El decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Miguel Irigoyen, dijo que la situación en la ciudad es “un poco conflictiva”. “Se necesita debatir cuáles son las posibles soluciones”, añadió.
“Los créditos hipotecarios generan mano de obra local”, aseguró.
El anuncio que realizó la presidenta Cristina Fernández del Programa Procrear –que consiste en 400 mil créditos hipotecarios en cuatro años– generó grandes expectativas en la población que aún no tiene vivienda propia. El problema del déficit habitacional no es exclusividad de la Argentina, pero la solicitud de turnos en el Anses para acceder a los créditos –hubo más de 1,4 millones de consultas en 10 días– muestra la magnitud del problema.
Ahora que se sabe que está la voluntad política de encarar la problemática hay que pensar cómo y dónde se pueden plasmar las buenas intenciones.
En diálogo con Diario UNO, Miguel Irigoyen, decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UNL, dijo que “la situación de tierras en la ciudad de Santa Fe es un poco conflictiva” y que muestra de ello es “que el mercado inmobiliario haya levantado tanto los costos de la tierra segura en cuanto a cotas de inundación, que tenga provisión de servicios, infraestructura y transporte público”.
“La ciudad ya abarcó prácticamente todo su territorio y avanzó más allá de lo razonable en zonas que no son aptas para ser urbanizadas, que son las que debieron ser protegidas por las defensas”, advirtió.
“Esto plantea una serie de inconvenientes en la ciudad que son los que yo destaco como una mirada necesaria para complementarse con una política de otorgamiento de créditos hipotecarios porque esos créditos se otorgan a individuos. Con lo cual se está presuponiendo inicialmente que se va a tratar de intervenciones individuales, obras únicas en un fragmento de tierra”, señaló.
“Es cierto –continuó– que en la ciudad existen áreas importantes de tierras que tenían originalmente destino ferroviario. Pero también es cierto que éstas son las pocas reservas de tierra de la ciudad pensando en espacios verdes de esparcimiento público, que no son generosos en Santa Fe. Esto va a plantear una disyuntiva que deberá estudiarse con detenimiento porque en cualquier política de vivienda de interés social creo que la solución es en mediana o alta densidad. Las propuestas de mayor cantidad de viviendas a igualdad de superficie deberán ser contempladas”.
Entre los aspectos positivos de un plan de créditos hipotecarios, Irigoyen sostiene que se va a ir dando un completamiento de la trama urbana en aquellos terrenos que son baldíos. Eso posibilita alojar una cantidad significativa de población en condiciones superiores a las que actualmente revisten, “sin que ello genere un impacto como producen las grandes intervenciones como los Fonavi de barrio El Pozo, Centenario y Las Flores, que son los tres más grandes de la ciudad”.
“Lo bueno del crédito es que permite la pequeña intervención y la solución de un grupo familiar a su problema. Pero también tiene como contrapartida tener que disponer de un área mayor de tierra. Esto debe estudiarse, no sólo en Santa Fe, porque son políticas que tienen que complementarse con las propias perspectivas de desarrollo de los gobiernos locales. Los municipios y comunas son quienes tienen el atributo de ordenar el territorio, de proponer determinadas normativas, capacidades de uso, tendencias de crecimiento”, afirmó.
—Las experiencias de alta densidad como las de barrio El Pozo y Centenario con el tiempo mostraron serios problemas, ¿cómo se puede evitar repetir los errores del pasado?
—El tiempo demostró que esas intervenciones de mucha envergadura no pudieron ser absorbidas por el tejido de la ciudad. Indefectiblemente quedan escindidas. Es muy difícil integrar un conjunto de casi mil viviendas a una ciudad tradicional. Evidentemente ese fue el mayor fracaso desde la perspectiva de la arquitectura y el urbanismo de los Fonavi. Creo que no hay que pensar en esos megabarrios. La experiencia acumulada en el Fonavi mostró sus múltiples problemas no sólo de mantenimiento y técnicos, sino también de integración urbana y muchas veces de segregación. Pero también sería muy difícil resolver la situación de todos quienes están con un déficit habitacional bajo la modalidad de entregar un crédito hipotecario y que se haga su casa individual, al menos en la ciudad de Santa Fe.
—La construcción de edificios también tiene sus contras. Por ejemplo, el rechazo de los vecinos, como sucede en barrio Candioti o la mayor presión sobre los servicios públicos.
—Hay que entender que la ciudad es un escenario de conflictos de intereses. Sería muy ingenua una mirada de la ciudad como que todos van a acordar a determinados fenómenos que se vienen sucediendo. El problema de los edificios es una salida habitacional que encontró un mercado inmobiliario favorable para poder construir mayor cantidad de viviendas en menor superficie ante el elevado costo de la tierra.
Eso fue importante para un sector de la sociedad porque sino no hubiese proliferado esa cantidad de edificios. Pero eso, evidentemente, también genera rechazo de otros sectores de la sociedad que habitan en sus barrios y no quieren perder esas características ambientales, de baja densidad. La aparición de los edificios genera otro tipo de interferencias incluso en la privacidad de las familias.
“En ese conflicto de intereses lo que tiene que hacer el Estado, como poder público, es mediar para que se privilegie el bien común y no los intereses sectoriales. No es que las soluciones deberán ser compartidas por todos. Pero permanentemente en la ciudad se está dando esta confrontación de intereses”, aseveró.
“El problema de la infraestructura de los servicios es algo serio”, dijo Irigoyen y añadió: “Porque esta ciudad fue pensada en otra escala y con otra densidad. Como todos estos fenómenos, va a exigir inversiones públicas en mejoramiento y adecuación tecnológica de la infraestructura. Pero cuanto más se extienda la ciudad, más ineficiente se hace. Desde los costos de infraestructura, los costos para poder proveerla, el transporte público, el pavimento. Todo se extiende y la ciudad empieza a ser más cara”.
—¿Qué rol puede tener en esto el área metropolitana de Santa Fe?
—Hoy el mayor desafío de cualquier gestión es poder hacer una gestión interjurisdiccional. En cualquier sentido. En términos territoriales sería impensado el futuro si no se sientan los diferentes actores de Santo Tomé, Recreo, Sauce Viejo, Rincón. Porque con la presencia de ciertas obras de infraestructura que son necesarias para asegurar la interconectividad territorial, con políticas comunes que atiendan las cuestiones de transporte público, es factible pensar esto como una totalidad. De hecho esto ocurre aunque nadie se lo haya propuesto. Hay gente que vive en Santo Tomé y trabaja en Santa Fe. Otros se fueron a vivir a Rincón o Colastiné como opción a radicarse estrictamente en el casco histórico de la ciudad y sus inmediaciones.
“Creo que es ineludible pensar interjurisdiccionalmente. No sólo como gestión metropolitana, sino también las jurisdicciones nacionales, provinciales y municipales al momento de definir políticas públicas. Éste es el caso de la línea de créditos que tiende a atender a un número importante de habitantes que tendría que compatibilizarse con las propias políticas locales”, aseguró.
Luego aclaró: “Me resulta muy difícil pensar en que se lotea toda la tierra que queda. ¿En 10 o 15 años qué hacemos? Si hay poca tierra, si lo que queda es muy caro, si hay problemas porque muchas zonas son vulnerables, no me parece que la mejor solución sea consumir lo poco de tierra que te queda. Ya santa Fe se comió muchísimas hectáreas de la franja productora frutihortícola.
“Mucha gente –agregó– se va a vivir a Monte Vera, Sauce Viejo, Recreo, Rincón, Arroyo Leyes. Evidentemente el problema existe. Hay poca tierra, suben los costos de la tierra, entre los bulevares aún más porque es donde se desarrollan los emprendimientos inmobiliarios y eso obliga a que te vayas a vivir más lejos. Eso se puede solucionar si hay un buen sistema de transporte público y una buena infraestructura para que uno se pueda ir a vivir a 15 kilómetros sin mayores problemas. Probablemente haya que consolidar un área metropolitana como alternativa de vivienda a la ciudad tradicional”.
—Ante este plan de créditos aún se está a tiempo de que el gobierno local opine.
—Creo que en la ciudad de Santa Fe se perdió mucho tiempo.
—¿Por qué?
—Porque durante 15 o 20 años las sucesivas crisis económicas de algún modo paralizaron las inversiones inmobiliarias y la construcción. Ese era el momento de planificar y de prever que en un futuro las cosas podían cambiar y darse un boom de la construcción, que fue lo que ocurrió. Cuando eso sucede, nosotros estábamos con normativas de la década del 70. Reformularlas puede marcar una diferencia de tendencia que recién se va a ver en 30 años. Los cambios en las ciudades son lentos, las construcciones reemplazan a las anteriores. En el momento que apareció no estábamos preparados y un montón de discusiones que se dieron sobre los edificios, las densidades, etcétera, debieron darse antes y no durante el mayor apogeo de la construcción en los últimos 30 años.
—¿Hoy la ciudad tiene una planificación de su desarrollo urbanístico?
—Sin juicios de valor, en los últimos años se discutió mucho entre los diferentes sectores ciudadanos, profesionales, académicos para la elaboración del Plan Urbano de Santa Fe donde se plantearon algunas modificaciones conceptuales importantes. Se agregaron cosas que no existían como el factor de impermeabilización del suelo atendiendo al problema de las inundaciones. Pero estas cuestiones de la ciudad que se están pensando hoy, para bien o mal, se van a ver en 30 años. La aparición en los próximos cuatro años, si realmente se va a otorgar una cantidad tan notable de créditos hipotecarios, evidentemente eso va a impactar fuertemente en lo local. Eso sucederá en la economía local con la contratación de mano de obra, hasta la aparición de construcciones en determinadas tierras. La cuestión es saber cuáles van a ser esas tierras.
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