anuncio

anuncio

anuncio

anuncio

domingo, 17 de junio de 2012

STA FE: El arzobispo santafesino dedicó la homilía del domingo al Día del Padre

"Valorar la imagen de padre es signo de una sociedad que tiene historia y futuro", señaló en el texto Monseñor José María Arancedo. También habló de la madurez que implica la paternidad.

Este es el mensaje de este domingo de monseñor José María Arancedo centrado en la celebración del Día del Padre.

Podríamos definirnos como personas, también por nuestras relaciones. No somos algo que aparece en el mundo sin referencias. Paternidad, maternidad y filiación nos hablan de relaciones personales que hacen a nuestra historia e identidad. No se trata de algo agregado sino de una relación constitutiva de nuestra vida y que define, desde nuestra libertad, una conducta. Diría que estas relaciones no son algo del pasado, sino que sostienen el presente y es garantía del futuro.

Este domingo celebramos el Día del Padre. Más allá de toda consideración comercial que puede estar sobrevalorada, nuestra mirada debe dirigirse con toda justicia y gratitud a esa figura que hace a nuestra verdad de hijos. Dar sentido, y tal vez recuperar la imagen de padre, es reencontrarnos con un aspecto esencial de nuestras vidas.


La paternidad tiene algo, o mucho diría, de austeridad. Esto nos habla de su grandeza espiritual. Creo que no es correcto hablar de un derecho a la paternidad, sí de un deseo o de una aptitud. Desde la mirada que hemos planteado de nuestras relaciones, creo que es más correcto hablar del derecho del niño a tener un padre, que del padre a tener un hijo. Cuando partimos de los derechos e intereses del niño, los adultos tienen más obligaciones que derechos. Esto no es una pobreza del adulto, sino un aprender a vivir en el mundo ético de sus responsabilidades.

Considero, además, que al niño, al hijo, hay que recibirlo como un don, esto nos preserva de la tentación de lo que me pertenece como dominio, como algo que he construido. Al don se lo recibe con gratitud y se convierte en una tarea. Cuando partimos de la vida del niño como un don, la paternidad se vive como una riqueza que implica obligaciones y responsabilidades.


La paternidad nos habla, como vemos, de madurez, de pensar en el otro respetando sus tiempos, su vocación y sus proyectos, que pueden no ser los míos. La alegría del padre proviene de la realización y el crecimiento de su hijo, que fue creado a “imagen y semejanza de Dios”, y no a mi imagen y semejanza. La paternidad humana tiene, en la Paternidad de Dios, un modelo de libertad, de amor, de perdón y misericordia que la eleva y enriquece. Siempre digo que esta referencia a la paternidad divina, que hemos conocido en Jesucristo, es una auténtica escuela de paternidad.

Al buscar el bien de sus hijos la paternidad es una presencia de amor que no excluye la exigencia y el límite. El amor auténtico es exigente, no es demagógico ni busca complicidad. Es cierto, también, y en esto hay que tener cuidado y examinarse, que la exigencia sin amor esclaviza. Cuánta gente se siente exigida y no amada. Cada uno lo recordará o tendrá la posibilidad de manifestarle su gratitud y reconocimiento.

Quiero unir mi afecto y oración en este día para festejar la figura de quién ha sido y sigue siendo, una referencia única en nuestras vidas. Valorar la imagen de padre es signo de una sociedad que tiene historia y futuro. Reciban de su obispo que, como Padre y Pastor, pide a Dios la bendición sobre todos ustedes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario