El ex agente civil de inteligencia, Eduardo Costanzo, acusó en duros términos a sus ex compañeros por el secuestro y sustitución de identidad de los hijos mellizos de Raquel Negro y aportó un dato relevante: el mayor del Ejército, de apellido Navone, quien se suicidó hace tres años, se apropió del mellizo varón y lo inscribió como propio. "Nadie me va a hacer callar; háganle un ADN a su hijo", sugirió Costanzo.
Eduardo Rodolfo Costanzo, el ex agente civil de inteligencia que el año pasado fue condenado por crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención rosarinos, acusó en duros términos a sus compañeros de armas por el secuestro y sustitución de identidad de los hijos mellizos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacidos en el Hospital Militar de Paraná en marzo de 1978. Inclusive dio los nombres de algunos de quienes realizaron la custodia de la mujer mientras duró su estadía en la capital entrerriana. Pero el dato más relevante que aportó fue la certeza de que Paul Alberto Navone, un agente del Destacamento de Inteligencia 122 de Santa Fe, se apropió del mellizo varón y lo inscribió como propio. "Háganle un ADN al hijo de Navone, al que mandaron a España a los pocos días del suicidio del padre y al hijo del hermano de Navone", dijo. "En Casilda comentaban que los Navone tenían un hijo de desaparecidos", acotó Costanzo. Además se dirigió a los hijos de Negro, Sebastián y Sabrina: "Miren bien a este hombre (por el represor Marino González) porque es el último que toca a su madre". Ochenta minutos estuvo Costanzo ante el tribunal. El Tucu pidió investigar si un agente de inteligencia que operó en Santa Fe se apropió del hijo de Raquel Negro y Tulio Valenzuela. Se trata de Navone, que se suicidó el día que estaba citado a declarar como imputado por la sustracción y sustitución de identidad de los bebés nacidos en el Hospital Militar de Paraná. Navone era un mayor del Ejército oriundo de Casilda que se suicidó el 25 de febrero de 2008 de un balazo en la cabeza, en un hotel de la Fuerza Aérea en la localidad cordobesa de Ascochinga, el mismo día en que debía presentarse a declarar como imputado en esta causa ante el Juzgado Federal de Paraná. Lo que dijo Costanzo ya lo había manifestado Pascual Oscar Guerrieri durante su indagatoria y que motivó una presentación de los fiscales federales Mario Silva y José Candioti para investigar esa posibilidad en la causa que busca dar con el paradero del mellizo de Sabrina Gullino. Fue importante el testimonio de Costanzo porque dio precisiones sobre el rol que tuvo cada uno de los integrantes de la patota en el operativo. En su declaración, El Tucu afirmó que Raquel Negro estuvo con el resto de los detenidos de la Quinta de Funes y que fue trasladada a Paraná cuando su embarazo ya estaba avanzado. En el Hospital Militar se instrumentó un sistema para su custodia con agentes que llegaban desde Rosario, permanecían con ella en la habitación, comían lo mismo que ella y se relevaban cada 24 horas. "No se quién dio la orden para el traslado, si fue Galtieri, Jáuregui o Guerrieri, pero quien se encargó de todos los trámites fue Marino González, y él era un capitán, no podía mandarse solo", acotó. Costanzo explicó que el jefe del Destacamento de Inteligencia 121 era Alcides Juvenal Pozzi, aunque lo definió como "una figura decorativa", y precisó que a cargo estaba Pascual Oscar Guerrieri. En tanto, Jorge Alberto Fariña era jefe de operaciones especiales y ahí también operaba Juan Daniel Amelong; mientras que Marino González era jefe de la sección calle. "No se quién llevó a Raquel Negro a Paraná, pero cómo no iba a estar al tanto Fariña, si sabía vida y milagro de todos", apuntó. Y sostuvo además que González debió estar en contacto con Navone. Costanzo señaló que "los compañeros que hacían las guardias contaron que había dado a luz a mellicitos". A algunos los identificó y de otros solo dio sus nombres de guerra: Ariel Porra, alias El Puma; Ariel López, Aldo; Juan Andrés Cabrera, Andrés o Barba; Walter Pagano y Walter Ruscoe, alias Barbeta. "Inclusive ellos decían que el varoncito había nacido muerto y después me enteré que a la nena la dejaron tirada en la puerta de un convento. Pagano contó que Amelong se quedó en el auto y él dejó a la nena y puso un escarbadientes para trabar el timbre y que siguiera sonando, pero una monja lo llamó desde una ventana y entonces salió corriendo", detalló. Costanzo insistió en que Guerrieri era quien manejaba los centros clandestinos de detención y contó cómo se orquestó el asesinato de los presos políticos que estaban secuestrados en La Intermedia. Costanzo contó que "la noche en que mataron a los 16 hubo un asado para celebrar que supuestamente iban a liberar a una detenida; después de comer Fariña pidió que buscaran dos botellas de whisky que tenía en el auto, una para ellos y otra para los presos. Esa tenía un veneno, decían que la habían traído de Campo de Mayo y que la habían probado con un perro que tomó esa bebida y se murió. Después los fueron llevando uno por uno a una salita y los mataron de un tiro y tuvimos que cargar los cadáveres en un camión. Más tarde apareció un Peugeot 504 y en el baúl estaba Raquel Negro, desnuda, atada de pies y manos y con una bolsa en la cabeza". "No se con qué fin dijeron que el varoncito había muerto y si fue porque se lo quedó uno de ellos", dijo luego, reafirmando lo que había manifestado antes sobre la posibilidad de que Navone se apropiara del mellizo. Y también tuvo lugar para un gesto de reconocimiento a él mismo: "Orgulloso estoy que Sabrina tenga su identidad gracias a mí". Tampoco se privó Costanzo de denostar uno a uno a los imputados: "Estos no eran combatientes, eran delincuentes y ladrones", afirmó. Dijo, por ejemplo, que Amelong es un "psicópata asesino" y que Guerrieri un "ladrón hijo de puta". A Marino González lo calificó de "mentiroso y cagón que no tiene las pelotas para afrontar esta situación. ¿Por qué no habla de cómo tiraba gente al mar?". Y les habló de él a los hijos de Raquel Negro: "Sebastián y Sabrina, miren bien a este hombre porque es el último que toca a su madre, él es quien tiraba a la gente de los aviones". Y les hizo una advertencia a los que fueran sus compañeros de armas: "Nadie me va a hacer callar. Si me cortan la lengua, usaré las manos para escribir; si me cortan las manos, escribiré con los dedos de los pies; y si me cortan los pies haré señas como Bernardo, el mudo de El Zorro".
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