El vicepresidente y canciller, Nicolás Maduro, le debe su carrera política a su mujer. Cómo lo conoció a Chávez
Hugo Chávez tuvo muchas mujeres, pero jamás alguna que lo acompañara como “doble comando” en su función política, al estilo de Cristina de Kirchner o de Nadine Humala. Si Chávez finalmente abandonara el poder, la cosa sería distinta con Nicolás Maduro al frente de Venezuela. Desde hace décadas, su esposa Cilia Flores es una de las dirigentes más cercanas a Chávez y más influyentes del PSUV. Maduro y Flores conforman un tándem indisociable y listo para compartir el liderazgo.
Podría decirse que el vicepresidente y canciller le debe su carrera política a su mujer: si no hubiera sido por Flores, Maduro tal vez nunca habría conocido a Chávez. Especialista en Derecho Penal, una de las primeras acciones de ella como abogada fue defender a los militares sublevados de febrero de 1992, liderados por el joven teniente coronel Chávez. Gracias a las gestiones de Flores, los insurrectos obtuvieron el indulto presidencial que les devolvió la libertad.
Por aquellos años, Flores presentó a Chávez y Maduro en la cárcel de Yare. Desde entonces, el destino de los tres fue inseparable. En 1997, la pareja acompañó a su líder en la fundación del Movimiento V República, que un año más tarde lo llevaría por primera vez a la presidencia. En los comicios de 2000, los dos fueron electos como diputados de la Asamblea Nacional.
A esa altura, ambos formaban parte del círculo íntimo de Chávez y estaban llamados a ocupar lugares de privilegio en el gobierno. Maduro fue presidente de la Asamblea entre 2005 y 2006, cuando heredó el cargo a su esposa. Cilia dirigió el Legislativo hasta 2011. En febrero de 2012, fue designada procuradora general de la República, y a ella obedecen todos los fiscales.
La carrera política de Cilia Flores no estuvo exenta de escándalos. Durante su paso por la Asamblea, se popularizó un chiste en los corrillos políticos que decía que la nómina del Legislativo parecía un jardín, porque estaba lleno de Flores. La oposición la acusó en repetidas ocasiones de nepotismo por haber facilitado el ingreso de familiares suyos a puestos estatales. Lejos de desmentirlo, Cilia respondió que se sentía “bien orgullosa” de ello.
En Venezuela también se dice que Flores tiene una mala relación con Diosdado Cabello, señalado como rival interno de Maduro en el chavismo. Crónicas periodísticas relatan que, en alguna oportunidad, ambos llegaron a cruzarse a los gritos y a acusarse mutuamente de corrupción.
Como procuradora general, Flores mantiene aceitados vínculos con el mundo judicial, cuya actuación puede resultar decisiva en la transición venezolana cuando se defina la situación de Chávez. Cilia acompañó a su marido en su reciente viaje a Cuba y participó en el reseñado cónclave de dirigentes chavistas.
En las últimas semanas, Flores levantó su perfil a la par de su esposo. A pesar de momentos difíciles y alejamientos que atravesó el matrimonio, hoy esperan juntos un desenlace que puede catapultarlos a la cima del poder.
Podría decirse que el vicepresidente y canciller le debe su carrera política a su mujer: si no hubiera sido por Flores, Maduro tal vez nunca habría conocido a Chávez. Especialista en Derecho Penal, una de las primeras acciones de ella como abogada fue defender a los militares sublevados de febrero de 1992, liderados por el joven teniente coronel Chávez. Gracias a las gestiones de Flores, los insurrectos obtuvieron el indulto presidencial que les devolvió la libertad.
Por aquellos años, Flores presentó a Chávez y Maduro en la cárcel de Yare. Desde entonces, el destino de los tres fue inseparable. En 1997, la pareja acompañó a su líder en la fundación del Movimiento V República, que un año más tarde lo llevaría por primera vez a la presidencia. En los comicios de 2000, los dos fueron electos como diputados de la Asamblea Nacional.
A esa altura, ambos formaban parte del círculo íntimo de Chávez y estaban llamados a ocupar lugares de privilegio en el gobierno. Maduro fue presidente de la Asamblea entre 2005 y 2006, cuando heredó el cargo a su esposa. Cilia dirigió el Legislativo hasta 2011. En febrero de 2012, fue designada procuradora general de la República, y a ella obedecen todos los fiscales.
La carrera política de Cilia Flores no estuvo exenta de escándalos. Durante su paso por la Asamblea, se popularizó un chiste en los corrillos políticos que decía que la nómina del Legislativo parecía un jardín, porque estaba lleno de Flores. La oposición la acusó en repetidas ocasiones de nepotismo por haber facilitado el ingreso de familiares suyos a puestos estatales. Lejos de desmentirlo, Cilia respondió que se sentía “bien orgullosa” de ello.
En Venezuela también se dice que Flores tiene una mala relación con Diosdado Cabello, señalado como rival interno de Maduro en el chavismo. Crónicas periodísticas relatan que, en alguna oportunidad, ambos llegaron a cruzarse a los gritos y a acusarse mutuamente de corrupción.
Como procuradora general, Flores mantiene aceitados vínculos con el mundo judicial, cuya actuación puede resultar decisiva en la transición venezolana cuando se defina la situación de Chávez. Cilia acompañó a su marido en su reciente viaje a Cuba y participó en el reseñado cónclave de dirigentes chavistas.
En las últimas semanas, Flores levantó su perfil a la par de su esposo. A pesar de momentos difíciles y alejamientos que atravesó el matrimonio, hoy esperan juntos un desenlace que puede catapultarlos a la cima del poder.
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