FONAVI CENTENARIO. ANÍBAL (DE PIE), WALTER (AL CENTRO) Y LUCIANO (CON GORRA ROJA), EN LA SIESTA DEL 30 DE ABRIL DE 2003. EL MISMO ORDEN, 10 AÑOS DESPUÉS, POSARON PARA REPETIR LA INSTANTÁNEA. (MANUEL TESTI)
Aníbal, Walter y Luciano se conocían del barrio. Crecieron entre las escaleras y los patios comunes del Fonavi de Centenario, en la manzana 1. El 29 de abril de 2003, sólo Luciano todavía tenía su casa ahí. Anibal y Walter se habían mudado pero una novia y los padres –respectivamente– fueron las razones para que la noche cuando el agua ya había tapado todo, los encontrara en el mismo lugar. Al día siguiente de la inundación, uno de los reporteros gráficos de Diario UNO, Manuel Testi, que por entonces aún era estudiante de fotografía, subió a una lancha para colaborar en la distribución de cajas con provisiones. En uno de esos recorridos por el río que había ocupado la ciudad, a la altura de calle Rodríguez Peña y O’Higgins, los encontró y sacó una instantánea del saludo. Diez años después, repitió la foto.
“Le echaron la culpa al río”
“¡Te acordás de esta foto, loco!”, exclamó Aníbal Soto (30) cuando vio la imagen que ilustra la página: “El 29 de abril, yo estaba con la mamá de mi hijo. Recién nos estábamos conociendo. Cuando salimos de la casa, todo era un alboroto terrible. Esa noche, a las 21, el agua ya corría por el barrio. En 15 minutos nos llegaba a los pies, a los 20 minutos, el agua nos llegaba al cuello y a la hora, ya tapaba todo el primer piso. Todo fue una oscuridad absoluta y es la única vez en mi vida que sentí miedo tan aterrador. Fue todo silencio, oscuridad y gritos”.
“¡Te acordás de esta foto, loco!”, exclamó Aníbal Soto (30) cuando vio la imagen que ilustra la página: “El 29 de abril, yo estaba con la mamá de mi hijo. Recién nos estábamos conociendo. Cuando salimos de la casa, todo era un alboroto terrible. Esa noche, a las 21, el agua ya corría por el barrio. En 15 minutos nos llegaba a los pies, a los 20 minutos, el agua nos llegaba al cuello y a la hora, ya tapaba todo el primer piso. Todo fue una oscuridad absoluta y es la única vez en mi vida que sentí miedo tan aterrador. Fue todo silencio, oscuridad y gritos”.
“Para nosotros –continuó– la inundación fue un quiebre. Un antes y un después. El 29 de abril del 2003, el año terminó. Después de ese día, cada vez que recordábamos algo, ya no hablábamos con fechas, la referencia era si fue antes o después de la inundación. El problema es que no hay responsables. Le echaron la culpa al río. Pero el Salado sólo buscó su lugar. Todos sabemos quiénes son los responsables: el que perdió un hijo, o al que se le murió un padre sabe”.
Para Luciano, hablar sobre quiénes fueron los culpables también es lo más difícil: “Tenemos que hablar de política, y no quiero. No pasó nada con nadie. Familias enteras perdieron todo, hubo muertos y nadie se hace cargo «Se inundaron, bueno, ya fue, ya pasó y listo» dicen quienes tuvieron siempre los pies secos ”. El 29 de abril, Luciano García (33) volvía de viaje desde Río Cuarto, pero el micro apenas sí pudo entrar a la ciudad, y bajó a los pasajeros en el hospital de Niños Dr. Orlando Alassia. “Cuando vi que estaban sacando a los chicos, me quedé ahí a ayudar. En el barrio, yo vivo en un tercer piso, trajimos a mi casa todo lo que pudimos de familiares y vecinos. Nos ayudamos entre todos y ese recuerdo es muy fuerte”.
En aquella época, Walter Barrios (42), ya trabajaba en el Hospital de Niños: “El 29 de abril, a la mañana desde calle Mendoza y avenida Mosconi ya veíamos que se venía el agua. Le avisé a mis viejos y toda la gente que pude, pero en el fondo no lo queríamos creer. Cuando bajó el agua fue casi peor que la inundación en sí misma. Es devastador ver que el río se llevó toda tu vida. El gobierno no nos avisó, no nos ayudó y encima generaron una burocracia que lastimaba. Habíamos perdido todo, pero nos pedían el documento, papeles de pago de servicios. Salimos corriendo del barrio con lo que teníamos puesto. No teníamos absolutamente nada y lo sabían. Lo que nos salvó fue la unión de los vecinos. Hoy te ayudo a limpiar tu casa y vos me ayudás mañana. La solidaridad de la gente es algo que a mí nunca se me va a borrar”.
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