Con dos marchas multitudinarias,
los santafesinos demostraron su indignación por el abuso sexual que
sufrió, el martes al mediodía, una joven empleada de un comercio en la
peatonal.
La impotencia de saber que podía hacer con ella lo que quisiera, la
humillación física y psicológica, el quebrantamiento de su voluntad, son
las consecuencias con las que deberá lidiar la joven empleada de
comercio que el martes al mediodía fue violada por un delincuente en su
lugar de trabajo, en la peatonal santafesina.
Pero esa joven, de 23 años, no está sola. Y para ayudarla a procesar lo
que sufrió, para que se recupere, para que se vuelva a levantar y pueda
retomar los planes que tenía para su vida, marcharon estes sábado varios
cientos de personas por calle San Martín. Pedían justicia por ella y,
también, que este caso sea un verdadero quiebre en la forma en cómo son
investigadas, juzgadas y condenadas este tipo de agresiones. Y es que la
presunción de que el hombre de 21 años, detenido como presunto autor
del hecho tendría antecedentes de ataques sexuales, no es un dato más.
Sino que muestra una clara falla de los sistemas que deben garantizar la
seguridad de los ciudadanos y sancionar la responsabilidad de los
delincuentes.
Dos marchas, un reclamo
En la marcha –la segunda desde que se produjo el ataque– volvieron a
aflorar las emociones de los familiares de la joven, y se multiplicaron
las muestras de apoyo y afecto que recibieron el jueves, durante la
primera movilización, de parte de comerciantes, trabajadores y
trabajadoras. Entre el murmullo de conversación permanente, surgían
memorias sobre qué estaba haciendo cada uno que la conocía durante el
momento que ocurrió la agresión.
“Yo pasaba siempre por el negocio a saludarla. El martes iba muy apurada
y no frené, porque sabía que nos íbamos a quedar charlando y no tenía
tiempo. Eran justo las 12.20. Ni siquiera miré para adentro”, contó una
de las mejores amiga de la víctima, quien desde hace cuatro días no
puede evitar pensar si la historia hubiera sido distinta para su amiga,
si ella hubiera frenado en el negocio ubicado en San Martín al 2100. Se
lamenta, sacude las lágrimas con el dorso de la mano y sigue
aplaudiendo.
Ahogo de furia
Es que el martes, a las 12.20, la joven estaba atada de pies y manos en
el fondo del comercio. Estaba presa de un hombre que, amenazándola con
una cuchilla, la paralizó y la sometió a los peores vejámenes. Luego la
dejó desesperada, en shock, en ese galpón y fue hasta la zona de
atención al público. Eligió la mercadería que se quería llevar, desnudó
un maniquí y guardó todo en una bolsa de consorcio azul. Hasta dialogó
con la prima de su víctima, a quien le dijo que la joven había salido a
hacer un mandado, “que la esperaran afuera”. Terminó de empacar el
botín, cerró con llave la vidriera, se tomó un remís y se fue.
La prima de la víctima y el novio de ésta seguían esperando en la
peatonal. Pasaron entre 10 y 15 minutos cuando la vieron, a través del
blindex, venir saltando –como las ataduras se lo permitían– desde el
fondo. El reflejo del sol sobre el vidrio, y el horror de la escena los
hizo dudar –por una milésima de segundo– de lo que estaban viendo. El
quejido de la joven los hizo reaccionar. De una patada rompieron el
vidrio y la sacaron.
Ahogada por la furia, el terror, el dolor y los sollozos, la víctima
esbozó lo que le había pasado. Siguió una denuncia policial que activó
un velocísimo raid que llevó a los agentes de seguridad pública al
centro de control de la Municipalidad, donde están las cámaras que
filman el movimiento de la peatonal. Había quedado registrada la escena
del hombre que sale del local con la bolsa azul y se sube a un remís.
En la empresa del vehículo le indicaron qué chofer conducía el auto. Su
testimonio guió a la policía hasta la casa del sospechoso, en calle
Javier de la Rosa al 3.600, de barrio San José. El chalecito blanco, que
se destaca en un barrio humilde, de calles de tierra y olor a abandono,
se rodeó de vecinos curiosos. Pero ya sabían qué había pasado en el
microcentro, sólo querían ver la escena de cuando el muchacho era
detenido.
Coincidencias y sospechas
Desde las ventanas con rejas pintadas de azul, ya se veían los bolsos
con mercadería. Y cuando llegó el juez de Instrucción penal, Nicolás
Falkenberg, se realizó el allanamiento. Todo indicaba que no era la
primera vez que este muchacho robaba un comercio. Una vecina indicó que
el joven se había ido a la casa de su novia, en barrio Paproski, en
Monte Vera. Dicen los testigos ocasionales de la detención que la novia
del presunto agresor –una adolescente de condición muy humilde– lloraba
de la vergüenza ajena y del horror que le provocó la noticia.
A menos de cuatro horas de ocurrido el hecho, el joven de 21 años,
identificado como J.J.M. había sido detenido. Ahora, se espera que entre
mañana y el martes preste declaración indagatoria en la justicia.
Durante la investigación, la policía realizó un entrecruzamiento de
datos y determinó que las características del caso coinciden con otros
hechos cometidos, de los cuales aún no se había hallado al responsable.
Por la modalidad del robo y el lugar en que fue ejecutado, se presume
que actuó el 17 de marzo pasado, en un negocio ubicado en cercanías de
la peatonal San Martín y calle La Rioja, donde amenazó con un arma
blanca a la empleada, se llevó su cartera, 600 pesos y dejó a la joven
maniatada. Además, se cree que podría ser el autor de un abuso sexual,
cometido el 9 de abril, en un comercio ubicado en inmediaciones de la
peatonal San Martín y calle Juan de Garay. Tras el robo, la mujer fue
maniatada y el delincuente abusó de ella con tocamientos.
Sin embargo, el caso más trascendente sería un hecho ocurrido en la
ciudad de Esperanza, el 31 de marzo pasado, con características muy
similares al que ocurrió el martes en Santa Fe. En aquella oportunidad,
un hombre ingresó a un local comercial ubicado sobre calle Rivadavia al
2.200 de la ciudad de Esperanza, amenazó con un arma blanca a la única
empleada del negocio, y la obligó a ir hasta el fondo del negocio. Allí
la maniató e intentó abusar de ella. Sin embargo, la agresión de frustró
porque la mujer comenzó a gritar con desesperación y el delincuente se
fugó –según los testigos– a bordo de una bicicleta negra.
Policías de Investigaciones de Esperanza compararon la identidad del
delincuente detenido el martes en Santa Fe y descubrieron que J.M.M., de
22 años, tiene familiares en la ciudad de Esperanza. Al ser
consultados, los parientes coincidieron en afirmar que el muchacho
detenido estuvo el sábado 31 de marzo pasado en Esperanza, y que les
pidió la bicicleta para salir a dar una vuelta. Al cabo de unas pocas
horas regresó, devolvió el rodado y regresó a la ciudad de Santa Fe. La
policía durante el allanamiento concretado en la vivienda de Javier de
la Rosa al 3.600 secuestró elementos de aquel local comercial.
La impotencia de saber que podía hacer con ella lo que quisiera, la
humillación física y psicológica, el quebrantamiento de su voluntad, son
las consecuencias con las que deberá lidiar la joven empleada de
comercio que el martes al mediodía fue violada por un delincuente en su
lugar de trabajo, en la peatonal santafesina.
Pero esa joven, de 23 años, no está sola. Y para ayudarla a procesar lo
que sufrió, para que se recupere, para que se vuelva a levantar y pueda
retomar los planes que tenía para su vida, marcharon estes sábado varios
cientos de personas por calle San Martín. Pedían justicia por ella y,
también, que este caso sea un verdadero quiebre en la forma en cómo son
investigadas, juzgadas y condenadas este tipo de agresiones. Y es que la
presunción de que el hombre de 21 años, detenido como presunto autor
del hecho tendría antecedentes de ataques sexuales, no es un dato más.
Sino que muestra una clara falla de los sistemas que deben garantizar la
seguridad de los ciudadanos y sancionar la responsabilidad de los
delincuentes.
Dos marchas, un reclamo
En la marcha –la segunda desde que se produjo el ataque– volvieron a
aflorar las emociones de los familiares de la joven, y se multiplicaron
las muestras de apoyo y afecto que recibieron el jueves, durante la
primera movilización, de parte de comerciantes, trabajadores y
trabajadoras. Entre el murmullo de conversación permanente, surgían
memorias sobre qué estaba haciendo cada uno que la conocía durante el
momento que ocurrió la agresión.
“Yo pasaba siempre por el negocio a saludarla. El martes iba muy apurada
y no frené, porque sabía que nos íbamos a quedar charlando y no tenía
tiempo. Eran justo las 12.20. Ni siquiera miré para adentro”, contó una
de las mejores amiga de la víctima, quien desde hace cuatro días no
puede evitar pensar si la historia hubiera sido distinta para su amiga,
si ella hubiera frenado en el negocio ubicado en San Martín al 2100. Se
lamenta, sacude las lágrimas con el dorso de la mano y sigue
aplaudiendo.
Ahogo de furia
Es que el martes, a las 12.20, la joven estaba atada de pies y manos en
el fondo del comercio. Estaba presa de un hombre que, amenazándola con
una cuchilla, la paralizó y la sometió a los peores vejámenes. Luego la
dejó desesperada, en shock, en ese galpón y fue hasta la zona de
atención al público. Eligió la mercadería que se quería llevar, desnudó
un maniquí y guardó todo en una bolsa de consorcio azul. Hasta dialogó
con la prima de su víctima, a quien le dijo que la joven había salido a
hacer un mandado, “que la esperaran afuera”. Terminó de empacar el
botín, cerró con llave la vidriera, se tomó un remís y se fue.
La prima de la víctima y el novio de ésta seguían esperando en la
peatonal. Pasaron entre 10 y 15 minutos cuando la vieron, a través del
blindex, venir saltando –como las ataduras se lo permitían– desde el
fondo. El reflejo del sol sobre el vidrio, y el horror de la escena los
hizo dudar –por una milésima de segundo– de lo que estaban viendo. El
quejido de la joven los hizo reaccionar. De una patada rompieron el
vidrio y la sacaron.
Ahogada por la furia, el terror, el dolor y los sollozos, la víctima
esbozó lo que le había pasado. Siguió una denuncia policial que activó
un velocísimo raid que llevó a los agentes de seguridad pública al
centro de control de la Municipalidad, donde están las cámaras que
filman el movimiento de la peatonal. Había quedado registrada la escena
del hombre que sale del local con la bolsa azul y se sube a un remís.
En la empresa del vehículo le indicaron qué chofer conducía el auto. Su
testimonio guió a la policía hasta la casa del sospechoso, en calle
Javier de la Rosa al 3.600, de barrio San José. El chalecito blanco, que
se destaca en un barrio humilde, de calles de tierra y olor a abandono,
se rodeó de vecinos curiosos. Pero ya sabían qué había pasado en el
microcentro, sólo querían ver la escena de cuando el muchacho era
detenido.
Coincidencias y sospechas
Desde las ventanas con rejas pintadas de azul, ya se veían los bolsos
con mercadería. Y cuando llegó el juez de Instrucción penal, Nicolás
Falkenberg, se realizó el allanamiento. Todo indicaba que no era la
primera vez que este muchacho robaba un comercio. Una vecina indicó que
el joven se había ido a la casa de su novia, en barrio Paproski, en
Monte Vera. Dicen los testigos ocasionales de la detención que la novia
del presunto agresor –una adolescente de condición muy humilde– lloraba
de la vergüenza ajena y del horror que le provocó la noticia.
A menos de cuatro horas de ocurrido el hecho, el joven de 21 años,
identificado como J.J.M. había sido detenido. Ahora, se espera que entre
mañana y el martes preste declaración indagatoria en la justicia.
Durante la investigación, la policía realizó un entrecruzamiento de
datos y determinó que las características del caso coinciden con otros
hechos cometidos, de los cuales aún no se había hallado al responsable.
Por la modalidad del robo y el lugar en que fue ejecutado, se presume
que actuó el 17 de marzo pasado, en un negocio ubicado en cercanías de
la peatonal San Martín y calle La Rioja, donde amenazó con un arma
blanca a la empleada, se llevó su cartera, 600 pesos y dejó a la joven
maniatada. Además, se cree que podría ser el autor de un abuso sexual,
cometido el 9 de abril, en un comercio ubicado en inmediaciones de la
peatonal San Martín y calle Juan de Garay. Tras el robo, la mujer fue
maniatada y el delincuente abusó de ella con tocamientos.
Sin embargo, el caso más trascendente sería un hecho ocurrido en la
ciudad de Esperanza, el 31 de marzo pasado, con características muy
similares al que ocurrió el martes en Santa Fe. En aquella oportunidad,
un hombre ingresó a un local comercial ubicado sobre calle Rivadavia al
2.200 de la ciudad de Esperanza, amenazó con un arma blanca a la única
empleada del negocio, y la obligó a ir hasta el fondo del negocio. Allí
la maniató e intentó abusar de ella. Sin embargo, la agresión de frustró
porque la mujer comenzó a gritar con desesperación y el delincuente se
fugó –según los testigos– a bordo de una bicicleta negra.
Policías de Investigaciones de Esperanza compararon la identidad del
delincuente detenido el martes en Santa Fe y descubrieron que J.M.M., de
22 años, tiene familiares en la ciudad de Esperanza. Al ser
consultados, los parientes coincidieron en afirmar que el muchacho
detenido estuvo el sábado 31 de marzo pasado en Esperanza, y que les
pidió la bicicleta para salir a dar una vuelta. Al cabo de unas pocas
horas regresó, devolvió el rodado y regresó a la ciudad de Santa Fe. La
policía durante el allanamiento concretado en la vivienda de Javier de
la Rosa al 3.600 secuestró elementos de aquel local comercial.
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