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viernes, 12 de octubre de 2012

SANTA FE: Siete años de impunidad


Un sábado de octubre de 2005, la joven que se dirigía a su trabajo fue atacada y herida de muerte en pleno centro de nuestra ciudad.

Florencia, la víctima, había llegado de Calchaquí para trabajar de moza en un bar de la terminal de colectivos.- Foto:Archivo


Florencia Morello repartía volantes cuando el sábado 1º de octubre de 2005 fue salvajemente atacada en pleno centro de nuestra ciudad y desde aquel entonces la Policía, tampoco la Justicia santafesina, pudieron decir quién y por qué motivo la hirió mortalmente.

La chica, de 21 años que fue golpeada brutalmente en la oscuridad por uno o más sujetos que habrían intentado abusar de ella dejaría de existir un semana después de ingresar inconsciente en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital Provincial José María Cullen.

Ella murió sin decir una sola palabra acerca de lo ocurrido aquel sábado, poco antes de las seis, cuando dejó la casa de bulevar Zavalla al 2800 donde se domiciliaba junto a un grupo de amigas.

Tampoco nadie logró reconstruir el momento del crimen por lo que todo quedó en el plano de las conjeturas. Sí se pudo establecer que Florencia caminaba y deslizaba volantes de propaganda bajo las puertas, por calle Irigoyen Freyre. Iba en dirección a la Estación Terminal de Ómnibus porque a las 6 debía llegar al bar Plataforma 24, su lugar de trabajo.

Pero Florencia fue encontrada a mitad de camino, gravemente herida, en el palier de un edificio de departamentos ubicado en calle Irigoyen Freyre al 3000, a mitad de cuadra. Allí alguien le asestó golpes demoledores en la cabeza.

Los empleados del Servicio Dipaes 107 que fueran convocados al lugar del hecho por agentes del Comando Radioeléctrico advirtieron de inmediato la gravedad de la situación, y en el acto pidieron que se habilitara el shock room del hospital público donde sería recibida exactamente a las seis y cuarto, ya en estado desesperante.

Para dirigirse a la terminal Florencia pudo haber llamado un remís, como lo hacía habitualmente, pero en cambio optó por caminar. Aquella mañana, Florencia, _para unir su casa y la terminal_, pudo haber caminado en línea recta por calle Hipólito Yrigoyen, pero prefirió hacerlo por Irigoyen Freyre, aún cuando con eso sumaba 200 metros a su recorrido.

Ahora se sabe que esas alteraciones en su rutina obedecieron a una tarea extra que ella debía cumplir, como repartir volantes publicitarios bajo las puertas. Así lo dieron a entender quienes como ella formaban en la asociación de Cienciología conocida por el nombre de Dianética.

En eso estaba Florencia cuando alrededor de las seis ingresó al palier de un edificio, un espacio abierto que da a la vereda y que, al igual que el garaje contiguo, se aparta algunos metros de la línea de edificación. Es decir que incautamente la chica se internó en un sitio oscuro donde su matador pudo haberla emboscado.

“Uno de los entrevistados dijo que alrededor de las 6 escuchó un alarido, pero agregó que no le dio mayor importancia porque son comunes los gritos, las corridas y los insultos cuando los fines de semana se dispersa el público de dos boliches cercanos. Otros vecinos consultados dijeron que no vieron y no escucharon nada fuera de lo normal”, refirió este diario por aquel entonces.

El caso es que un muchacho que acertó a pasar por el lugar del hecho encontró a Florencia caída en medio de un impresionante charco de sangre y él mismo fue quien dio aviso a la policía y aguardó la llegada de la primera comisión.

El golpe que derribó a Florencia fue tan brutal que le produjo hundimiento de cráneo. Así, con la cabeza apoyada en una de sus zapatillas, la encontraron los empleados del Servicio 107. Luego, aseguran los vecinos que presenciaron la escena, las ropas de Florencia estaban desordenadas, tal como si el golpeador hubiera intentado abusar de ella.

La autoridad judicial dijo a la familia de la infortunada chica, que el caso se presentaba difícil en cuanto todo ocurrió en medio de la oscuridad de la noche y en ausencia de testigos. Entonces el ex juez Carlos Ferrero dijo que “Florencia fue atacada cuando repartía volantes de una asociación benéfica, sin fines de lucro, una institución que brinda asistencia a enfermos terminales”, por la Sociedad de Cienciología en la que ella se había enrolado.

Desde Calchaquí Florencia Morello había llegado a Santa Fe con intención de seguir la carrera de Arquitectura. Eso ocurrió poco antes de que las aguas del Salado invadieran la planta urbana y entonces -cuando la catástrofe-, trabajó como voluntaria, junto con otros miembros de la asociación de Cienciología. Luego se integró definitivamente a esa organización, dejó los estudios y comenzó a trabajar de moza en el bar de la estación. Su muerte es uno de tantos crímenes impunes que se cuentan en la historia de nuestra ciudad.

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