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sábado, 12 de noviembre de 2011

ROSARIO/Testimonios sobre la violencia sexual en el marco del terrorismo de Estado

"Nuestro objetivo es convencer a los jueces de todo el país que no sigan ignorando esto, que no haya ceguera de género", señaló Susana Chiarotti, una de las autoras del libro "Grietas en el Silencio" que fue presentado ayer en la ciudad.

Testimonios sobre la violencia sexual en el marco del terrorismo de Estado

"Cuando me detuvieron, me introdujeron el caño de una pistola en la vagina". El impactante relato pertenece a una de las veinte mujeres que se animaron a contar lo que les pasó durante la última dictadura militar en Argentina. Fueron detenidas, torturadas física y moralmente, y violadas. Este último delito es el que motivó el lanzamiento del libro que ayer presentaron el Instituto de Género, Derecho y Desarrollo (Insgenar) y el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem), en el Museo de la Memoria, junto a la secretaria de Derechos Humanos de la provincia, Rosa Acosta. Grietas en el Silencio cuenta con testimonios de las víctimas sobre sus vivencias más aberrantes mientras estuvieron presas, en manos de los genocidas, pero también tiene información sobre las cuestiones penales de estos casos puntuales dentro de los delitos de lesa humanidad, en el contexto nacional e internacional. "Nuestro objetivo es convencer a los jueces de todo el país que no sigan ignorando esto, que no haya ceguera de género, porque si no se sancionan y se visibilizan estos casos, la situación se replica en la vida cotidiana durante la democracia", dijo Susana Chiarotti, autora del texto junto con Analía Aucía, Florencia Barrera, Celina Berterame, Alejandra Paolini y Cristina Zurutuza.
La investigación sobre la violencia sexual en el marco del terrorismo de Estado fue realizada a través de la recolección de los relatos más crudos y feroces de la época infame, experimentados involuntariamente por mujeres de diferentes puntos del país. Santa Fe, Tucumán, Córdoba, Buenos Aires y Chaco son las provincias donde las víctimas fueron sometidas a prácticas monstruosas de violencia sexual, y que hoy se animan a contar. Si bien es positivo que se hable de estos temas en momento que la Justicia Federal está juzgando a los represores, Chiarotti aseguró que "por cada mujer que cuenta, se estima que hay cien que callan".
Antes de la presentación, Chiarotti dialogó con Rosario/12 y apuntó al carácter "especial" que tienen los delitos sexuales, por sobre el resto de las torturas, a los que eran sometidos hombres y mujeres, entre 1976 y 1982. "Estos casos muestran una imagen distinta de los torturadores y revela daños específicos en las víctimas", remarcó.
Uno de los puntos que motivó la publicación fue "el paralelismo encontrado entre lo que había pasado en grandes conflictos internacionales, donde hay noticias de mujeres que habían sido violadas, como sucedió en la Segunda Guerra Mundial, caso en el que se condenó por abusos sexuales a los genocidas. Acá pasaba lo mismo: las presas salían y comentaban estas situaciones como un fenómeno extendido; sin embargo cuando se hace el primer Juicio a las Juntas (1985), casi no surgen testimonios, y hoy, casi tres décadas después están apareciendo", puntualizó Chiarotti. En el camino --recordó-- hubo "mucho trabajo sobre la cuestión de la violencia contra las mujeres, reclamos para visibilizar, programas, capacitaciones, publicaciones; y todo eso influenció". De alguna manera "influyó en los jueces y fiscales para preguntar de otra manera, y se dio una situación de mayor seguridad para denunciar lo que antes no se podía, porque solo arrojaba un estigma sobre las víctimas", apuntó.
Chiarotti detalló que cuando comenzaron a investigar para el libro había "una noción de violencia sexual muy restringida", en algunas de las mujeres. Una de las víctimas que da testimonio en el libro llegó a decir que no había padecido violencia sexual. "Cuando le expliqué que ese delito comprende varios hechos: desde la desnudez forzada, pasando por la introducción de objetos en la vagina, en el ano o en la boca, el manoseo o tener que ir al baño bajo la mirada controladora de alguien, me miró y me dijo `entonces sí fui abusada, porque cuando me detuvieron, me pusieron el caño de una pistola en la vagina, me sacaron a mi hijo de seis meses --mientras cursaba el período de lactancia-- y me lamían la leche materna. Me decían que ésa era la leche que tendría que estar tomando mi bebé, si no fuese porque lo había abandonado'", precisó Chiarotti sobre uno de los relatos más estremecedores de la publicación. Los rastros psicológicos de estas situaciones sobre las víctimas tienen un capítulo aparte. "Las mujeres quedaban seriamente fragilizadas --dijo--, tanto que no podían ni denunciar. Muchas de las que hablaron con el cura (Eugenio) Zitelli, se confesaban sobre las violaciones como si la culpa hubiera sido de ellas, se sentían manchadas. En ese entonces, Zitelli dijo que una cosa es la tortura `necesaria para sacar información y otra es esto, que no se puede permitir'; pero nunca hizo nada", sostuvo Chiarotti.
Chiarotti aseguró que los hombres también eran violentados sexualmente. "Les aplicaban la picana en los genitales y les decían `vamos a ver su ahora vas a poder tener hijos'. Eso es violencia sexual", aseguró. "Los hombres lo padecieron, pero todavía hay muchos tabúes y vamos a tener que trabajar mucho para que puedan sentirse en espacios seguros como para poder denunciar estos hechos", señaló.

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