Está prófugo junto con otro sospechoso: la víctima brindó sus nombres poco antes de morir.
La noche del 5 de enero pasado, el sargento Carlos Honores, de 46
años, fue atacado a tiros en inmediaciones de avenida de Circunvalación y
27 de Febrero, lugar al que había llegado momentos antes a bordo de una
Toyota Hilux. Recibió dos disparos y, malherido, logró escabullirse en
una casa de la zona y desde allí llamar a su hijo, a quien les dio los
nombres de sus presuntos asesinos. El uniformado, que tenía 25 años de
servicio, falleció 36 horas después. Desde entonces, y pese a estar
identificados, ninguno de los sospechosos fue detenido. Ayer, el juez de
Instrucción Juan Donnola ofició a todas las reparticiones de seguridad
del territorio nacional para que intensifiquen la búsqueda y dejó a
cargo de la Tropa de Operaciones Especiales (TOE) la captura de los dos
imputados, uno de los cuales es otro policía en la Unidad Regional II.
Las dos personas buscadas cuentan con antecedentes penales, reveló un
vocero del caso. En relación con el uniformado acusado, días atrás se
presentó en el Juzgado de Instrucción de la 7ª Nominación un abogado
para anunciar que se presentaría de forma espontánea. Como eso no
ocurrió y todavía la Policía no los ha apresado, el juez Donnola ofició
al jefe de la Unidad Regional II un pedido para que se intensifique la
búsqueda y se reinserte a todas las reparticiones de seguridad de la
Nación: Interpol, Gendarmería, Policía Federal, Migraciones y Prefectura
Naval. Asimismo, fuentes judiciales indicaron que se dispuso una
custodia especial para la esposa de Honores.
El homicidio tuvo lugar durante las últimas horas del jueves 5 de
enero pasado, a metros de la estación de servicios de 27 de Febrero y
avenida de Circunvalación. Allí había llegado el policía Carlos Honores,
que prestaba servicios en la sección Sustracción de Automotores, a
bordo de una Toyota Hilux que estaba a nombre (según se supo después) de
un amigo, luego de recibir un llamado telefónico a su celular que lo
hizo salir de su casa cerca de la medianoche.
Fuentes de la causa informaron que el sargento estaba franco de
servicio y vestía de civil. Una vez en el lugar, estacionó a varios
metros de la estación de servicios EG3, sobre la calle colectora de
Circunvalación, bajó de la camioneta para comprar cigarrillos en el
minimarket y volvió a subir al vehículo. Allí fue baleado dos veces en
la zona intercostal derecha con orificios de salida del lado izquierdo, y
en la mañana del sábado 7 falleció a causa de las heridas recibidas.
Entre las versiones que trascendieron sobre la mecánica del crimen,
una indica que el sargento fue atacado por un conocido al que permitió
el ingreso al vehículo, aunque no se descartaba que le hubiesen
disparado desde afuera. Por las huellas que dejó el rodado, se constató
que la camioneta retrocedió unos metros del lugar en el que había sido
estacionada y que Honores corrió hasta esconderse en un domicilio al
azar, que también fue atacado a tiros.
Cuando cesaron los disparos, el dueño del lugar –que se había tirado
cuerpo a tierra con su familia– fue hasta el dormitorio de uno de sus
hijos y se topó con el hombre malherido, que intentaba esconderse debajo
de una cama, al tiempo que mantenía una conversación telefónica que más
tarde se constató era con uno de sus hijos. Fuentes de la causa dijeron
que en esa conversación el policía mencionó a sus dos atacantes con
nombre y apellido, pero que pese a contar con esos datos precisos hasta
anoche ninguno fue detenido.
Sobre el móvil del crimen sólo hay conjeturas: fuentes del caso
dijeron que desde 2008 Honores era investigado en vía administrativa por
enriquecimiento ilícito. En ese marco, una versión apunta a que el
crimen ocurrió “por dinero” y resultó sugestivo que la investigación
quedara a cargo de Asuntos Internos. Tras el ataque, los homicidas se
fugaron a bordo de la Toyota, que horas más tarde apareció incinerada en
un basural de Cabín 9. Un día después, el titular del rodado se
presentó en la División Judiciales y dijo ser amigo de Honores. En su
interior había dos armas, la pistola reglamentaria de la víctima, y un
revólver 32.
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