Le preguntaron por un auto que
estaba en venta y les abrió la puerta. Fue en Ocampo al 1900. Los
ladrones golpearon al hombre, de 83 años, y a su hija que llegó minutos
después.
Dos delincuentes les robaron
15 mil pesos en efectivo a un hombre de 83 años y a su hija, a quienes
retuvieron y golpearon el jueves a la tarde en su domicilio de Ocampo al
1900. Según comentó la mujer, los hampones ingresaron a la vivienda
mediante un ardid que les permitió que el anciano les abriera la puerta.
A pesar de los golpes recibidos, las lesiones de las víctimas no
revistieron gravedad.
El jueves último, alrededor de las 18,
cuando parecía que la tormenta por fin traería un poco de desahogo con
agua fresca, Andrea llegó con las carpetas de sus alumnos a cuesta a la
casa donde vive junto con su padre, en Ocampo entre Moreno y Dorrego, en
el límite del barrio del Abasto con el Parque Independencia y a menos
de 30 metros de la Dirección Municipal de Tránsito.
Al accionar el picaporte, la mujer
comprobó que la puerta estaba abierta. Lo primero que pensó es que su
papá se había olvidado de ponerle llave. Pero pronto se daría cuenta que
no era cuestión de olvidos, sino que dos ladrones habían ganado el
interior de la vivienda y tenían a su padre retenido.
"Entré y casi sin mirar llegué al
living. Ahí salió de la nada un tipo que me dijo «esto es un robo». Y me
tiró al piso", recordó Andrea.
Dato. Los maleantes
habían llegado con un dato preciso. "Dame la guita. Acá compran y venden
autos", le dijo a Andrea uno de los ladrones antes de pegarle varios
culatazos en el cuerpo y la cabeza.
Los delincuentes también golpearon al
padre, al que maniataron con precintos. "Ahí perdí la cabeza. Y el que
me tenía apuntada me dijo: «hija de puta, dame la plata o te hago mierda
acá nomás". Andrea tragó saliva. Pensó en su padre, que estaba
maniatado junto a ella, miró el caño del arma y esperó a que el tiempo
pasara.
A los pocos minutos, de tanto hurgar,
los ladrones encontraron 15 mil pesos tras una puerta bajo llave en el
modular. Entonces dejaron a padre e hija atados de pies y manos.
El papá logró zafarse de las ataduras y
entonces le quitó a Andrea el alambre con el que los ladrones le habían
ajustado los tobillos. Así, ella pudo caminar —con la manos aún atadas
con alambre— hasta la Dirección de Tránsito y pidió ayuda.
Auto. "A los ladrones
les abrió la puerta mi papá porque tocaron timbre y preguntaron:
«Venimos a ver el auto que está a la venta». Mi papá les dijo que ya lo
habían vendido. Y para explicarles mejor abrió la puerta. Entonces lo
empujaron hacia adentro", contó Andrea.
Una vez que la mujer llegó, uno de los
ladrones la tiró al suelo y luego la llevó hasta la habitación de su
padre. "La pieza era un completo desastre, todo revuelto. A mi papá lo
tenían sentado en la cama con sus manos maniatadas con precintos
plásticos. Para él fue muy duro porque mi mamá falleció hace tres años y
él tenía toda su ropa acomodada y no quería que nadie se la tocara",
relató la mujer.
Con las víctimas sentadas en la cama,
uno de los delincuentes se quedó custodiándolos y el otros siguió
revolviendo todo. "No hubo lugar en el que no buscaran. Uno me decía
«dame la guita, acá se venden y compran autos». Y yo le decía que no
sabía nada de la plata. Que mi hermano hace algún negocio ocasionalmente
con la venta de un auto, pero él ni siquiera vive con nosotros",
explicó Andrea.
Culatazos. "Mientras
revisaban en el living —agregó Andrea— se percataron que todas las
puertas del modular se podían abrir, menos una. Entonces me pidieron la
llave. Les dije que no la tenía. Entonces uno de ellos me empezó a pegar
culatazos en las piernas y en la cabeza. Después le pegó a mi papá y
eso me hizo perder los estribos. Ese (el pegador) era el que estaba más
loco. Después buscaron una herramienta que tiene guardada mi papá y
forzaron la puerta del modular. Ahí encontraron la plata".
El hallazgo del dinero, 15 mil pesos
fruto de la venta de un auto, marcó el final del robo. En la cama
quedaron maniatados Andrea (con alambres) y su papá (con precintos).
"El logró soltarse y me sacó los
alambres de las piernas. Entonces salí a la vereda y no había nadie. Con
las manos atadas atrás corrí hasta Tránsito y pedí ayuda. Un empleado
me sacó el alambre y llamó a la policía", relató Andrea sobre el
desenlace de la espantosa experiencia que debió afrontar durante unos 30
minutos.
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