El detalle de los tres testimonios de la mamá de la víctima. La relación con su marido, el recuerdo de su hija y los acusados.
La aparición del cuerpo sin vida de Candela Sol Rodríguez demonizó la imagen de una madre que hasta ese momento había conseguido conmover a todos con un discurso recargado de sentimientos. La sospecha sobre una deuda económica que los supuestos captores le reclamaban comenzó a cobrar fuerza junto con la aparición de los antecedentes delictivos que involucraban a todo su círculo familiar. En pocas horas, Carola Labrador pasó a estar en el ojo de la tormenta. Y en el centro de todas las acusaciones. Los investigadores del caso fueron los primeros en deslizar que la familia había ocultado información en el transcurso del secuestro. En el expediente –al que tuvo acceso PERFIL– Carola declaró tres veces. Y a su modo, contó toda su verdad. Candela. El primer extracto de su declaración es sobre la denuncia que realizó el lunes 22 de agosto en la comisaría de Villa Tesei: “La busqué por los domicilios de amigas, compañeras de escuela y familiares, pero no sé nada. No hubo ninguna discusión. Es la primera vez que se va de mi casa”. Cuando volvió declarar su hija ya estaba muerta. En aquella oportunidad, aportó más datos sobre la ropa que vestía su hija, el peinado que llevaba y, por primera vez, habló de su marido y de la relación que él tenía con Candela. Carola explicó que su hija salió de su casa “con el pelo planchado y recogido hacia el lateral izquierdo, sujeto con una colita”, pero refirió que cuando reconoció su cuerpo notó que el peinado que utilizaba “era de torzadas con no menos de diez banditas elásticas de color verde”. “Ese peinado no le duraba más de dos días. Podía tardar hasta una hora y solía hacerlo con sus propias manos”. A su vez, contó que su hija “amaba demasiado a su padre” y entendió que pudo “haber sido engañada o convencida de hacer algo” por una promesa vinculada a su marido. “Lo único que podía llevar a transgredir a Candela, sin que llegara a saberlo, es relacionarse con un joven, por ejemplo”. “Candela era muy buena alumna. Fue abanderada de la escuela pero si en algo se destacaba era que siempre quería actuar en los actos. Si no la elegían, pedía por favor que la incluyan”, reconoció Carola. “En cuanto a los límites a Candela, yo no la dejaba salir sola. O salía conmigo o alguna amiga la pasaba a buscar o la acompañaba su hermano mayor Emmanuel. Sí hacía las compras en el barrio sola pero porque yo la mandaba o porque ella necesitaba algo”. Su esposo. Sobre su marido, Alfredo Rodríguez, a quien menciona como “Juancho”, recordó que lo conoció “hace unos trece años en un boliche donde cantaba Rodrigo”. “Nos conocimos y empezamos a salir. Yo ya tenía a Emanuel de una relación anterior, que por entonces tenía un año y dos meses. Al muy poco tiempo nos fuimos a vivir juntos. Primero vivimos en un departamento de mi papá, en San Martín. Mi papá fue concejal de San Martín, pero como no lo quería a Juancho, nos terminó vendiendo el departamento y nos dejó en la calle”. Carola recordó que cuando se fueron a vivir juntos, ella trabajaba como empleada municipal en el cementerio de San Martín. “Cuando asumió Ricardo Ivoskus (actual intendente de San Martín) echaron a todos los que éramos peronistas, y por eso me quedé sin trabajo”.
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