Empezaron a dar de comer a unos 30 chicos en Villa Banana y cuando los trasladaron al barrio La Boca (Garay al 4400) ampliaron la actividad y ahora preparan el almuerzo a 135.
La Capital |
Empezaron a dar de comer a unos 30 chicos en Villa Banana y cuando los trasladaron al barrio La Boca (Garay al 4400) ampliaron la actividad y ahora preparan el almuerzo a 135. Pero eso no es todo. También proyectan crear un club social.
Vidal Ocampo y su esposa Fidela armaron un comedor en el garaje de su casa para dar el almuerzo y la copa de leche a 135 chicos. En el mismo lugar empezaron un taller de costura para las mujeres y con la ayuda de los vecinos levantaron las paredes para construir un gran salón de actividades deportivas y recreativas. El sueño es que haya un club que reúna a la gente y así se pueda sacar a los chicos de la calle. Les faltan chapas y tirantes para poder realizar el techo.
Vidal viene de familia de escoberos y mantiene ese oficio junto con su hermano. En la parte de adelante de su pequeño taller que, a la vez es el garaje de su casa, su esposa cocina el almuerzo los viernes y sábados, y los miércoles y jueves, la merienda para 135 chicos de la zona.
Para ello, la Municipalidad les otorga 5.400 pesos que les tienen que alcanzar para todo el mes. Esto significa que reciben mensualmente 2,50 pesos por chico. ¿Y si no alcanza? “Los pongo de mi bolsillo”, señala Vidal con la sonrisa resignada de quien tiene conoce de sobre que le falte comida.
“No quisiera irme de este mundo sin haber concretado mi sueño”, dice Fidela. Anhela contar con un lugar físico amplio para que los chicos y sus familias coman. Ahora ella les cocina y las familias retiran las raciones en diversos recipientes.
“Yo quisiera que se quedaran a comer acá”, dice la mujer que en algún momento instaló un tablón que pronto quedó chico.
“Quisiera poder enseñarles a tomar los cubiertos, a que se laven las manos antes de comer, servirles un vaso de agua frescao de jugo, una ensalada o hacerles un postre casero”, expresa.
A su vez, Fidela quiere ver cuánto comen y qué comen. Le preocupa que lo que se llevan a la casa realmente se aproveche.
A su vez, Fidela quiere ver cuánto comen y qué comen. Le preocupa que lo que se llevan a la casa realmente se aproveche.
“A veces vienen con un tarro a buscar la comida y dudás si no estará contaminado, o vienen con cualquier envase; nosotros intentamos enseñarles qué tipo de recipiente es el mejor para trasladar la comida”, cuenta el matrimonio que comparte ciento por ciento este proyecto.
Y cuando Fidela cocina para el comedor, lo hace también para sus hijos. “La comida tiene que estar tan rica como si la hiciera para mis hijos”, remarca y Vidal acota que “si sobra” comen lo mismo que los demás.
También, se preocupan por que las raciones sean nutritivas y completas; ya hicieron varios cursos algunos organizados por el Banco de Alimentos para saber cómo cocinar mejor.
Y también deportes. Como si fuera poco, Vidal armó una asociación civil con el nombre Club Atlético Defensores de Lima, siempre con el deseo de que haya un club en el barrio.
Para esto la pareja gestionó un terreno, al fondo de la casa, y lo consiguió. Tiene 20 metros de largo por 4,5 de ancho. Allí levantaron las paredes, les faltan tres hileras de ladrillos, los tirantes y las chapas, además de lo necesario para construir un baño, las aberturas y las puertas.
“Queremos hacer un lugar para que se puedan poner las mesas y tener el comedor. También para que los chicos puedan venir a hacer la tarea o que los grandes vengan a jugar al truco y también hacer actividades recreativas”, explica Vidal.
Pegado al futuro salón multiuso hay una cancha de fútbol municipal que usan los chicos. “Pueden venir los padres mientras los pibes juegan. Es fundamental que hagan un deporte para que no estén vagando en la calle o en las esquinas drogándose”, señala el emprendedor.
“Así iríamos armando un club, pero no queremos que sea competitivo, ni que entren en una liga, sino que sea un espacio de contención; nos conformamos con que jueguen al fútbol, remonten un barrilete o que los viejitos jueguen a las cartas o simplemente pueden tomar un mate”, explica Fidela que ya proyecta varias actividades para el salón que aún no está techado.
Los integrantes de la asociación, que son 15 vecinos que junto con Vidal levantaron las paredes del prometedor ámbito, dicen que la Municipalidad adeuda al barrio fondos del Presupuesto Participativo (PP) destinados al fortalecimiento de clubes, algo que salió votado pero que nunca recibieron.
“Tenemos que tener un lugar donde puedan venir todos y que no haya horarios, necesitan sí o sí contención en todo momento, sino será imposible sacarlos de la droga o que los agarren como soldaditos. Nosotros vemos que tenemos que empezar antes porque los otros los captan desde muy chicos”, expresó Fidela con notable preocupación.
En muchas oportunidades, desde el Centro de Distrito Oeste le dijeron a Fidela que llevara para allá a los chicos. “Lo que pasa es que tienen que cruzar la avenida presidente Perón y las autoridades no se dan cuenta de que después de esa arteria para los chicos ya hay otro mundo; por eso no van”, argumenta.
“Nuestra idea es enfocar las actividades para toda la familia. Sin horarios, ni cupos, ni edades, siempre estaremos abiertos”, confirma con seguridad.
Desde el 99. La aventura de Vidal y Fidela comenzó en 1999 y en Villa Banana cuando llevaban a los chicos a jugar al fútbol y si podían les preparaban la merienda.
“Después vino la época de los saqueos y hacíamos una olla popular y la repartíamos”, recuerda Vidal. Más tarde se trasladaron al actual domicilio, (Pasaje 1114, Nº 3134) y en el garaje empezó el taller de costuras del que participaban 45 mujeres. Allí arreglaban la ropa rota de los chicos “y la que no sabía coser limpiaba el barrio” cuenta Fidela. Luego empezaron a poner dos pesos cada una todos los días y con eso comenzaron a cocinar para dar de comer a las familias de todas un día a la semana.
Así se fue incrementando el comedor hasta hoy: se sirven 135 raciones y se atiende a aquellos que golpean la puerta de Vidal para esperar algo. Seguro lo encuentran.
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