Los más hermoso que te puede pasar al final del día, es llegar a casa y abrazarla.
Hola! ¿Cómo están mis queridas lectoras? Yo, afortunadamente feliz
aunque también muy cansada. Es que en estos últimos tiempos no paro ni
un segundo. ¡Les juro que cuando llego a mi casa tengo que acostarme en
la cama con las piernas levantadas!
Lo que pasa es que, como ya habíamos hablado en alguna oportunidad, “wonder woman” sólo existe en los comics…
Empecé con mucha garra el teatro -funciones de miércoles a
domingos- y, además, el programa de televisión semanal. Si agregamos a
la receta una hija, una casa y un novio: ¡BINGO! El resultado, ¡estrés!
Pero bueno. No hay que exasperarse.
Sin embargo, existe una razón por la que verdaderamente me
desespero. Día tras día, luego de largas jornadas de trabajo, siento una
gran ansiedad por llegar a casa para abrazar y besar a mi hija. ¡Ay!
¡Qué lindo es ese momento! Tanta es la alegría que siento que a veces me
pregunto, ¿será normal tanto amor?
Sinceramente, no entiendo a esas madres que no les dan ni cinco de
bolilla a sus hijos. No sólo no comprendo esa actitud sino que, además,
me indigna. ¿Para qué lo trajeron al mundo si después no les brindan su
atención?
Los hijos necesitan AMOR Y LÍMITES. De no contar con AMBOS no
podrán crecer sanos y todo se deberá a la inconsciencia de los padres.
Es importante saber que la personalidad de los chicos es el resultado de
lo que los padres hacen o dejan de hacer y lo que es peor, de todo
aquello que no hicieron nunca.
Por eso, hoy tenía ganas de recordarles que si tienen la suerte de
tener a su hijo cerca, lo único que hace falta es brindar un par de
mimos, besos, abrazos y en lo posible mantener mucho diálogo. Pero ojo,
que ¡LO IMPORTANTE NO ES LA CANTIDAD, SINO LA CALIDAD!
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