Tras el incidente con el premier, y en un ambiente cargado de emoción y de dolor, se enterraron los restos de 136 víctimas recientemente identificadas de la masacre del 11 de julio de 1995.
El memorial. Los restos de 136 víctimas musulmanas de la matanza recientemente identificadas reciben sepultura.
Miles de personas conmemoraron ayer en la localidad bosnia de Srebrenica el 20º aniversario de la masacre de 8.000 musulmanes por las fuerzas serbio-bosnias, en una ceremonia empañada por los lanzamientos de piedras contra el primer ministro serbio, que tuvo que abandonar el memorial. El dirigente serbio, Aleksandar Vucic, un antiguo ultranacionalista reconvertido en proeuropeo convencido, acababa de depositar una flor ante un monumento con los nombres de las 6.200 víctimas identificadas y enterradas en el memorial, cuando la multitud empezó a gritar Alá Akbar (Dios es grande) y a lanzarle piedras. Flanqueado por sus guardaespaldas, el primer ministro logró abandonar el lugar, después de que una piedra le diera en la cabeza, mientras los organizadores pedían calma por los altavoces.
En Belgrado, el Ministerio de Relaciones Exteriores serbio denunció que el ataque a Vucic fue un “ataque contra Serbia y su política de paz y cooperación regional”.
Tras el incidente con el premier, y en un ambiente cargado de emoción y de dolor, se enterraron los restos de 136 víctimas recientemente identificadas de la masacre del 11 de julio de 1995.
Un total de 6.241 cuerpos identificados están enterrados en este lugar y otros 230 en otros cementerios. “(Vucic) vino a vernos para pedirnos perdón, mostrar que tiene corazón, y ahora nosotros vamos a ser considerados como salvajes”, lamentó una mujer, que prefirió guardar el anonimato por temor
Un crimen monstruoso. Antes de acudir a Srebrenica, Vucic había publicado ayer una carta abierta en la que definió la matanza como un “crimen monstruoso”. “No hay palabras para expresar la tristeza y el dolor por las víctimas, ni la ira contra los que cometieron este crimen monstruoso”, dijo Vucic sin emplear la palabra “genocidio”.
Abandonados por sus protectores de la ONU hacia el final de la guerra de 1992-1995, unos 8.000 musulmanes, hombres y niños, fueron ejecutados por las fuerzas serbio-bosnias durante cinco días del mes de julio, sus cadáveres arrojados a fosas para después ser desenterrados y esparcidos en pequeñas tumbas, en un sistemático esfuerzo por intentar esconder el crimen. Más de 1.000 víctimas siguen sin ser halladas. Fue considerada la peor matanza en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Un tribunal de la ONU decretó la masacre como genocidio. Muchos serbios aún se disputan el término, así como la cifra de muertos y la versión oficial de lo que sucedió, reflejando relatos contradictorios sobre las guerras yugoslavas que aún avivan las divisiones políticas y asfixian el progreso hacia una integración con Europa occidental.
Begajeta Salihovic, de 51 años, enterró a su padre. “Cuando me enteré de que habían hallado sus restos, tuve la impresión de que acababa de morir”, dijo esta mujer, que también perdió a un hermano en la masacre de Srebrenica, mientras que otros dos, muertos al inicio del conflicto bosnio, nunca fueron hallados.
Dos millones de refugiados. La guerra entre comunidades de Bosnia (1992-1995) dejó unos 100.000 muertos y dos millones de refugiados, es decir, casi la mitad de la población de entonces.
En Washington, el presidente estadounidense, Barack Obama, denunció el “genocidio de Srebrenica”, afirmando que su nación sigue comprometida en “ayudar a sus socios de la región de los Balcanes a sanar las heridas del pasado”.
Numerosos responsables internacionales estuvieron presentes en Srebrenica, entre ellos el ex presidente estadounidense Bill Clinton, cuya administración fue la artífice de los acuerdos de paz de Dayton que pusieron fin al conflicto. Bosnia observó ayer un duelo nacional en todo su territorio, dividido tras el conflicto en dos entidades: una serbia —la Republika Srpska (RS)— y la otra croata-musulmana, unidas por frágiles instituciones centrales.
Veto ruso en la ONU. La matanza sigue suscitando debate en la escena política internacional y envenenando las relaciones entre Serbia y Bosnia. El miércoles, Rusia vetó un proyecto de resolución de la ONU sobre Srebrenica, una decisión de la que Belgrado se felicitó y que las familias de las víctimas deploraron, estimando que “imposibilitaba la reconciliación”. Los líderes político y militar de los serbios en Bosnia, Radovan Karadzic y Ratko Mladic, respectivamente, fueron acusados de haber orquestado la masacre y son juzgados actualmente por genocidio ante el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia.
En 2001, un comandante serbio-bosnio, Radislav Krstic, fue el primer condenado por un genocidio en Europa. Le siguieron otras cuatro condenas. Veinte años después de la masacre, Bosnia, uno de los países más pobres de Europa con 3,8 millones de habitantes, sigue dividida entre comunidades y se mantiene a la zaga de los países candidatos a adherirse a la Unión Europea.
Las principales comunidades, musulmanes (40%), serbios (30%, cristianos ortodoxos) y croatas (10%, cristianos católicos), siguen mirándose con hostilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario