Ciara explicó que la elevada capacidad ociosa constituye el principal problema que conduce a la paralización de algunas plantas.
Más plantas aceiteras debieron frenar su producción por la escasa disponibilidad de soja. Al cierre temporal de las operaciones en las empresas Patagonia Bioenergía, Buyatti y Vicentín durante el último semestre del año pasado, se sumó ahora la planta de Bunge ubicada en Puerto San Martín, al sur de nuestra provincia, que debió detener una de sus dos líneas de producción.
“Tuvimos que cortar una línea de producción porque el volumen de cosecha fue mucho menor a la esperada por culpa de la sequía”, explicó Ariel Lascano, gerente de Bunge. Al haber menos volumen de molienda hubo una disminución en la actividad que se resintió en todo el cordón industrial.
“Hay una planta parada y estamos en etapa de mantenimiento anual, aprovechamos para dejar la planta en condiciones. No hemos resentido puestos de trabajo, sino que los seguimos manteniendo, es un compromiso que asumimos”, aclaró Lascano, quien no dudó en señalar que “si todo acompaña, somos optimistas que será un buen año y comenzaremos nuevamente a funcionar con normalidad”.
De acuerdo con un comunicado de la Cámara de la Industria Aceitera (Ciara), la elevada capacidad ociosa constituye el principal problema que conduce a la paralización de algunas plantas o líneas de producción industrial. Esto se debe, explicó, a que en los últimos años el aumento de la producción de la oleaginosa y de la capacidad de molienda fueron acompañadas por el crecimiento de las exportaciones de poroto de soja principalmente a China, que utiliza barreras arancelarias para generar artificialmente su propio polo productor.
De este modo, precisó el comunicado, “aumentó la capacidad ociosa en la industria desde el 14% de comienzos de la década pasada hasta el 35% proyectado actual, lo que conspira con la aspiración de industrializar la ruralidad”, se quejaron los industriales del aceite, nucleados en Ciara. Esto se da, además, en un contexto de incremento de los costos internos, mayores controles aduaneros que retrasan la logística, paralizaciones portuarias por conflictos sindicales y la menor producción obtenida la última cosecha, agregó. De hecho, por la aplicación por parte de la Aduana de sobre-controles desde el 12 de octubre pasado, “los puertos y la exportación registran dificultades y demoras en los embarques de productos agroindustriales, lo cual ocasiona sobrecostos que afectan la competitividad de productos argentinos en el exterior”, advirtió Ciara.
Demoras
En los últimos dos meses, de los 347 barcos que recalaron en los puertos del Gran Rosario, 209 (el 60%) sufrieron importantes demoras, sobre todo por supervisión de cada permiso de embarque por el sistema de calado o “draft survey
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