“Fue tremendo ver el primer día, con esa sensación de desarraigo”, relató Catalina Frías, presidenta de la vecinal. Ahora, las familias evacuadas aguardan por la vivienda que les construirá el gobierno.
“Fue tremendo ver el primer día, con esa sensación de desarraigo. No es fácil. Si bien no todas las familias eran los habitantes originales, costó mucho, porque hay algunos que vivían ahí desde hace varios años”, relató a Diario UNO Catalina Frías, presidenta de la vecinal Juana Azurduy, que tiene competencia en la zona.
“El primer día se juntaron todos los vecinos de los distintos monoblocks, que vinieron a acompañar. Antes, habían sacado el tanque del Monoblock 6 (al lado del que luego se demolería), porque también generaba riesgo para las familias que viven ahí”, contó Frías; al tiempo que agregó: “Dicen que no hay mal que por bien no venga. En este caso, por haber tenido que sacar el tanque, decidieron extender un caño para que esos vecinos tengan agua potable. Si bien no sabemos si va a llegar a subir todos los pisos, al menos va a ser agua buena, muy cerquita”.
En cuanto a las sensaciones que se mezclaban en estos días en que poco a poco desaparecía el edificio, la presidenta de la vecinal alertó: “El miedo que tenían, como todos nosotros, es qué va a pasar con las familias evacuadas hasta que estén en una casita. Vemos los problemas económicos de la provincia y tenemos miedo. Esperamos que el gobierno pueda cumplir con la promesa de darles un hogar”.
Entre las buenas noticias, Frías también enumeró la solución a uno de los reclamos que más antigüedad –junto con las denuncias por el mal estado de los edificios– tenían desde el barrio: se trata de la asistencia sanitaria.
“Se está acondicionando el salón donde funcionaba el dispensario, porque esa obra estaba parada también por un problema de la empresa constructora. Dentro de unos días va a retomarse el servicio y la gente ya no va a tener que andar de un lado para el otro cuando tiene un problema de salud”, expresó.
Piso por piso
La metodología adoptada en el caso del monoblock 7 se denomina demolición controlada tradicional piso por piso, con trabajo manual y asistencia mecánica. La torre presentaba daños estructurales irreversibles tras el incendio ocurrido el pasado 22 de junio, en la ciudad de Santa Fe (departamento La Capital).
La decisión de demoler la torre 7 se tomó en base a los informes técnicos realizados por Bomberos Voluntarios, la Municipalidad de Santa Fe, y el propio aportado por la DPVyU.
“Se evaluó esta forma de trabajo por ser la más apropiada para un barrio con densidad urbana, y tiene –además– la supervisión de profesionales en seguridad e higiene aportados por la empresa”, indicó la Dirección Provincial de Vivienda y Urbanismo, dependiente de la Secretaría de Estado del Hábitat.
Desde la misma repartición confirmaron que se encuentra en la última etapa la tarea de demolición de la torre 7, que comenzó –como contaba Catalina– el 18 de julio pasado con el retiro del tanque de agua del monoblock lindero, y la extracción del techo. La demolición está a cargo de la empresa santafesina Coemyc, la cual ganó el concurso de precios organizado por el ente provincial.
Según el informe de inspección de la DPVyU, “las tareas se realizaron en un tiempo menor al proyectado, faltando sólo la demolición de una unidad habitacional de planta baja, y la posterior limpieza del área” (en principio se estimaba que la obra demandaría un plazo aproximado de 45 días).
En cuanto al futuro de ese espacio, el gobierno provincial y el municipio local recuperarán el espacio intervenido, para lo cual está previsto el diseño de un espacio verde con juegos infantiles. Para las familias que habitaban el monoblock se construirán 18 unidades habitacionales en un terreno que se comprará próximamente con financiamiento provincial.
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