Después de participar en La dueña y mientras prepara el film de Cha cha cha, Alfredo Casero sale de gira con Estese confuso 2.0, su último espectáculo. Asegura que nunca trabajaría en un proyecto financiado con fondos estatles y dice que el juego de Clarín y el Gobierno es el mismo. El ADN y su verdadera familia.
Tras las declaraciones de Darín y Gianola, el cómico asegura que nunca trabajaría en un proyecto con fondos estatales. Su opinión sobre Capusotto
Alfredo Casero, autoproclamado artista de varieté, dice no tener pares y asegura que sus únicos colegas son quienes trabajan con él. Mientras se peina el bigote, asegura que no tiene apuro por estrenar Cha3Dmubi, la película de Cha cha cha que está grabando. El film, en el que participan actores que lo acompañaron en los últimos años y otros como Matías Alé, se distribuirá en los mismos lugares que visita con sus shows.
Antes de recorrer la costa atlántica y algunas ciudades patagónicas con Estese confuso 2.0, su último espectáculo, Casero pasó por su campo en San Luis. Allá, ultima los detalles de El Perro con Sombrero, restaurante que abrirá en una esquina frente a la plaza de San Martín, un pueblo puntano de 700 habitantes.
Después del éxito de Cha cha cha, entre 1992 y 1997, Casero se dedicó a la música –grabó discos como Casaerius y Shimauta– y trabajó en televisión. Participó de ficciones como Vulnerables (1999), Culpables (2001), El día que me amen (2003) y Locas de amor (2004). En los últimos años actuó en Tratame bien (2009), Para vestir santos (2010) y La dueña (2012).
—¿Por qué no tenés un programa en la televisión?
—Porque no quiero trabajar más para gente que no quiere ver lo que hago.
—¿Te gusta la TV?
—La televisión es el fruto de la cultura argentina de hoy. Somos los hacedores del “Bailando por un sueño”, de seguir a Pachano, de ver cómo se putea con Polino. Fort es el Andy Warhol argentino, pero no entiendo a los Caniggia. Son el Canal 13 de Codevila. El de Suar, dentro de todo, es el que hace las novelas, la gente sueña, yo lo quiero a Suar. Pero tengo más cosas en común con Fort que con Codevila.
—¿Qué te gusta de lo que hay ahora al aire?
—Ahora está Capusotto, que habla de rock porque si llega a hablar de algo que no es conveniente le rompen el orto. A mí me hace reír mucho Yayo, pero hay un punto en el que se zarpa y putea a una mujer; y para verlo tenés que ver a otros que son unos salames.
—¿Qué te interesa de trabajar en ficción?
—Yo soy soldado de fortuna, si hay que hacer esto, me pagan esto, tengo que tener el placer de hacerlo y la obligación de hacerlo bien. Pero no trabajaría doce horas en una tira, porque para eso me tienen que pagar una guita que no me pueden pagar.
—¿Cómo fue trabajar con Mirtha Legrand en “La dueña”?
—La principal razón para aceptar La dueña fue que tenía que actuar con Mirtha Legrand, y ¿cúantos actores tienen ese privilegio? Es una persona deliciosa. En esta época, se quiere tirar abajo a las divas, y en realidad gente como ella o Susana Giménez les hacen bien a las señoras que las ven, las hacen soñar que pueden tener glamour, que pueden ser lindas.
—¿Cuál es tu lugar entre otros actores o cantantes?
—No soy actor ni cantante. Diego Torres es un cantante. Yo soy artista de varieté.
—¿Quiénes son tus colegas?
—El señor Diego Rivas, Bachetta, Humberto Spallina, Matías Donda, Vicky Lastiro. Porque estamos trabajando en lo mismo.
—¿Y tus pares?
—No (hace silencio y piensa). Ni siquiera Capusotto o Alberti. Porque están haciendo otra cosa; yo jamás haría un programa de televisión bancado por el Estado.
—¿Qué es el humor?
—El humor son tus líquidos, entrar adentro tuyo por tus terminales nerviosas, sacarte del lugar común, hacer que cambie la visión, que te genere una convulsión que es la risa, de la garganta al pecho. El humor son situaciones sacadas de la nada y llevadas al cerebro de la gente para producir risa. Trato de buscar otro lenguaje y eso me va a llevar un montón de tiempo.
—¿Es una tarea, un rol?
—Mi rol es hacer reír a la gente y acompañarlos en las pequeñas cosas que hagan. Voy a donde la gente me quiere ver, porque hacer reír es mi negocio. Cuando hago mi show, es como hacer de comer. Son dos horas, los acerco, les canto, los masajeo y los tomo en mi corazón para que me amen. Cuando me aman, es porque yo les di primero.
—¿Cuáles son tus límites para hacer humor?
—El respeto, el respeto a lo privado. Yo no le puedo preguntar a una mujer en la radio cómo está de cola, cuánto hace que se separó o si cagó al novio...
—La película de “Cha cha cha”, “Cha3Dmubi”, está financiada en parte a través de “crowdfounding”, ¿por qué?
—Porque no quiero pedirle plata al Estado para una película experimental. Es como que les pidas plata a las Fuerzas Aéreas para inventar un avión que no sabés adónde va a llegar.
—¿Para qué creés que debería usarse la plata del Incaa?
—Para hacer películas serias, porque si hacen una película que es una cagada y vos ves que está pagada por el Incaa, pensás que ése es el criterio que tienen sobre el cine que debe hacerse.
—Dijiste muchas veces que “quien siembra entre lágrimas cosecha cantando”, ¿fue así para vos?
—Sí. Esa frase la recibí a los 16, en la iglesia de Guadalupe. Yo vivía casi en la calle y pensaba que nunca iba a ser feliz. Estaba en la misa y un cura leyó: “Quien siembra entre lágirmas cosecha cantando”. Me acuerdo que pensé: “Claro, tengo que pasar toda esta mierda para cosechar”. Fue revolucionario, porque no tenía confianza en mí ni en el universo.
—¿Cuáles son tus siembras y tus mejores cosechas?
—Cha cha cha, por ejemplo, fue una gran siembra y ahora es una gran cosecha porque a todos les ha ido bien. Gente de los Experimendos (encuentros-talleres en su campo de San Luis), como Juan Sáenz Valiente, con el que después escribí la “historieta imposible” para la revista Orsai, o Pupé Pereyra. El Neno (Nazareno, su hijo) es una gran cosecha.
—Hace poco descubriste que Casero no era tu padre…
—Yo lo sabía, pero hace unos meses me hice un ADN, ahora me doy cuenta de quién era mi familia. Este 31 de diciembre lo pasamos todos juntos en el campo.
—¿Cómo sos como padre?
—Nosotros somos un equipo. Nos queremos a muerte y damos el culo por cada uno. El lema es: te voy a dar lo que vos necesites cuando vos lo necesites. Nos olvidamos de los cumpleaños, pero cuando es necesario tenemos que estar todos. Equipo. Las madres están incluidas, estén en pareja conmigo o no.
—¿Nazareno te pide consejos para su carrera?
—Charlamos sobre qué es lo conveniente y qué puede servir, para los dos. El Neno es muy buen consejero y Minerva, que tiene 13 años, es muy inteligente para dar consejos.
—¿Cómo llegaste de cantar “Shima Uta” a mandar a Minerva a una escuela japonesa?
—Grabé en japonés en una escuela japonesa en Argentina, con chicos argentinos. Y fui con Minerva, que era chiquitita, antes del jardín de infantes. Cuando estábamos ahí, me dijo: “Yo me quiero quedar en esta escuela”.
Antes de recorrer la costa atlántica y algunas ciudades patagónicas con Estese confuso 2.0, su último espectáculo, Casero pasó por su campo en San Luis. Allá, ultima los detalles de El Perro con Sombrero, restaurante que abrirá en una esquina frente a la plaza de San Martín, un pueblo puntano de 700 habitantes.
Después del éxito de Cha cha cha, entre 1992 y 1997, Casero se dedicó a la música –grabó discos como Casaerius y Shimauta– y trabajó en televisión. Participó de ficciones como Vulnerables (1999), Culpables (2001), El día que me amen (2003) y Locas de amor (2004). En los últimos años actuó en Tratame bien (2009), Para vestir santos (2010) y La dueña (2012).
—¿Por qué no tenés un programa en la televisión?
—Porque no quiero trabajar más para gente que no quiere ver lo que hago.
—¿Te gusta la TV?
—La televisión es el fruto de la cultura argentina de hoy. Somos los hacedores del “Bailando por un sueño”, de seguir a Pachano, de ver cómo se putea con Polino. Fort es el Andy Warhol argentino, pero no entiendo a los Caniggia. Son el Canal 13 de Codevila. El de Suar, dentro de todo, es el que hace las novelas, la gente sueña, yo lo quiero a Suar. Pero tengo más cosas en común con Fort que con Codevila.
—¿Qué te gusta de lo que hay ahora al aire?
—Ahora está Capusotto, que habla de rock porque si llega a hablar de algo que no es conveniente le rompen el orto. A mí me hace reír mucho Yayo, pero hay un punto en el que se zarpa y putea a una mujer; y para verlo tenés que ver a otros que son unos salames.
—¿Qué te interesa de trabajar en ficción?
—Yo soy soldado de fortuna, si hay que hacer esto, me pagan esto, tengo que tener el placer de hacerlo y la obligación de hacerlo bien. Pero no trabajaría doce horas en una tira, porque para eso me tienen que pagar una guita que no me pueden pagar.
—¿Cómo fue trabajar con Mirtha Legrand en “La dueña”?
—La principal razón para aceptar La dueña fue que tenía que actuar con Mirtha Legrand, y ¿cúantos actores tienen ese privilegio? Es una persona deliciosa. En esta época, se quiere tirar abajo a las divas, y en realidad gente como ella o Susana Giménez les hacen bien a las señoras que las ven, las hacen soñar que pueden tener glamour, que pueden ser lindas.
—¿Cuál es tu lugar entre otros actores o cantantes?
—No soy actor ni cantante. Diego Torres es un cantante. Yo soy artista de varieté.
—¿Quiénes son tus colegas?
—El señor Diego Rivas, Bachetta, Humberto Spallina, Matías Donda, Vicky Lastiro. Porque estamos trabajando en lo mismo.
—¿Y tus pares?
—No (hace silencio y piensa). Ni siquiera Capusotto o Alberti. Porque están haciendo otra cosa; yo jamás haría un programa de televisión bancado por el Estado.
—¿Qué es el humor?
—El humor son tus líquidos, entrar adentro tuyo por tus terminales nerviosas, sacarte del lugar común, hacer que cambie la visión, que te genere una convulsión que es la risa, de la garganta al pecho. El humor son situaciones sacadas de la nada y llevadas al cerebro de la gente para producir risa. Trato de buscar otro lenguaje y eso me va a llevar un montón de tiempo.
—¿Es una tarea, un rol?
—Mi rol es hacer reír a la gente y acompañarlos en las pequeñas cosas que hagan. Voy a donde la gente me quiere ver, porque hacer reír es mi negocio. Cuando hago mi show, es como hacer de comer. Son dos horas, los acerco, les canto, los masajeo y los tomo en mi corazón para que me amen. Cuando me aman, es porque yo les di primero.
—¿Cuáles son tus límites para hacer humor?
—El respeto, el respeto a lo privado. Yo no le puedo preguntar a una mujer en la radio cómo está de cola, cuánto hace que se separó o si cagó al novio...
—La película de “Cha cha cha”, “Cha3Dmubi”, está financiada en parte a través de “crowdfounding”, ¿por qué?
—Porque no quiero pedirle plata al Estado para una película experimental. Es como que les pidas plata a las Fuerzas Aéreas para inventar un avión que no sabés adónde va a llegar.
—¿Para qué creés que debería usarse la plata del Incaa?
—Para hacer películas serias, porque si hacen una película que es una cagada y vos ves que está pagada por el Incaa, pensás que ése es el criterio que tienen sobre el cine que debe hacerse.
—Dijiste muchas veces que “quien siembra entre lágrimas cosecha cantando”, ¿fue así para vos?
—Sí. Esa frase la recibí a los 16, en la iglesia de Guadalupe. Yo vivía casi en la calle y pensaba que nunca iba a ser feliz. Estaba en la misa y un cura leyó: “Quien siembra entre lágirmas cosecha cantando”. Me acuerdo que pensé: “Claro, tengo que pasar toda esta mierda para cosechar”. Fue revolucionario, porque no tenía confianza en mí ni en el universo.
—¿Cuáles son tus siembras y tus mejores cosechas?
—Cha cha cha, por ejemplo, fue una gran siembra y ahora es una gran cosecha porque a todos les ha ido bien. Gente de los Experimendos (encuentros-talleres en su campo de San Luis), como Juan Sáenz Valiente, con el que después escribí la “historieta imposible” para la revista Orsai, o Pupé Pereyra. El Neno (Nazareno, su hijo) es una gran cosecha.
—Hace poco descubriste que Casero no era tu padre…
—Yo lo sabía, pero hace unos meses me hice un ADN, ahora me doy cuenta de quién era mi familia. Este 31 de diciembre lo pasamos todos juntos en el campo.
—¿Cómo sos como padre?
—Nosotros somos un equipo. Nos queremos a muerte y damos el culo por cada uno. El lema es: te voy a dar lo que vos necesites cuando vos lo necesites. Nos olvidamos de los cumpleaños, pero cuando es necesario tenemos que estar todos. Equipo. Las madres están incluidas, estén en pareja conmigo o no.
—¿Nazareno te pide consejos para su carrera?
—Charlamos sobre qué es lo conveniente y qué puede servir, para los dos. El Neno es muy buen consejero y Minerva, que tiene 13 años, es muy inteligente para dar consejos.
—¿Cómo llegaste de cantar “Shima Uta” a mandar a Minerva a una escuela japonesa?
—Grabé en japonés en una escuela japonesa en Argentina, con chicos argentinos. Y fui con Minerva, que era chiquitita, antes del jardín de infantes. Cuando estábamos ahí, me dijo: “Yo me quiero quedar en esta escuela”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario