La discusión que se dará el martes 13 en el Senado mendocino por la guía técnica del aborto no punible, tras una violación, sacó a luz el caso de una joven de 22 años que fue sometida repetidas veces por su padre desde los 8 a los 12 años, quedó embarazada, se opone a esa práctica quirúrgica y pide mayor rigor en las condenas para los violadores.
La historia guarda similitudes con la del Chacal de la Cuarta Sección que en 2009 se conoció que embarazó a su hija siete veces o al violador del Este que tuvo 3 hijos-nietos.
Después de permanecer en silencio durante largo tiempo, la mujer se armó de valor y se atrevió a revelar las continuas vejaciones que sufrió, tanto ella como su hermana menor, “ahora lo puedo hacer sin llorar”, dijo, y su misión tiene un solo objetivo, dar su opinión sobre el aborto: “No es la solución, cada mujer que haga con su cuerpo lo que quiera pero no con el del bebé”.
“Muchos hablan del tema pero no saben lo que se siente, se preocupan por el aborto nada más y nunca se habla de la condena para el violador, a mi papá le dieron doce años y se lo rebajaron a 8, ahora está por salir y al final el pasó mejor vida adentro (de la cárcel) que yo afuera”, sentenció.
“Me decían que si abortaba nadie me iba a juzgar y que si seguía con el embarazo después iba a terminar llena de hijos y sin estudio y no fue así, acá estoy a punto de terminar mi carrera (Programador en Sistema), tengo unas horas de clase y mi hijo es mi vida”, expresó.
Aunque ha decidido dar la cara, igualmente se tomaron los recaudos necesarios para salvaguardar la integridad del niño de 9 años y la demás personas involucradas en el caso.
Los ultrajes que padeció la joven comenzaron en Alvear cuando ella tenía 8 y su hermana apenas 6. Después se instalaron un tiempo en Lavalle y allí continuaron. A poco de nacer el bebé, regresaron al sur.
“Hacia afuera éramos una familia ejemplar, mis padres siempre nos inculcaron buenos modales, a cumplir con la escuela, teníamos las mejores notas, pero se ve que no éramos tan normales”, contó.
“Mis tías empezaron a notar que estaba engordando y no era normal entonces me llevaron a un control y ahí se dieron cuenta del embarazo”, agregó.
Ella se mantiene fuerte y aunque no irrumpe en lágrimas, traer de regreso el doloroso recuerdo la hizo detenerse unos segundos, respiró y sin levantar la vista del escritorio, prosiguió con el crudo relato.
“El me decía que todo era normal y me obligaba a mentir pero al final ya no sabía que mentiras había dicho antes y la embarraba más, una psicóloga se dio cuenta y me dijo que si hablaba ella me iba a proteger”.
La muchacha reconoce que salir adelante tras vivir una situación de abuso y más cuando se tiene un hijo a esa edad “no fue fácil” y en muchos casos el entorno no colabora “salí escolta y no me dejaron porque no era ejemplo, estaba embarazada”, comentó con un toque de ironía, pero también sostiene con vehemencia que “esa vida no tenía la culpa”.
“El no es el padre ni va a ser igual a él, realmente me hubiera hecho más daño si abortaba”, reflexionó.
Con el correr de los años, la mamá adoptó la religión Adventista y asegura que el círculo que rodea a una mujer ultrajada es fundamental para salir adelante.
“Vivíamos en una casa de barro, sin agua potable y mi mamá trabajaba en casas de familia pero a veces solo teníamos para un té, no se trata tampoco de una situación económica, sino de la gente que te rodea”.
Es por eso que hoy no solo se declara en contra del aborto sino que considera prioritario focalizar más la atención en los programas de ayuda a las víctimas de abuso y reitera que se debe poner el ojo en las condenas al abusador.
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