Suspendieron las clases por la violencia y los colectivos no ingresan de noche. El Estado está ausente. La energía y el agua son servicios que pocas veces funcionan.
La suspensión de las clases durante dos días en la Escuela Nº 1.387 dejó en evidencia un conflicto entre bandas armadas que tiene como territorio de disputa el barrio Santa Lucía, en el distrito oeste de la ciudad (Cerrito al 7500). Más de una decena de madres que llevan a sus hijos a la primaria desde el barrio La Palmera, a unas pocas cuadras, plantearon a las autoridades de la institución las situaciones de amenaza y violencia que atraviesan los chicos para poder llegar a clases. “Cortamos las actividades para calmar la situación, notificamos al Ministerio de Educación y al otro día realizamos un plenario, pero hay mamás que ya no quieren mandar a sus hijos”, explicó la directora, Liliana Zulaicca. El episodio refleja el alto nivel de conflictividad en el barrio, que se conformó a fines de los 90, cuando la construcción de la autopista a Córdoba obligó al traslado de familias. Allí, la presencia del Estado aparece insuficiente: sólo ingresa una línea de colectivos que suspende su recorrido durante la noche; la luz y el agua son servicios intermitentes y excepto cuatro calles, el resto no tiene nombre, apenas un número. “Este es un barrio encerrado, encajonado, que sólo tiene un ingreso y donde no hay nada, ni club ni iglesia, nada”, coincidieron varios referentes. En ese escenario, las dos escuelas, el centro de salud y un centro territorial de referencia son toda la presencia del Estado. Por eso, la Escuela Santa Lucía fue uno de los pocos espacios que encontraron las madres para poner de manifiesto las situaciones de violencia. “El planteo lo hicieron unas 20 mamás que vienen desde La Palmera a la escuela. Sus hijos, que son alumnos de 1º a 4º grado, sufren amenazas todos los días cuando tienen que cruzar la vía. La violencia llega al extremo de no permitir el paso”, detalló la directora y planteó que ante esas situaciones reiteradas “muchas madres deciden no mandarlos por algunos días y otras directamente piensan en sacarlos”. “Había que bajar los decibeles, poner paños fríos y calmar a los padres”, explicó Zulaicca ante la suspensión de clases. Por eso, se notificó al Ministerio de Educación y en los próximos días comenzarán a trabajar con integrantes del Centro Comunitario de Salud Mental Vínculo, que fueron convocados al barrio. Convivencia difícil. “La situación es gravísima, nos excede y acá son necesarias decisiones políticas”, planteó la directora, que lleva más de una década en ese establecimiento. El temor que las madres depositaron en las autoridades escolares apenas visibiliza un escenario que los directivos y docentes aseguraron no poder abordar solos. “En diez años no logramos ni que entre otro colectivo ni que abran una calle”, coincidieron los referentes. La Escuela Santa Lucía tiene 280 alumnos en la primaria, todos concurren al comedor y a la copa de leche. La mayoría de los padres se dedica al cirujeo y otro tanto se desempeña como albañiles y empleadas domésticas. “En toda la escuela conozco el caso de un solo padre que tiene un trabajo en blanco”, dijo la directora. La primaria convive con otros 150 alumnos de la Escuela Secundaria Nº 569, con la que comparten el edificio e incluso el patio. Una relación que llevan adelante “con gran esfuerzo”. Los dos colegios del barrio —el segundo es el Nº 1.375 Claudio Lepratti— son bastiones fundamentales. “Acá no hay nada, ni lugar para la prevención de adicciones, ni clubes ni espacios recreativos para los chicos, no hay nada. Por suerte están las dos escuelas”, señaló Zulaicca. Mientras tanto, los vecinos intentan vivir. Eso, a veces, se torna muy difícil. Ausencias que enferman El barrio Santa Lucía tiene también un centro de salud que atiende un promedio de 14 mil vecinos al año. Además, durante las tardes, se convierte en espacio de encuentro. Como si fuera el club, que no existe. "Acá lo que enferma a la gente son la condiciones de vida", dijo Claudia Gómez, la directora del dispensario, y agregó que en Santa Lucía "en los chicos un resfrío se convierte en neumonía, y no porque las mamás no los traigan al médico, sino porque vuelven a sus casas y no tienen las condiciones mínimas para recuperarse".
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