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domingo, 17 de marzo de 2013

La muerte de Gladys, el crimen que sacudió a Villa Gobernador Gálvez


No más silencio. La mujer, de 65 años, falleció días después de ser apuñalada a plena luz del día cuando salía a comprar pan. El caso motivó ya tres marchas y muchos reclamos.
La Capital | 

La muerte de Gladys, el crimen que sacudió a Villa Gobernador Gálvez
Gladys Balbini de Arribas tenía 65 años, dos hijos y, sin dudas, ganas y motivos de sobra para seguir viviendo. El 16 de febrero, a las 11, fue a comprar pan. A plena luz del día, la asaltaron a metros de su casa en la transitada esquina de avenida Fillippini y Jean Jaures, en Villa Gobernador Gálvez, para robarle lo poco que seguramente llevaba encima. Y la acuchillaron. Su agonía duró 18 días. El 6 de marzo falleció, justo cuando se realizaba la segunda marcha exigiendo el esclarecimiento del crimen.
La muerte de Gladys no quedó en silencio. Fue el disparador de tres movilizaciones, motivó el llamado desesperado de las autoridades locales a la provincia para que se reforzara la presencia policial en la conflictiva ciudad, generó la llegada inmediata de móviles para la fuerza y fue, incluso, la que inspiró un discurso del intendente Pedro González con su infortunado "matemos a todos los que roban", que tuvo una fuerte repercusión mediática y terminó eclipsando todo lo que la inspiró.
Pero más allá de eso, en Villa Gobernador Gálvez tienen algo en claro: que la muerte de Gladys no haya sido en vano.
En toda la ciudad. "Este es un momento muy duro; sepultamos a nuestra madre por un hecho vinculado con la inseguridad que hay en todo este barrio y en toda la ciudad, y si nos seguimos manifestando es para hacer algo, para que ningún chico deba vivir sin su madre". La reflexión, contundente y despejada de revanchismo, salió de boca de Facundo Daniel Arribas, uno de sus hijos.
Los hermanos Arribas no se quieren ir de Gálvez, aunque les sobran motivos para hacerlo. La violenta muerte de su madre fue precedida por asaltos al local que poseen, a metros de donde apuñalaron a Gladys. Pero tiempo atrás también su padre fue víctima de un asalto en el que recibió tres disparos en el pecho, de cuyas secuelas no se repuso nunca y falleció. Así lo recuerda Facundo.
Su hermano Maximiliano sabe que las investigaciones están encaminadas, lamenta que no arrojen mayores precisiones pero lo alienta el hecho de ya existen sospechosos. Los Arriba, como el barrio y la ciudad, quieren que la desgracia no quede impune.
El barrio está al norte de la ciudad, a pocas cuadras del frigorífico Sugarosa y del límite con Rosario. Gladys murió allí, justo enfrente a un jardín de infantes ubicado sobre Juean Jaures. Algunos testimonios recogidos por LaCapital señalan que la cercana avenida San Diego es el eje y el escenario más frecuente de los robos.
La vivienda que habitaba Gladys está en la esquina noroeste de Fillippini y Jaures. A su lado se ubica el concurrido maxikiosco del que son propietarios Facundo y Maximiliano, que atienden por una pequeña abertura.
Ese lugar, donde también se han registrado atracos a clientes, fue el escenario de las manifestaciones convocadas no sólo para exigir el esclarecimiento del caso, sino para reclamar, exigir, acaso implorar, por mayor seguridad en la zona.
La última marcha. Miércoles 13 de marzo. Media tarde. Eran las 18 y paulatinamente la gente se iba sumando a la convocatoria. Vecinos de la zona y de otros barrios. Gente consternada, con bronca, con algo para decir. Las redes sociales y el boca a boca habían funcionado: unas 200 personas comenzaban a juntarse, sin líderes visibles. El encuentro se convertía en una catarsis colectiva en la que numerosos vecinos, pacíficamente, sin estridencias, apenas ayudados con un megáfono, contaron las desagradables y violentas experiencias vividas en las últimas semanas en esa zona de la ciudad, donde la mayoría de los hechos son protagonizados por jóvenes que se movilizan de a dos, en motos y, en casi todos los casos, armados con cuchillos y revólveres.
Sólo unos pocos dirigentes políticos se hicieron presentes en el encuentro y mantuvieron en todo momento un muy bajo perfil. "Esto no tiene líderes; apenas alguien que pone algo de orden, pero nadie quiere que esto, que nació espontáneamente, se politice, aunque sería bueno darle un cauce más ordenado", reflexionó Gustavo Misino, un ex edil radical villagalvense que fue uno de los primeros en llegar al lugar. También participó de la convocatoria el actual edil socialista Carlos Dolce, quien se mantuvo en un segundo plano entre el público.
Testimonios. Aunque en el ambiente en general circulaba un reconocimiento al esfuerzo de la policía por tratar de esclarecer los hechos y se señaló la falta de elementos y personal, María Isabel, una vecina llegada de otra zona de la ciudad, se quejó de “la inoperancia y las contradicciones” de la fuerza, que la atendió tras un robo sufrido por su madre. Según indicó la mujer, el Comando Radioeléctrico le indicó procedimientos de denuncia que luego fueron rechazados por el personal de la comisaría 26ª a la que acudió y donde fue mal atendida, al tiempo que la pericia sobre las huellas digitales halladas en el lugar nunca se llevó a cabo.
   La misma vecina, que vive en cercanías de la Municipalidad, expresó que “también allí se producen dos o tres hechos de robo todos los días. La gente conoce a los ladrones. Una amiga a la que le robaron la moto quiso hacer la denuncia y no se la tomaron, y cuando les dijo que sabía dónde estaba el vehículo, le respondieron que no lo podían ir a buscar. La gente quiere que la policía —que sabemos tiene problemas de falta de elementos y de personal—, demuestre al menos que puede ayudar, al menos direccionando correctamente una denuncia”, expresó María Isabel.
   Beatriz, otra habitante de la zona que vive en la cercanías de la vivienda de la Gladys, también narró su experiencia. “Una queda perseguida porque va a cualquier parte mirando para todos lados”, expresó esta ama de casa que el día anterior al asalto a Baldini sufrió un ataque en le mismo lugar que la víctima fatal. Un individuo joven intentó robarle, pero no lo consiguió, aunque la mujer sufrió golpes y rasguños.
   La hija de Beatriz sufrió tres robos en esa misma cuadra y aunque alguna vez se hizo la denuncia, después desistieron porque “siempre ocurre que se demoran mucho, el sumariante no está o el personal está volcado a cuidar a los presos en el horario de visitas”.
   Los hijos de Gladys no quieren irse de la ciudad. Los vecinos, tampoco. Quieren lo lógico, lo razonable, lo esperable. Vivir en paz, seguros, poder salir a la calle y tener la certeza de volver.

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