sábado, 19 de noviembre de 2011

ESPERANZA/Procesaron a un ingeniero por un doble homicidio pasional

Es el principal sospechoso de asesinar a su ex mujer y a su nueva pareja. El resonante episodio ocurrió la noche del 28 de octubre pasado. Los celos habrían sido el detonante de la fatalidad. En el caso interviene el Juez Nicolás Falkemberg.

Procesaron a un ingeniero por un doble homicidio pasional

Mientras los 40 mil vecinos de Esperanza (departamento Las Colonias) no salen de la conmoción por el doble crimen ocurrido el 28 de octubre por la noche en una casa del barrio oeste, el juez de Instrucción número 2 de Santa Fe, Nicolás Falkenberg, procesó ayer al principal sospechoso: Javier Nicolás Noroña, de 37 años.


El magistrado entiende que hay pruebas suficientes para achacarle homicidio doblemente calificado por alevosía y el vínculo en el caso de Viviana Eva Eberhardt, su ex esposa, de 38 años, y homicidio calificado por alevosía en el caso de Guillermo Munarriz, de 30 años.


Ambos delitos, dice el dictamen, agravados por el uso de un arma de fuego. Noroña, ingeniero, candidato a senador departamental en las últimas elecciones provinciales e hijo del médico policial de la zona, deberá enfrentar ahora un juicio oral y público.


De ser hallado culpable podría corresponderle la pena de prisión perpetua. Noroña y Eberhardt estaban separados de hecho desde hacía dos años. Entonces, la mujer se quedó a vivir con los dos hijos de la pareja en la coqueta casa familiar que se levanta en la esquina de Lehmann y Juan José Paso.


Y el hombre se refugió en la casa de sus padres, ubicada en la misma manzana. Según los testimonios, Noroña nunca asumió la separación y estaba pendientes de los movimientos de su ex mujer.
La sola presencia de un hombre en la que había sido su casa lo enervaba. “Mía o muerta”, parece haber sido la única idea en la cabeza del sospechoso, sobre quien pesaba una orden judicial de exclusión del hogar.


Nueva relación
Eberhardt y Munarriz se habían conocido poco tiempo antes en un local de bowling del centro esperancino donde el muchacho trabajaba y encaraban una incipiente relación.


La escena del crimen coloca a ambos tomando una cerveza en el comedor de la casa de ella. Una imagen que pudo observarse desde la vereda ya que la casa tiene muchas ventanas.


Una imagen que bien pudo haber sido vista por Noroña. Superada la barrera de la medianoche, la pareja subió a la habitación de la mujer. Allí los sorprendió Noroña, quien ingresó a la casa con una llave propia y sin forzar cerradura alguna.


Entonces los vecinos escucharon una sola secuencia de al menos diez disparos y avisaron a la policía.Cuando efectivos del Comando Radioeléctrico llegaron al domicilio hallaron a Munarriz muerto en el vestidor contiguo al dormitorio.


Tenía cinco impactos de bala calibre 22 en la cabeza y uno en la espalda. Viviana, a su vez, tenía tres disparos en la cabeza y aún vivía. Por eso pudo balbucearle a un policía y al médico que la asistió el nombre del asesino.


Murió horas más tarde en el hospital Cullen. Por la trayectoria de los disparos, se estima que el tirador lo hizo bloqueando la puerta de la habitación. Un elemento valorado a la hora de la calificación de alevosía.


Además, Munarriz murió apretando un trozo de látex compatible con un guante que el agresor habría tenido puesto. Otro elemento que sobresale en el dictamen es que todos los disparos dieron en los cuerpos de las víctimas, lo que marca la pericia del homicida en el manejo de la pistola Bersa calibre 22 utilizada en el crimen.


Ante la Justicia, los dos policías que arribaron al lugar del hecho coincidieron en afirmar que vieron a Noroña en la puerta de la casa de sus padres. Que el hombre los saludó, ya que siendo hijo del médico de la fuerza es conocido por muchos uniformados, y que dejó en la puerta de la casa una remera y un par de zapatillas antes de ingresar.


Por eso, tras descubrir el macabro cuadro y recabar algunos datos, volvieron sobre sus pasos y lo detuvieron.

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