Guillermo había ido a trabajar ese martes, y Noelia estaba en su casa cuando ocurrió el desastre. Se salvó junto al único pedacito de pared que quedó en pie. No puede olvidar.
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Guillermo mira sus dos Johnnie Walker, un etiqueta roja y un dorado. Todavía se sorprende de haber encontrado esas botellas íntegras sobre los escombros; sobre todo porque nunca pudo hallar ni una cubetera de la heladera sobre la que el rubio whisky aguardaba algún día especial para ser saboreado. En estos días carbura la idea de hacerle caso a Thomas Jefferson de aquí en más: no dejará para mañana lo que pueda hacer hoy, porque a veces, quizás, ese mañana puede no existir, de un momento para otro.
Lo que Noelia no puede creer es que Salta 2141 6° B no exista más. Al menos, no como ella conoció el departamento al que se había mudado el año pasado para empezar a convivir con su novio. Y más se asombra, agradece y ruega, por haber estado en el instante fatal junto al único pedacito de pared que quedó en pie. Está segura de que eso la salvó de morir, pero no de recordar. Todavía. Quién sabe.
Aquella mañana no desayunaron juntos. Guillermo Cerda partió temprano hacia su trabajo en Pérez, como ingeniero industrial de Transener. Noelia Fantasía se levantó más tarde. Ella entraría a trabajar después del mediodía, en la clínica donde trabaja como radióloga. Estaba vestida, aunque sin calzarse aún. Los mensajitos que ya cruzaba con su novio la hacían ir y venir desde el dormitorio al comedor. Guillermo le recordaba que no encendiera estufas ni hornallas: irían esa mañana a arreglar el problema del gas, tema recurrente en las últimas charlas de consorcio. Apenas contestó el último SMS, subió desde planta baja ese zumbido inquietante que captó su atención. "Pensé que eran los de Litoral Gas, pero nunca imaginé lo que venía. Yo no sentí olor a gas, tal vez porque estaba más cerca de la calle que del pasillo. Era tan fuerte que no me dejaba escuchar el televisor. Miré por la ventana y vi a un vecino del edificio de enfrente que miraba hacia la entrada de mi edificio. Después, no me acuerdo más de nada", contó esta joven de 25 años, oriunda de Los Quirquinchos, de novia con Guillermo desde 2009.
En su oficina, él acababa de mensajear a Noelia, cuando un compañero que escuchaba la radio le avisó: "Mirá que hubo una explosión por Salta, entre Oroño y Balcarce". Se subió a una camioneta con un compañero y voló hacia el centro. En el viaje llamó y llamó a su novia y a Pedro, el portero. "Como no me respondían, supe entonces que era en mi departamento", dijo.
Noelia volvió en sí un rato después, lapso que no puede medir. "Caminé unos pasos, me senté sobre unos escombros. No entendía nada. Ni un mueble que me hiciera reconocer que estaba en el departamento de mi novio. Pensé que sería una pesadilla y que ya me despertaría, luego pensé que alguien me había llevado ahí, pero no sabía quién ni porqué. Me sentía cansada, por los golpes en la cabeza, tenía sangre en la espalda. Se ve que tuve calor porque tenía puesta una campera que Guille encontró después. Miraba sin saber cómo salir. Vi la ventana de calle, escuché voces y me acerqué. Al caminar parecía que hubiera estufas en el piso, que me tiraban aire caliente, el calor subía por todos lados. Tenía el pelo re largo y ese calor me lo achicharró, me lo tuve que cortar. Vi a los bomberos en el balcón del edificio de al lado y les grité. Me dijeron que no me moviera y aparecieron al toque. La salvación a mí me llegó enseguida".
La llevaron al Heca. Los médicos diagnosticaron traumatismo de cráneo, fracturas en el hueso frontal y en el malar derecho, cortes en la cabeza, la espalda, y ampollas en los pies.
Guillermo aún no lo sabía. "En el trabajo me vieron por TV forcejeando con algún bombero, estaba desesperado. La vi a Anahí (Salvatore), del 5º, que pedía agua y que la rescataron. Yo soy amigo de su marido. Cuando la sacaron le pregunté por Noe y no la había visto. Por Salta no se podía entrar, había fuego aún. Di la vuelta por La Gallega y ahí me di cuenta que no había ascensores, que faltaba toda esa parte. Y muchos no entendían, no se daban cuenta de que ahí en el medio había un edificio y ya no estaba. Me impactó descubrir eso, no sabés lo que se siente", evocó.
Más tarde, durante los días de búsqueda, él subió con un bombero. "Busqué la computadora, pero no la pude encontrar. Le dije que nos fuéramos, pero él me dijo que insistiera que algo encontraría, y que era ese momento y nunca más". De las ruinas desenterró sus queridas camisetas de Trebolense, de Sportivo América, sus Nike de básquet, la pelota, y los libros de Medicina de su hermano. Y los Johnnie Walker, intactos sobre la mampostería derruida. De la cocina, ni indicios.
"A un amigo le avisaron que Noelia estaba en el Heca y allá fuimos". Llamó a sus padres, en El Trébol, también a sus suegros. "Vengan", les pidió. Su celular hervía de preguntas. Pidió verla y la vio. "Estaba negra de hollín, con golpes, quemaduras, pero intacta. Me tranquilicé".
"Al principio yo estaba shockeada. Sabía porqué estaba ahí, pero no terminaba de entender. Y me preocupaba cómo hacer para contarle a Guille lo que había pasado con el departamento, y explicarle que yo estaba internada en el Heca. Entonces encontré a una médica amiga y le pedí que le avisara a Guille, pero no me acordaba el número. Y le pedí que avisara a la clínica, que me había pasado algo y no iba a poder ir a trabajar". Noelia lo cuenta con candor y vuelve a despertar la sonrisa y el abrazo de Guillermo. "Creo que me salvé porque justo estaba entre el sommier y el ropero, que está en una pared columna, la única que se mantuvo en pie. El resto de las paredes del departamento desaparecieron. La cocina desapareció y en la medianera del edificio quedó incrustada la grifería del vecino del otro lado", contaron, ahora, desde el comedor del departamento de un hermano de él. Desde allí planifican cómo seguir.
Noelia pasó del Heca al Hospital Español, y el sábado siguiente tuvo el alta. Guillermo tramitó el subsidio estatal para alquilar de nuevo, y ella volvió a trabajar esta semana. "Estamos viendo cómo ordenamos las finanzas, esa ayuda para volver a comprar los muebles y esas cosas. Tratando de cobrar el seguro del auto, un Focus 0 km que quedó en la cochera", repasó. Por esos asuntos, estuvo en el bar Malos Conocidos. "Me fui encontrando con la gente y le pasa cosas distintas, se van apoyando como pueden. Estamos pasando el proceso de valorar las cosas: lo que más quería era encontrar viva a quien más quiero, y lo hice. Ahora pienso que hay cosas que uno posterga, como un buen whisky que lo guardás para tomarlo en tal fecha, y no: tomalo ahora porque mañana a lo mejor ya no podés. Estuvimos al filo de no poder hacerlo. Esa conclusión no la sacamos solos, la transitamos con mucha gente: hacelo hoy porque mañana no sabés", meditó Guillermo.
Uno de esos días, camino al kinesiólogo, pasaron por la esquina, y Noelia revivió la pesadilla.
"Me mantenían alejada de las noticias, pero un día vi en la tele la marcha a Litoral Gas y cuando vi las fotos de mis vecinos me quise morir. Ya me habían dicho que Daniel (Perucchi) y Teresita (Babini) habían muerto. Ellos vivían en el edificio del medio y eran buenísimos. Yo hacía mucho que iba a ese edificio, conocía a todos, me partió el alma, y hoy eso me duele porque yo la saqué barata. Lo material va y viene, pero esa gente no. A veces me parece que voy a volver y no termino de entender. No puedo creer que el día de mañana hagan otro edificio y haya alguien que vaya a vivir ahí. Pasan los días y voy entendiendo la oportunidad que me dio Dios, me emociona saberme tan protegida en ese momento. La saqué muy barata".
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