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viernes, 30 de diciembre de 2011

"De Cromañón duele que aún nadie se hizo cargo"

A siete años de la tragedia, queda un ícono del dolor: las zapatillas colgadas en el "santuario" en el barrio porteño de Once. Hoy habrá una serie de actos en Plaza de Mayo y en ese escenario para recordar a las víctimas.

 

Daniela Cuturie es una víctima de Cromañón. A siete años de la tragedia que conmovió al país y produjo 194 muertes, la joven de 24 años aún ignora quién fue el que la salvo, si es que se trata de una persona. Como lo contó en una carta de lectores que publicó el miércoles La Capital, en el momento del fuego y las corridas se desmayó. Se despertó en la calle, "llena de hollín, mojada, asustada pero viva". Se abrazó con su hermano, también milagroso sobreviviente.

Es interesante el diálogo con esta chica porteña, nacida en Avellaneda y hoy asentada en Rafaela. Vive con su novio y con él sigue escapando a una y otra ciudad a ver los recitales. El último que presenció, el de La Vela Puerca en Sunchales, pero una semana antes había estado en el Dixon (Rosario) donde tocaron los uruguayos.

"Me gusta el rock y la cultura rock y seguir la banda que sea. Mi primer recital fue La Renga en River cuando tenía 15 años, dos antes de Cromañón. Previo a la tragedia de Once, a Callejeros lo había ido a ver a Excursionistas, a Obras y a las presentaciones en las plazas", recuerda.

A partir de este punto, su relato aporta datos quizá incluidos en el expediente judicial contra Omar Chabán y Callejeros pero que nadie se encargó de hacerlos trascender al gran público, y por eso suenan extraños, reveladores. Por ejemplo, que Callejeros esa semana completaba tres noches consecutivas de presentación en el boliche de Chabán para cantar, respectivamente, las canciones de cada uno de los cidís lanzados hasta el momento: "Sed" (2001), "Presión" (2004) y "Rockanroles sin destino" (2004).

Daniela es de las pocas personas que estuvo en las tres. "En el primer recital fue cuando se prendieron más bengalas, tantas que prácticamente no se pudo ver el escenario en ningún momento", evoca mansamente. La frase sacude al cronista y al notar la reacción, explica: "Es que las bengalas eran parte de los recitales, de Callejeros y de cualquier banda. Por eso es que digo que son muchos los culpables y, como parte del público, también me siento".

Brinda otro dato que vale repasar: "La última noche, Chabán se subió a un parlante que estaba al lado nuestro y empezó a gritar: «No sean pendejos pelotudos, no prendan más bengalas». Creo que él presentía lo que podía ocurrir; sin embargo después la puerta de salida de su local estuvo trabada".

El recuerdo de la noche dolorosa parece servirle para expurgar la pena. Al menos eso se presiente en su predisposición al diálogo, el tono amable y la atención a las preguntas. Lo hace mientras camina por Buenos Aires donde se prepara para participar hoy de los actos con que se recordará Cromañón. A las 11, muestra de fotos "Vidas robadas, sueños en marcha"; al mediodía, conferencia de prensa; a las 18, misa en la Catedral metropolitana, y a las 19 acto en la Plaza de Mayo que culminará con una marcha hacia Plaza Once, según nos apunta.

—¿Sentís que Callejeros también son culpables?
—Y, ellos después siguieron tocando... No los ataco porque también perdieron parte de sus familias, pero uno lo que ve es que nadie salió a hacerse cargo de nada después de la tragedia. Eso es quizá lo que más duele. No van a encontrar un culpable y es que no hay uno solo. Yo también me incluyo, y también a Callejeros. Las bengalas se prendían y nadie puede decir que reaccionó fuerte en contra.

—¿Perdiste alguna persona conocida aquella noche?
—Muchos. Cuando uno sigue a las bandas siempre se hace una previa, y ahí conocés y te familiarizás con otros. Conocí mucha gente y se perdieron muchos chicos. Figuran 194 muertos pero hay más, porque muchos chicos luego se quitaron la vida y también algunos padres.

—¿En qué te cambió la vida el suceso?
—En todo. Cuando sucedió tenía 17 años, y hoy lo puedo hablar al tema. En mi caso fue todo tristeza, me costó mucho. Necesité el apoyo de los psicólogos, pero que mis viejos me hayan bancado como lo hicieron, en todo, me permitió salir adelante. En el medio se dio una operación de columna que me tuvo a mal traer. Yo tenía escoliosis desde chica y la noche del recital, al ser pisada, se me aflojó la prótesis. Necesitaba otra, era duro conseguirla hasta que recurrí a una asociación civil que me consiguió una nueva. Me operé por decisión propia en Casa Cuna, estuve en terapia intensiva y con respirador artificial. Pero salí. Fue bravo.

—¿Qué te terminó llevando a Rafaela?
—Mi novio. Y quería alejarme un poco de Capital Federal y la gente.
 

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