Un colombiano y cuatro
argentinos están acusados de contrabando de cocaína. Fueron detenidos en
2009, en San Javier, con 89 kilos de droga lista para ser
comercializada. Los pesquisas europeos habían detectado la llegada al
puerto genovés de 250 kilos de droga en seis troncos ahuecados que, con
destino al vivero Eurogarden habían salido desde Buenos Aires.
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La banda tenía conexiones en Paraguay, Bolivia e Italia. Fue
en este último país europeo donde, a principios de 2009, cayó el jefe,
Arturo Luglietto, con 250 kilos de cocaína. En un intento de minimizar
las consecuencias de su captura, confesó que la droga había sido
embarcada desde Argentina y que había más, escondida y a punto de ser
despachada a Europa, en una finca de la localidad santafesina de Colonia
Francesa.Ubicado a tres kilómetros de la ciudad de San Javier, este paraje litoraleño sería el lugar donde ahuecaban los troncos de palos borrachos y los rellenaban con cocaína. Desde el jueves pasado, en la sala de audiencias del Tribunal Oral Federal de Santa Fe, presencian el debate los cinco acusados. Se trata de Fabián Antonio Marín Hernández, de 46 años y nacionalidad colombiana, y cuatro salteños: Sergio Rafael Velarde (36), Santos Eriberto Bamba (39), David Gustavo Sagardoy (43) y Roberto Carlos Rodríguez Luna (34).
Durante las audiencias, que se retomarán el próximo jueves, se escucharon testimonios de agentes de la policía que participaron de los allanamientos y detenciones, y también de María Inés Otaduy, quien al momento de los hechos era jefa de la División Jurídica de la Dirección Regional Aduanera de Resistencia de la Afip y quien, junto con el director regional Bione formularon ante la Fiscalía Nº 2 de Formosa denuncia penal por el contrabando de las plantas vivas a Italia.
Según la reconstrucción del caso que se investigan, el 23 de marzo de 2009, seis troncos de palo borracho ingresaron a la Argentina desde Paraguay, vía Clorinda, en tres containers del tipo Open Top (que en su parte superior sólo están cubiertos por una lona o mediasombra removible, sujeta con sogas). La Aduana no comprobó ninguna irregularidad, precintó las compuertas y extendió el certificado de rigor. Así siguieron viaje, en un convoy de tres camiones argentinos, hacia el puerto de Buenos Aires. La caravana tomó la ruta nacional Nº 11 a las 17.10 del 23 de marzo de 2009.
A las 5.20 del día siguiente, uno de los camiones fue captado por las cámaras de seguridad del peaje de Florencia (departamento santafesino de General Obligado). Los otros dos recién lo hicieron a las 10.50 de la mañana. Es decir que uno de los vehículos se separó del convoy.
Recién varias horas más tarde la fila volvió a formarse. Fue en el peaje de General Lagos, en la autopista Rosario-Buenos Aires. Esos datos llevan a los pesquisas a sostener que uno de los camiones estuvo solo unas cinco horas, tiempo suficiente para desviarse a San Javier.
¿Pero cómo y dónde fue ahuecado el árbol que llevaba la droga? ¿En qué lugar se hizo el intercambio de droga por la pulpa del tronco?, son interrogantes que se desprendieron en la investigación y que serán analizados por la presidenta del Tribunal Oral Federal, María Ivón Vella y los vocales José María Escobar Cello y Otmar Paulucci, mientras que la acusación está a cargo del fiscal general Martín Suárez Faisal, juntamente con el fiscal federal de la ciudad de Reconquista, Roberto Salum, quien intervino durante toda la instrucción de la causa.
El miércoles 6 de mayo de 2009, poco antes de la medianoche, los uniformados ingresaron a la finca de Colonia Francesa, ubicada sobre la banquina de la ruta provincial Nº 1 y sorprendieron a tres hombres: Fabián Antonio Marín Hernández, un ciudadano colombiano oriundo de Cali, de 44 años, que residía en el lugar desde hacía cinco meses; y los salteños Sergio Rafael Velarde, de 32 años, y Santos Heriberto Bamba, de 35.
Momentos después, también cayó el neuquino David Gustavo Sagardoy, de 41 años, quien llegó al lugar en medio del operativo en una 4x4 y terminó atrapado tras un frustrado intento de escape. El quinto imputado es Roberto Carlos Rodríguez Luna (34), atrapado en junio de 2009 en el partido de Avellaneda.
Los precintos, intactos
Según se descubrió, eran los custodios de la base narco que triangulaba cocaína con destino al sur de Italia. La droga viajaba en troncos ahuecados de palo borracho, la “especie exótica” que Luglietto importaba para sembrar en las residencias de empresarios de su país.
Por la geografía que rodea la casa de Colonia Francesa es imposible que un camión haya bajado los 150 metros que separan la ruta de la vivienda. Además, los precintos del contenedor no fueron violentados. Por eso, la hipótesis de los investigadores es que el camión estacionó a la vera de la ruta para cambiar contenidos.
En ese sentido, no se descarta que, como el container sólo tiene una lona removible en su techo, uno o más hombres hayan trabajado ahuecando el tronco durante el viaje. Para muestra, en la casa no sólo quedaron las bolsas con restos de madera sino también tres motosierras desarmadas y embaladas para tal fin.
Ahora, todos imputados están acusado del delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización agravado por haber intervenido más de tres personas organizadas para cometerlo (artículos 5, inciso “c”, y 11 inciso “c” de la ley 23.737). La defensa de Marín Hernández está a cargo de Gustavo M. González. Mientras que Velarde, Sagardoy y Bamba son asistidos por los defensores públicos oficiales Germán Artola y Fernando Sánchez, y Rodríguez Luna es defendido por Ricardo Degoumois y Gabriel Micheloud.
La Camorra napolitana
La detención de Arturo Luglietto, el empresario artístico acusado de liderar una organización internacional de narcos que tenía su base de exportación de cocaína en cercanías de la ciudad santafesina de San Javier, no sólo desnudó cómo funcionaba el negocio de esa banda sino que expuso la presencia en el país de uno de los clanes de la Camorra napolitana.
Según los investigadores, desde el 2000 la poderosa organización económica y criminal que tiene su asiento en Campania (provincia del sur de Italia), extendió sus tentáculos hacia todo el mundo para manejar prósperos negocios detrás de los cuales ocultan el tráfico de armas y drogas, la prostitución y la extorsión entre otros rubros. En ese mapa global, la Argentina en general y Santa Fe en particular parecen haber tenido su lugar asignado.
La prensa italiana precisó que la investigación que trajo a los pesquisas europeos hasta Colonia Francesa, el paraje del departamento San Javier desde donde se exportaba cocaína dentro de troncos de palo borracho ahuecados, “nació a fines de 2007”. Y que tuvo su pico de certeza el 28 de agosto de 2008.
Aquel día, Arturo Luglietto quedó bajo la lupa de los investigadores tras ser identificado como el dueño de un cargamento de 478 kilos de cocaína que llegaron al puerto de Vado Ligure, en Nápoles, ocultos en tres contenedores cargados de muebles y artesanías mexicanas. Desde entonces, la Guardia de Finanzas empezó a seguir los pasos de este empresario que realizaba constantes viajes a Sudamérica para cerrar negocios artísticos. Y, además, a analizar sus lazos familiares y comerciales.
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