El Concejo Municipal los declaró Jóvenes Santafesinos Destacados. La carrera fue en el desierto de Atacama, en Chile. Ganaron el segundo lugar y llegaron primeros entre los equipos argentinos.
|
Seis meses de preparación, dos días de carrera, nueve autos en la competencia, más de 1.000 kilómetros en el desierto, 10 litros de agua por día, unos 35 grados de diferencia de temperatura entre el día y la noche y un magnífico segundo puesto: esos son algunos de los números que dejó la carrera por el desierto de Atacama, en Chile, al equipo GTA de la Universidad Tecnológica Nacional Regional Santa Fe, que expuso a La Criatura a los desafíos más extremos y los superó. Sin embargo, para quienes creen que las cifras son lo más importante para los ingenieros, el miércoles a la noche apenas llegaron a Santa Fe los nueve integrantes del equipo lo primero que hicieron fue contar anécdotas que fusionaban las cuestiones técnicas con lo emotivo. Desde el compañerismo entre los equipos de la competencia, hasta el apoyo que recibieron de quienes los encontraron viajando en las rutas argentinas y los llamados continuos de profesores, familiares y amigos, “todo influyó en el logro”, aseguraron. Por lo singular de la competencia, el Concejo Municipal los declaró Jóvenes Santafesinos Destacados y desde la UTN ya están organizando conferencias para que el trabajo del equipo de estudiantes y profesores se difunda, y que esta experiencia sirva de disparador para proyectos futuros. En medio del agasajo organizado por la UTN para recibir al equipo local, Diario UNO dialogó con el ingeniero Alejandro Albanesi, uno de los protagonistas. —¿Cuáles fueron los aspectos técnicos de La Criatura que les permitieron la ventaja sobre los otros equipos? —El auto solar de la UTN Santa Fe se caracterizó por una buena aerodinámica, un buen chasis de aluminio (muy liviano) y estabilidad al andar y maniobrabilidad. Por ejemplo, nosotros cubrimos las ruedas, y eso fue algo que otros equipos no tuvieron en cuenta y que disminuye la resistencia al avance. Además, los pilotos iban protegidos por la carrocería, lo que evitó que vayan al descubierto en pleno desierto, que se deshidrataran rápido, que recibían viento con arena y sal. El giro del panel solar también fue algo inusual. Sólo dos autos teníamos mecanismo para girar el panel durante el día para ubicarlo perpendicular al sol para aprovechar al máximo la incidencia de radiación solar y aumentar la generación de los paneles. —¿Cómo fue la carrera? —El piloto siempre estaba comunicado con las dos camionetas por handy, una viajaba adelante y otra atrás del vehículo. Desde cuestiones de tránsito, como resguardarlo de un sobrepaso de camiones, hasta si necesitaba agua, estábamos en contacto permanente. Ante el aviso del piloto, el resto del equipo tenía cada uno su función: ayudar a bajar al piloto, revisar el auto, etcétera. En general cada parada era de entre 20 y 30 segundos, y se volvía a partir. Así evitábamos que nos alcancen los demás equipos. La carrera terminaba al atardecer. Llegábamos a un punto de control, que estaba a unos 30 kilómetros de la ciudad más cercana y subíamos el auto al trailer para remolcarlo al pueblo donde íbamos a pasar la noche. Ahí buscábamos un hostel y generalmente llevábamos todo los autos a la plaza para que la gente los vea. A cada equipo se le asignaba un observador que vigilaba que no se hicieran cambios en la mecánica del auto. “Llegando a Santa Fe, escuchamos en una radio que hablaban de la carrera y decían que habíamos salido segundos. Nos pusimos tan contentos que bajamos, y le sacamos la lona al trailer. Dejamos al descubierto el cartel que decía Proyecto Vehículo Solar y comenzamos el trayecto hacia la Facultad tocando bocina. Mucha gente que leía el cartel nos saludaba con bocinazos o con la mano. Sentimos una alegría enorme”, finalizó Alejandro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario