. Antes, ser conocido era tener glamour, un coche importante y ganar plata; ahora, te sacás una fotos mientras estás cogiendo, la subís y ya sos conocido.
–Planteas un contrapunto entre el mundo de la política y el mundo del espectáculo cuando, justo en estos últimos días, dos personalidades del espectáculo, Fito Páez y Miguel del Sel, coparon la agenda de lo político.
–Son los vértices de una discusión política. Esto pasa desde hace muchos años y se llega gracias a la decepción que tiene la gente.
Stop
Viene una señora mayor que interrumpe la charla respetuosamente. Le pide sacarse una foto junto a él. Pinti pone su mejor cara. Sigue: "Durante la última dictadura mucha gente comenzó a revalorizar la política , volvió a creer en ella desde la clandestinidad. Con la llegada de la democracia, y cuando comienzan a ver que hay hiperinflación, quilombos, la gente –una parte de ella– pensó que la democracia no servía porque estaba en manos de políticos profesionales. Entonces, comenzaron a confiar en aquellos que les daban diversión y simpatía. Si yo me presentara a una elección, la señora que nos interrumpió recién, me votaría. Si hasta se acercó a la mesa con lágrimas en los ojos. Pero está así por las cosas que hago arriba del escenario. ¿Qué garantía hay de que yo pueda hacer algo desde un ministerio? ¡Ninguna! Pero la gente idealiza a quien no la engaña".Pinti se envalentona como si estuviera en el Maipo. "Yo te voy a divertir, y te divierto. Yo te voy a emocionar, y te emociono. La gente confunde eso con el cumplimiento de un deber –sostiene–. Ante la decepción política, dicen: «Miguel del Sel me ha hecho reír, es un hombre maravilloso, me ha levantando el ánimo cuando más lo necesitaba». En mi caso, todas las veces que me preguntaron si aceptaría un cargo siempre dije que yo no puedo, que no tengo la menor idea. Puedo decir lo que me gusta, y lo digo. Puedo decir lo que me gustaría, y lo digo. Pero no puedo hacer más que eso. Si me das Canal 7 terminaría siendo un lujo: o sea, alguien que no sirve para nada. Eso es lo que le pasa a la gente que se dedica a esto que creen que pueden, pero cuando están metidas en la estructura todo te destruye y no podés gestionar.
–Cuando hace cuatro años el macrismo intentó formar su equipo de cultura le costó mucho completar un equipo. ¿Nunca te tentaron?
–Concretamente, no. Yo hablo mucho y mi opinión la tienen. Primero, no sé. Al lado de este otro puedo ser mejor persona, o tener mejores ideas; pero no hace falta ser buen tipo o tener lindas ideas. Hace falta capacidad de gestión, que es algo que se aprende. Así como se tiene claro que una persona que no estudió medicina no puede operar, en lo político esa no funciona. Parece que cualquiera podría ser político.
UN SEÑOR GENTIL ACOMPAÑADO POR UN NUMEROSO ELENCO
Este clásico se estrenará el miércoles 27 de julio a las 20.30, en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín (Corrientes 1530). El elenco lo completan Lucrecia Capello, Gustavo Garzón, Andrea Bonelli, Liliana Pécora, Pacha Rosso, Mariano Mazzei, Hernán Jiménez, Diego Mariani, Heidi Fauth, Roberto Peloni, Gustavo Masó, Hernán Boglione, Damián Ramírez y Adriano D’Alchimio. A ellos los acompañan ocho bailarines y seis músicos. La coreografía es de Elizabeth de Chapeaurouge, la música original y arreglos musicales de Gabriel Chwojnik, y el vestuario y la escenografía del mismo Landin.
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