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sábado, 3 de noviembre de 2012

Un rosarino es rescatista en la tragedia del huracán Sandy


Leandro Llarin forma parte del equipo de bomberos de Nueva York en medio de jornadas dramáticas en la Gran Manzana.


Un rosarino es rescatista en la tragedia del huracán Sandy
La ciudad de Nueva York enfrenta un desastre natural devastador que ya se cobró 88 vidas. En tan sólo cinco días los bomberos debieron sofocar 1.200 incendios, han recibido unas 6 mil llamadas de auxilio y han tenido jornadas de trabajo de 36 horas ininterrumpidas. En cima, afirman que la situación puede empeorar en las próximas horas. Entre los anónimos que prestan ayuda hay un joven rosarino, Leandro Llarin, de 21 años, que trabaja de bombero voluntario desde hace seis meses para la dotación del Port Washington Long Island.
Llarin llegó a los Estados Unidos hace diez años y por estos días enfrenta uno de los desafíos más riesgosos de su vida, aunque asegura que la peligrosidad de su labor “es algo en lo que no se piensa; hay que ayudar a los que nos necesitan, es todo lo que importa”.
En uno de los pocos ratos libres que tiene por estos días, Llarin habla con El Ciudadano para relatar la experiencia: “Comencé a trabajar como bombero voluntario en las ambulancias y respondemos a todos los llamados. Integro el escuadrón 4, de la compañía 1 de bomberos médicos de rescate”. Hoy está en la escuela de técnico en emergencias médicas.
El joven remarcó que en los últimos días el trabajo ha sido arduo: “Además del trabajo constante, se mezcló con el nerviosismo de la gente por la situaciones que se presentaban. La lluvia fue persistente y los vientos soplaban a más de 70 millas por hora (unos 112 kilómetros por hora), teníamos que asistir a llamados cuyos caminos no eran directos, o bien estaban obstruidos por árboles caídos, o que se prendían fuego por el viento. Las calles están aún inundadas, un verdadero desastre. Fueron días donde la mezcla de cansancio y angustia se sumaban a la impotencia ante la naturaleza”.
Una vez anunciada la llegada del huracán Sandy, Llarin recordó que se prepararon todos los equipos de rescate y que a lo largo de cada jornada se tuvo que luchar también contra la negativa de los damnificados a trasladarse de hospital, o bien de recibir algún tipo de atención médica específica. “Había gente que colaboraba y otra que no, como aquellas que tenían que ser transferidas a un hospital y no querían y teníamos que hacerle saber que no volveríamos porque la tormenta empeoraba y cada vez los espacios eran más riesgosos de recorrer”, lamentó.
Poca batería
A su vez, muchos de los ciudadanos asistían a los hospitales sólo para poder cargar sus teléfonos celulares. “La comunicación fue un tema difícil de tratar, dado que estábamos escasos de fluido eléctrico y nosotros también necesitábamos comunicarnos, por eso llegó un momento donde sólo usábamos mensajes de texto, para gastar menos batería. La gente hacía hileras para cargar su teléfono en los hospitales”, dijo.
De hecho, algunos cuarteles o estaciones tenían una “zapatilla” de enchufes que destinaban a la carga “pública” de batería.
El momento más difícil, contó el joven rosarino, fue cuando desde el Port Washington Long Island recibieron la orden de no salir ante ningún llamado, debido al riesgo que implicaba salir al rescate. Conmovido, Llarin recordó que cuando recibieron esa orden, dos jefes de bomberos habían quedaron atrapados entre dos árboles con cables eléctricos y un caño de gas que tiraba llamas de 15 pies (4,5 metros) de altura. Estos rescatistas habían salido del cuartel para socorrer a un hombre perdido. “Sandy había llegado a tierra y era peligrosísimo salir”, apuntó.
Hasta ahora, los medios indican que la situación en Nueva York empeora con el correr de las horas, después del paso de la tormenta. Se lanzó una campaña de solidaridad de parte de famosos, se planean trabajos de apoyo y contención para quienes hayan sufrido graves daños en sus casas por el agua o por el fuego.
El cuadro que presenta Llarin es devastador. “El panorama es muy malo, ya no hay gasolina y la gente no colabora, está muy ensimismada con su depresión, su desesperación y la búsqueda de sus familiares o amigos mientras se siguen encontrando cuerpos. Y hay zonas que cada vez quedan más aisladas de la ayuda”, concluyó.

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