Los maestros de unos 20 establecimientos de barrios marginales remarcan que la institución educativa cambió el rol y ahora “contiene a los estudiantes antes que educarlos”.
La Capital |
La semana pasada una pelea de bandas terminó a los balazos en la puerta de una escuela en zona sur. No hubo heridos, pero sí un susto mayúsculo. Es más, las autoridades adelantaron el horario de salida de los alumnos para evitar que fueran víctimas de arrebatos y violencia. En otro colegio las docentes van a buscar a los chicos a sus casas para evitar que deambulen por las calles. Los maestros remarcan que la institución educativa cambió el rol y ahora “contiene a los estudiantes antes que educarlos”. Estos son algunos de los planteos que las autoridades de unos 20 colegios privados confesionales ubicados en barrios marginales plantearon ante los referentes de Educación y de Seguridad de la provincia, quienes acordaron planear estrategias de trabajo conjunto.
En este marco, las instituciones educativas plantearon la creciente inseguridad que se viven entorno a los establecimientos: peleas entre bandas, vandalismo, rotura de vehículos, arrebatos, venta de droga, robos, hurtos y presencia de personas con armas de fuego afuera de la escuela.
Estas situaciones no sólo afectan a los alumnos sino también a los docentes, padres y a la comunidad en su conjunto.
El día a día. Desde el sur de la ciudad expresaron la preocupación por las bandas de droga que “se pelean a los tiros en la puerta de la escuela”. Así, la semana pasada, cuando los chicos salían, los maestros tuvieron que pedirles que entren otra vez para evitar que queden en el medio de la balacera que se cobró dos vidas.
Además, en esa misma escuela ya habían adelantado el horario de egreso por la inseguridad. Los chicos salían a las 19.30 y ahora lo hacen a las 18.
Clases y contención. Otro problema no menor es la falta de asistencia de los chicos a clases. Los docentes se ven obligados a ir a buscarlos personalmente casa por casa para que estén en la escuela, porque el hecho de no asistir a clases es sinónimo de estar en la calle y ser personas altamente vulnerables sobre todo a la droga y a que sean usadas como “soldaditos” de los narcos.
Una autoridad escolar con años de experiencia contó a La Capital que los padres no llevan a los chicos: “Dicen que tienen que ir al médico o que el alumno faltó por no tener zapatillas. La cuestión de fondo es la carencia absoluta de una cultura del trabajo y del esfuerzo”.
“Estos chicos vienen de tres generaciones que no trabajaron, no saben lo que es el esfuerzo, viven de subsidios y por eso no se dan cuenta de la importancia que tiene llevar a sus hijos a la escuela”, expresó una directora.
Este paneo por las escuelas de zonas marginales permite entrever el nuevo rol que está desempeñando la institución como lugar de contención para evitar que los chicos permanezcan en la calle y caigan en la droga, en el narcotráfico o en conductas delictivas.
Para los docentes y directivos se trata de un nuevo desafío que deben enfrentar. No sólo tienen que brindar los contenidos académicos sino que también deben estar preparados para contener a los alumnos y sus familias.
En la reunión que los directivos mantuvieron con el subsecretario de Seguridad Comunitaria de la provincia, Angel Ruani, y el director de Enseñanza Privada, Germán Falo, quedó claro que la escuela ha tenido que contener planteos de algunas familias deseosas de tomar justicia por mano propia o con intenciones de realizar medidas de fuerza como cortes de calles o la invasión de espacios públicos para reclamar seguridad.
Estrategias. Las escuelas ingenian los más variados mecanismos para evitar o prevenir estas situaciones exponiendo a veces a su personal a riesgos ajenos a su tarea. Por ejemplo, algún preceptor o docente acompaña a los chicos cuando salen una cuadra para disuadir situaciones de violencia.
En otras instituciones se han prestado las instalaciones y se convocó a todo un barrio para luchar entre todos contra la inseguridad. “No es un problema que solo deba resolver la escuela” expresó un directivo de zona oeste. Allí se hizo una asamblea con padres y vecinos y la fuerza de todos logró una guardia policial por tiempo acotado y un comando que recorriera el barrio.
También sucede que los directivos se encuentran con que los mismos ex alumnos son los que delinquen: roban baterías de los autos o las zapatillas a los chicos cuando salen de la escuela. Allí los docentes vuelven a cobrar protagonismo para abordar a esos jóvenes y generar un vínculo. “Es importante escucharlos, ver qué les pasa y así llegar a una solución”, comentó un directivo de una de las escuelas marginales.
Además, para atender a la problemática del embarazo adolescente en esa misma escuela instalaron un jardín maternal para que las mamás que están cursando el secundario puedan dejar a sus bebés. De otro modo, no es posible garantizar que terminen la escolaridad.
Eso no es todo. “Lo peor es el miedo. Los docentes no se atreven a denunciar los hechos delictivos por temor a las represalias”, confeso un directivo.
Los robos pasan a ser cuestiones menores en este marco, porque los docentes, por ejemplo, no sólo sufren de arrebatos sino que en varias oportunidades se encontraron con parabrisas de sus autos rotos.
Y no se rinden. Sostienen que deben lograr transmitir valores desde la niñez y que en ello radica la verdadera solución a los problemas sociales que hoy aquejan a la sociedad.
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