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domingo, 15 de abril de 2012

Justicia, fue lo que reclamaron los santafesinos en la Peatonal

Con dos marchas multitudinarias, los santafesinos demostraron su indignación por el abuso sexual que sufrió, el martes al mediodía, una joven empleada de un comercio en la peatonal.

La impotencia de saber que podía hacer con ella lo que quisiera, la humillación física y psicológica, el quebrantamiento de su voluntad, son las consecuencias con las que deberá lidiar la joven empleada de comercio que el martes al mediodía fue violada por un delincuente en su lugar de trabajo, en la peatonal santafesina. Pero esa joven, de 23 años, no está sola. Y para ayudarla a procesar lo que sufrió, para que se recupere, para que se vuelva a levantar y pueda retomar los planes que tenía para su vida, marcharon estes sábado varios cientos de personas por calle San Martín. Pedían justicia por ella y, también, que este caso sea un verdadero quiebre en la forma en cómo son investigadas, juzgadas y condenadas este tipo de agresiones. Y es que la presunción de que el hombre de 21 años, detenido como presunto autor del hecho tendría antecedentes de ataques sexuales, no es un dato más. Sino que muestra una clara falla de los sistemas que deben garantizar la seguridad de los ciudadanos y sancionar la responsabilidad de los delincuentes. Dos marchas, un reclamo En la marcha –la segunda desde que se produjo el ataque– volvieron a aflorar las emociones de los familiares de la joven, y se multiplicaron las muestras de apoyo y afecto que recibieron el jueves, durante la primera movilización, de parte de comerciantes, trabajadores y trabajadoras. Entre el murmullo de conversación permanente, surgían memorias sobre qué estaba haciendo cada uno que la conocía durante el momento que ocurrió la agresión. “Yo pasaba siempre por el negocio a saludarla. El martes iba muy apurada y no frené, porque sabía que nos íbamos a quedar charlando y no tenía tiempo. Eran justo las 12.20. Ni siquiera miré para adentro”, contó una de las mejores amiga de la víctima, quien desde hace cuatro días no puede evitar pensar si la historia hubiera sido distinta para su amiga, si ella hubiera frenado en el negocio ubicado en San Martín al 2100. Se lamenta, sacude las lágrimas con el dorso de la mano y sigue aplaudiendo. Ahogo de furia Es que el martes, a las 12.20, la joven estaba atada de pies y manos en el fondo del comercio. Estaba presa de un hombre que, amenazándola con una cuchilla, la paralizó y la sometió a los peores vejámenes. Luego la dejó desesperada, en shock, en ese galpón y fue hasta la zona de atención al público. Eligió la mercadería que se quería llevar, desnudó un maniquí y guardó todo en una bolsa de consorcio azul. Hasta dialogó con la prima de su víctima, a quien le dijo que la joven había salido a hacer un mandado, “que la esperaran afuera”. Terminó de empacar el botín, cerró con llave la vidriera, se tomó un remís y se fue. La prima de la víctima y el novio de ésta seguían esperando en la peatonal. Pasaron entre 10 y 15 minutos cuando la vieron, a través del blindex, venir saltando –como las ataduras se lo permitían– desde el fondo. El reflejo del sol sobre el vidrio, y el horror de la escena los hizo dudar –por una milésima de segundo– de lo que estaban viendo. El quejido de la joven los hizo reaccionar. De una patada rompieron el vidrio y la sacaron. Ahogada por la furia, el terror, el dolor y los sollozos, la víctima esbozó lo que le había pasado. Siguió una denuncia policial que activó un velocísimo raid que llevó a los agentes de seguridad pública al centro de control de la Municipalidad, donde están las cámaras que filman el movimiento de la peatonal. Había quedado registrada la escena del hombre que sale del local con la bolsa azul y se sube a un remís. En la empresa del vehículo le indicaron qué chofer conducía el auto. Su testimonio guió a la policía hasta la casa del sospechoso, en calle Javier de la Rosa al 3.600, de barrio San José. El chalecito blanco, que se destaca en un barrio humilde, de calles de tierra y olor a abandono, se rodeó de vecinos curiosos. Pero ya sabían qué había pasado en el microcentro, sólo querían ver la escena de cuando el muchacho era detenido. Coincidencias y sospechas Desde las ventanas con rejas pintadas de azul, ya se veían los bolsos con mercadería. Y cuando llegó el juez de Instrucción penal, Nicolás Falkenberg, se realizó el allanamiento. Todo indicaba que no era la primera vez que este muchacho robaba un comercio. Una vecina indicó que el joven se había ido a la casa de su novia, en barrio Paproski, en Monte Vera. Dicen los testigos ocasionales de la detención que la novia del presunto agresor –una adolescente de condición muy humilde– lloraba de la vergüenza ajena y del horror que le provocó la noticia. A menos de cuatro horas de ocurrido el hecho, el joven de 21 años, identificado como J.J.M. había sido detenido. Ahora, se espera que entre mañana y el martes preste declaración indagatoria en la justicia. Durante la investigación, la policía realizó un entrecruzamiento de datos y determinó que las características del caso coinciden con otros hechos cometidos, de los cuales aún no se había hallado al responsable. Por la modalidad del robo y el lugar en que fue ejecutado, se presume que actuó el 17 de marzo pasado, en un negocio ubicado en cercanías de la peatonal San Martín y calle La Rioja, donde amenazó con un arma blanca a la empleada, se llevó su cartera, 600 pesos y dejó a la joven maniatada. Además, se cree que podría ser el autor de un abuso sexual, cometido el 9 de abril, en un comercio ubicado en inmediaciones de la peatonal San Martín y calle Juan de Garay. Tras el robo, la mujer fue maniatada y el delincuente abusó de ella con tocamientos. Sin embargo, el caso más trascendente sería un hecho ocurrido en la ciudad de Esperanza, el 31 de marzo pasado, con características muy similares al que ocurrió el martes en Santa Fe. En aquella oportunidad, un hombre ingresó a un local comercial ubicado sobre calle Rivadavia al 2.200 de la ciudad de Esperanza, amenazó con un arma blanca a la única empleada del negocio, y la obligó a ir hasta el fondo del negocio. Allí la maniató e intentó abusar de ella. Sin embargo, la agresión de frustró porque la mujer comenzó a gritar con desesperación y el delincuente se fugó –según los testigos– a bordo de una bicicleta negra. Policías de Investigaciones de Esperanza compararon la identidad del delincuente detenido el martes en Santa Fe y descubrieron que J.M.M., de 22 años, tiene familiares en la ciudad de Esperanza. Al ser consultados, los parientes coincidieron en afirmar que el muchacho detenido estuvo el sábado 31 de marzo pasado en Esperanza, y que les pidió la bicicleta para salir a dar una vuelta. Al cabo de unas pocas horas regresó, devolvió el rodado y regresó a la ciudad de Santa Fe. La policía durante el allanamiento concretado en la vivienda de Javier de la Rosa al 3.600 secuestró elementos de aquel local comercial. La impotencia de saber que podía hacer con ella lo que quisiera, la humillación física y psicológica, el quebrantamiento de su voluntad, son las consecuencias con las que deberá lidiar la joven empleada de comercio que el martes al mediodía fue violada por un delincuente en su lugar de trabajo, en la peatonal santafesina. Pero esa joven, de 23 años, no está sola. Y para ayudarla a procesar lo que sufrió, para que se recupere, para que se vuelva a levantar y pueda retomar los planes que tenía para su vida, marcharon estes sábado varios cientos de personas por calle San Martín. Pedían justicia por ella y, también, que este caso sea un verdadero quiebre en la forma en cómo son investigadas, juzgadas y condenadas este tipo de agresiones. Y es que la presunción de que el hombre de 21 años, detenido como presunto autor del hecho tendría antecedentes de ataques sexuales, no es un dato más. Sino que muestra una clara falla de los sistemas que deben garantizar la seguridad de los ciudadanos y sancionar la responsabilidad de los delincuentes. Dos marchas, un reclamo En la marcha –la segunda desde que se produjo el ataque– volvieron a aflorar las emociones de los familiares de la joven, y se multiplicaron las muestras de apoyo y afecto que recibieron el jueves, durante la primera movilización, de parte de comerciantes, trabajadores y trabajadoras. Entre el murmullo de conversación permanente, surgían memorias sobre qué estaba haciendo cada uno que la conocía durante el momento que ocurrió la agresión. “Yo pasaba siempre por el negocio a saludarla. El martes iba muy apurada y no frené, porque sabía que nos íbamos a quedar charlando y no tenía tiempo. Eran justo las 12.20. Ni siquiera miré para adentro”, contó una de las mejores amiga de la víctima, quien desde hace cuatro días no puede evitar pensar si la historia hubiera sido distinta para su amiga, si ella hubiera frenado en el negocio ubicado en San Martín al 2100. Se lamenta, sacude las lágrimas con el dorso de la mano y sigue aplaudiendo. Ahogo de furia Es que el martes, a las 12.20, la joven estaba atada de pies y manos en el fondo del comercio. Estaba presa de un hombre que, amenazándola con una cuchilla, la paralizó y la sometió a los peores vejámenes. Luego la dejó desesperada, en shock, en ese galpón y fue hasta la zona de atención al público. Eligió la mercadería que se quería llevar, desnudó un maniquí y guardó todo en una bolsa de consorcio azul. Hasta dialogó con la prima de su víctima, a quien le dijo que la joven había salido a hacer un mandado, “que la esperaran afuera”. Terminó de empacar el botín, cerró con llave la vidriera, se tomó un remís y se fue. La prima de la víctima y el novio de ésta seguían esperando en la peatonal. Pasaron entre 10 y 15 minutos cuando la vieron, a través del blindex, venir saltando –como las ataduras se lo permitían– desde el fondo. El reflejo del sol sobre el vidrio, y el horror de la escena los hizo dudar –por una milésima de segundo– de lo que estaban viendo. El quejido de la joven los hizo reaccionar. De una patada rompieron el vidrio y la sacaron. Ahogada por la furia, el terror, el dolor y los sollozos, la víctima esbozó lo que le había pasado. Siguió una denuncia policial que activó un velocísimo raid que llevó a los agentes de seguridad pública al centro de control de la Municipalidad, donde están las cámaras que filman el movimiento de la peatonal. Había quedado registrada la escena del hombre que sale del local con la bolsa azul y se sube a un remís. En la empresa del vehículo le indicaron qué chofer conducía el auto. Su testimonio guió a la policía hasta la casa del sospechoso, en calle Javier de la Rosa al 3.600, de barrio San José. El chalecito blanco, que se destaca en un barrio humilde, de calles de tierra y olor a abandono, se rodeó de vecinos curiosos. Pero ya sabían qué había pasado en el microcentro, sólo querían ver la escena de cuando el muchacho era detenido. Coincidencias y sospechas Desde las ventanas con rejas pintadas de azul, ya se veían los bolsos con mercadería. Y cuando llegó el juez de Instrucción penal, Nicolás Falkenberg, se realizó el allanamiento. Todo indicaba que no era la primera vez que este muchacho robaba un comercio. Una vecina indicó que el joven se había ido a la casa de su novia, en barrio Paproski, en Monte Vera. Dicen los testigos ocasionales de la detención que la novia del presunto agresor –una adolescente de condición muy humilde– lloraba de la vergüenza ajena y del horror que le provocó la noticia. A menos de cuatro horas de ocurrido el hecho, el joven de 21 años, identificado como J.J.M. había sido detenido. Ahora, se espera que entre mañana y el martes preste declaración indagatoria en la justicia. Durante la investigación, la policía realizó un entrecruzamiento de datos y determinó que las características del caso coinciden con otros hechos cometidos, de los cuales aún no se había hallado al responsable. Por la modalidad del robo y el lugar en que fue ejecutado, se presume que actuó el 17 de marzo pasado, en un negocio ubicado en cercanías de la peatonal San Martín y calle La Rioja, donde amenazó con un arma blanca a la empleada, se llevó su cartera, 600 pesos y dejó a la joven maniatada. Además, se cree que podría ser el autor de un abuso sexual, cometido el 9 de abril, en un comercio ubicado en inmediaciones de la peatonal San Martín y calle Juan de Garay. Tras el robo, la mujer fue maniatada y el delincuente abusó de ella con tocamientos. Sin embargo, el caso más trascendente sería un hecho ocurrido en la ciudad de Esperanza, el 31 de marzo pasado, con características muy similares al que ocurrió el martes en Santa Fe. En aquella oportunidad, un hombre ingresó a un local comercial ubicado sobre calle Rivadavia al 2.200 de la ciudad de Esperanza, amenazó con un arma blanca a la única empleada del negocio, y la obligó a ir hasta el fondo del negocio. Allí la maniató e intentó abusar de ella. Sin embargo, la agresión de frustró porque la mujer comenzó a gritar con desesperación y el delincuente se fugó –según los testigos– a bordo de una bicicleta negra. Policías de Investigaciones de Esperanza compararon la identidad del delincuente detenido el martes en Santa Fe y descubrieron que J.M.M., de 22 años, tiene familiares en la ciudad de Esperanza. Al ser consultados, los parientes coincidieron en afirmar que el muchacho detenido estuvo el sábado 31 de marzo pasado en Esperanza, y que les pidió la bicicleta para salir a dar una vuelta. Al cabo de unas pocas horas regresó, devolvió el rodado y regresó a la ciudad de Santa Fe. La policía durante el allanamiento concretado en la vivienda de Javier de la Rosa al 3.600 secuestró elementos de aquel local comercial.

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