Central no pudo levantar cabeza
en el sur ante Banfield, jugó un partido para el olvido y sumó su
segunda derrota en el campeonato.
La Capital |
Encontrar la identidad del equipo parece ser la cuestión. Porque a
Central le cuesta horrores identificarse, mostrar chapa, imponer su
jerarquía en base a los refuerzos que llegaron y marcar la cancha con el
protagonismo necesario. La riqueza en nombres no se condice con los
resultados. Y otra vez el canalla perdió su norte en su visita a
Banfield. Pero no sólo llena de preocupación la caída, sino también el
rendimiento de esas individualidades que deberían marcar la diferencia.
El fútbol es y será el arte de lo impensado. Una frase tan real como vigente. Porque sin justificarlo Central había marcado el camino y sacado una ventaja impensada. Mucho no había hecho para conseguirlo. Es que el canalla no hizo pie de entrada. Estaba desconcertado, porque Banfield en el arranque controlaba el juego a través del manejo de la pelota ante un canalla ausente. Por eso el local llegó casi con comodidad y avisó a poco del inicio con un cabezazo que fue a buscar Silvera en el primer palo y la mandó al otro. Y se fue cerca. Clarita situación. Pocos minutos más tarde Casteglione fue con todo al piso para tapar un remate del Cuqui cuando iba en busca del gol. Y después Iván Pérez probó, pero esta vez desde afuera del área. Todas imágenes del dueño de casa, por el equipo de Russo lucía desdibujado.
Gagliardi no entraba en sintonía. Lagos por izquierda tampoco preocupaba. Arriba a Bracamonte no le llegaba la bocha y tampoco ganaba las divididas. El juego, ausente.
Claro que el fútbol no entiende de lógica. Y un ejemplo de eso se produjo pasada la media hora cuando Gagliardi envió un centro para Bracamonte, el pelilargo no llegó y la pelota y le quedó servida a Lagos para que con un zurdazo seco sorprendiera a propios y extraños. La realidad indicaba que el Canalla había hecho poco para conseguir semejante premio. Pero el fútbol es eso.
Central tenía que trabajar con la desesperación del Taladro, a quien la racha de 14 partidos sin ganar de local le pesaba horrores. La expulsión de Gerardo Pérez por doble amarilla le quemó los papeles a Russo, quien debió apelar a Valentini (en lugar del Pipi García) para a cubrir el hueco en defensa. Pero Banfield encontró la pelota, los espacios y el gol. Silvera cambió el clima. De alegría para los del anfitrión y desazón para los canallas.
Banfield vio que podía. Porque Central trató de cerrar los espacios atrás y apostó al contraataque vía Toledo. Primero Noir tuvo una chance, pero también el cordobés metió un zurdazo que controló Santillo. Al Canalla le cerraba sumar. Y el empate, a esa altura no era mal negocio. Pero otra desconcentración en defensa lo dejó sin nada. Chávez, solito y sin marcas, golpeó y sentenció el juego.
Central sumó la segunda derrota en el torneo. La primera de visitante, ante un rival que venía golpeado y al que le permitió revivir. Esta vez no se le puede achacar a la presión. La cuestión pasa por otro lado.
Por la ausencia de juego y de solidez. Se sabe que lo único que importa en este fútbol es ganar. No importa el cómo. Aunque siempre es más sencillo alcanzar el objetivo con un línea de juego y siendo un equipo que muestre las cualidades de candidato. Y eso no se vio.
El fútbol es y será el arte de lo impensado. Una frase tan real como vigente. Porque sin justificarlo Central había marcado el camino y sacado una ventaja impensada. Mucho no había hecho para conseguirlo. Es que el canalla no hizo pie de entrada. Estaba desconcertado, porque Banfield en el arranque controlaba el juego a través del manejo de la pelota ante un canalla ausente. Por eso el local llegó casi con comodidad y avisó a poco del inicio con un cabezazo que fue a buscar Silvera en el primer palo y la mandó al otro. Y se fue cerca. Clarita situación. Pocos minutos más tarde Casteglione fue con todo al piso para tapar un remate del Cuqui cuando iba en busca del gol. Y después Iván Pérez probó, pero esta vez desde afuera del área. Todas imágenes del dueño de casa, por el equipo de Russo lucía desdibujado.
Gagliardi no entraba en sintonía. Lagos por izquierda tampoco preocupaba. Arriba a Bracamonte no le llegaba la bocha y tampoco ganaba las divididas. El juego, ausente.
Claro que el fútbol no entiende de lógica. Y un ejemplo de eso se produjo pasada la media hora cuando Gagliardi envió un centro para Bracamonte, el pelilargo no llegó y la pelota y le quedó servida a Lagos para que con un zurdazo seco sorprendiera a propios y extraños. La realidad indicaba que el Canalla había hecho poco para conseguir semejante premio. Pero el fútbol es eso.
Central tenía que trabajar con la desesperación del Taladro, a quien la racha de 14 partidos sin ganar de local le pesaba horrores. La expulsión de Gerardo Pérez por doble amarilla le quemó los papeles a Russo, quien debió apelar a Valentini (en lugar del Pipi García) para a cubrir el hueco en defensa. Pero Banfield encontró la pelota, los espacios y el gol. Silvera cambió el clima. De alegría para los del anfitrión y desazón para los canallas.
Banfield vio que podía. Porque Central trató de cerrar los espacios atrás y apostó al contraataque vía Toledo. Primero Noir tuvo una chance, pero también el cordobés metió un zurdazo que controló Santillo. Al Canalla le cerraba sumar. Y el empate, a esa altura no era mal negocio. Pero otra desconcentración en defensa lo dejó sin nada. Chávez, solito y sin marcas, golpeó y sentenció el juego.
Central sumó la segunda derrota en el torneo. La primera de visitante, ante un rival que venía golpeado y al que le permitió revivir. Esta vez no se le puede achacar a la presión. La cuestión pasa por otro lado.
Por la ausencia de juego y de solidez. Se sabe que lo único que importa en este fútbol es ganar. No importa el cómo. Aunque siempre es más sencillo alcanzar el objetivo con un línea de juego y siendo un equipo que muestre las cualidades de candidato. Y eso no se vio.
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