A Laura López y su hija de 4 años las mataron a mazazos. La violencia posterior corrió a los parientes de agresor y víctima. Ayer fue detenido un segundo sospechoso del doble crimen.
La Capital |
"Laura era una luchadora. Trabajaba todo el día para que sus dos hijos estuvieran bien. ¿Por qué pasó esto? La droga les destruyó la cabeza a los pibes que mataron a mi hija y a mi nieta". La frase pertenece a Cristina, mamá de Laura Marisol López, de 27 años, y abuela de Mía Valenzuela, de 4, asesinadas a mazazos, según presume la investigación, el domingo pasado en la zona sudoeste. El doble asesinato movilizó el odio de los vecinos que destruyeron la casa del principal sospechoso, quien vivía a una cuadra de la escena del crimen, y expulsaron del barrio a sus parientes.
Una semana después ninguna de las familias protagonistas de esta crónica está en el barrio. Los parientes de Jonathan Ezequiel O., de 20 años, conocido en el barrio como Joni , fueron expulsados de su casa de Espinosa al 6600, a la vuelta de donde vivía Laura López con su hija de 4 años y su hijo de 7. El nene hoy está con su abuela. "Tenemos mucho miedo y no queremos que se sepa donde estamos", explicó a LaCapital Cristina, mamá y abuela de las víctimas. Ella también se fue del barrio. Vivía en una casa a metros de la vivienda de su hija.
Ayer a las 15 hubo una novedad en la pesquisa con la detención de Maximiliano L, de 29 años, acusado de participar del doble homicidio.
En el Manantial. Hace seis años Laura y su pareja se afincaron en una de las 62 casitas de material que se construyeron al sur del cruce de Provincias Unidas y bulevar Seguí. El barrio se llama Manantial, pero para sus vecinos será eternamente "Sector 6". Los barrios vecinos son Bolatti y el Toba de zona sudoeste. Laura vivía en una casa ubicada en el pasaje 1851 al 6600 y Joni, el principal sospechoso de ser su matador y ahora preso, en una vivienda sobre calle Espinosa a la misma altura.
El barrio parece olvidado de la mirada estatal. O al menos eso sienten sus vecinos. Las dos líneas de colectivos que llegan a la zona —la 122 y la 125— tienen sus paradas a cinco cuadras de Manantial. "Es imposible hacer esas cinco cuadras cuando anochece", indicó una señora del barrio. "Ahora nos estamos juntando las mujeres a cortar los yuyos y a podar unos árboles que hay por calle Perú. No queremos lugares donde se puedan esconder para robar. Muchos de estos pibes les roban a los que no tienen", relató otra vecina.
Hay dos escuelas en las cercanías. La primaria 1318, de Saavedra entre Garzón y Barra. Y la de barrio Toba, ubicada a unas cinco cuadras, en la parada de la línea 110. Y como es una triste realidad en los barrios periféricos, hay un quiosco de venta de drogas en Perú al 3700. Un búnker que fue derrumbado en julio pasado. "Ahora parece que El Ariel (por el líder sindicado como máximo referente de la banda de Los Monos) también compró la casa que era del Joni", la de Espinosa al 6600, relató apesadumbrado un vecino.
Nada más triste. Hace menos de dos años Laura se separó y se quedó en el barrio con sus dos hijos. Trabajaba en una empresa de catering en la estación Fluvial. "Los hijos se quedaban con una niñera. Y cuando regresaba se sentaba en la vereda a tomar unos mates. Era una buena mujer que hace poco se empezó a dar con los vecinos", relató una vecina. "Cuando la mataron, se estaba bañando para ir a trabajar. La niñera llegó a las 7.50 y se encontró con la puerta cerrada. Le mandó mensajes de texto para que le abriera y nada. A esa hora del domingo ya la habían matado", explicó la mujer.
"Son muchos los que vieron al Joni escapar del lugar. El muy rata después se fue a dormir a su casa, por eso fuimos a buscarlo. Yo vi el cuerpo de Laura y el de la nena y hasta el día de hoy que no puedo dormir. Tengo una hija de su edad, que jugaba con la nenita todo el tiempo", dijo un vecino.
Joni dio todas las pistas para que el barrio se diera cuenta de que iba a terminar mal. "Joni y la banda de los gatos. Chupenla. Muerte a la policía". Esa leyenda quedó pintada en el chapón de una de las fábricas que tiene su frente sobre Circunvalación. "Ya les había entrado a robar a todos. Y el barrio estaba medio alerta. Cuando entraba alguien que se desorientada, le metía el caño y lo choreaba. Cuando nos inundamos (con la tormenta del 19 de diciembre último) le robó la batería a un camión. Cuando los echamos del barrio el dueño del camión se enteró y vino armado a querer matarlo", recordó una doña.
El exceso. Pero hubo un episodio que pudo cambiar la historia. Una semana antes del doble crimen, el domingo 13 de enero por la noche, una sobredosis derribó a Joni. Ocurrió justo frente a la casa de Cristina, la mamá de Laura. "Una persona muy cercana a mí lo ayudó y le salvó la vida. Hoy esa persona está demolida. En el velatorio le dije: «Ese diablo que vos salvaste...ese diablo me arrancó lo que más quería»", rememoró ayer la madre de Laura. Pero la historia contrafactual no existe.
"Después de que se fueron las cámaras del noticiero no vino nadie más. Ni la policía a buscar testigos. Ni a decirnos «quédense tranquilos que ya está preso». Nadie. Y la gente tiene miedo porque sabemos que no lo hizo sólo. Y eso tiene a la gente del barrio con mucho miedo", relató otro vecino. Las miradas de los residentes apuntan a dos muchachos que eran parte de la pandilla de Joni: uno es conocido como Chupa Chichi y el otro Pedro, el de la lágrima .
"Este pibe (por Joni) había sembrado el miedo. Pero no podemos vivir con miedo. Algo tenemos que hacer y eso es denunciarlo y marchar hasta que el crimen de Laura y Mía se aclare. Y que paguen los que lo hicieron. Tienen que pagar", concluyó una mujer.
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