El plan implementado por el Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe, visitó en febrero pasado a 1000 de los 1700 alumnos que desertaron de instituciones de nivel medio en 2011. Uno de los desafíos es evitar que vuelvan a abandonar.
Tania y Carlos son dos de los 133 adolescentes que este año retomaron el secundario que habían dejado en 2011. Dicen que no les costó volver, como tampoco les resultó extraño abandonar aquella vez. Lo habían asumido con la naturalidad de un destino imponderable. La hostilidad de algunos de sus pares fue, en ambos casos, la razón para dejar, por no sentirse cómodos y seguros en un sistema que no los supo contener. Y en otros el motivo ha sido empezar a trabajar para ayudar en casa, quedar embarazada o repetir el año. Precocidades. Vulnerabilidades. Son los primeros pasos del programa Vuelvo a Estudiar, que el gobierno provincial lanzó a principios de año para ampliar la inclusión educativa. El propósito es tan necesario como difícil: detectaron 1.700 jóvenes que desertaron del nivel secundario en Rosario, llegaron a visitar en sus casas a 1.000 durante febrero, y por ahora consiguieron que 133 hayan decidido reanudar sus estudios. No sólo les falta reincorporar más alumnos. También deben evitar que los que volvieron vuelvan a caerse del sistema.
Vuelvo a Estudiar es el programa que el gobernador Antonio Bonfatti y la ministra Claudia Balagué lanzaron esta semana en la ciudad de Santa Fe, pero en Rosario arrancó en febrero. Ese mes, equipos del ministerio, de Desarrollo Social y de Promoción Social municipal visitaron a unas 1.000 familias cuyos hijos abandonaron la escuela en 2011. Fue el registro de deserción que arrojaron ese año 32 escuelas de barrios con población vulnerable, como Empalme Graneros, Industrial, La Cerámica, Tablada, Ludueña, Las Flores, Santa Lucía, 7 de Setiembre y Vía Honda.
"La sobreedad, la repitencia, la obligación de salir a trabajar para el sostén del hogar, el embarazo adolescente, y hasta el no sentirse parte de la institución escolar, o las agresiones de compañeros o de algún grupo de camino a la escuela han sido los problemas más generales que nos llevó a plantear un programa en la que distintos actores del Estado trabajemos por la reinserción escolar de esos jóvenes", explicó Carina Gerlero, subsecretaria de Planificación y Articulación Educativa ministerial.
La principal virtud del programa, según la funcionaria, es su falta de estandarización, su capacidad de acomodar las normas, los papeles y lo que haga falta con tal de que un chico retome el cursado. "Si antes iban a una escuela y ahora les queda mejor otra, se les facilita el cambio. Si les falta alguna documentación, se los inscribe igual con tal de que empiecen y nuestros equipos dan apoyo para que completen el trámite. A nivel pedagógico contemplamos alguna flexibilidad como en la asistencia, que no sea un escollo y que queden libres por faltas. Quizás no parezca justo para el resto, pero no podemos dar respuestas homogéneas a situaciones que no lo son. Aquí prima el principio de solidaridad, si no, la escuela se transformaría en un lugar de supervivencia del más apto, y no debe ser así", dijo Gerlero.
Los operadores sociales preguntaron a los 1.000 jóvenes relevados si ellos deseaban volver a estudiar. El 60 por ciento dijo que sí, pero luego lo hicieron 133. "Ahora estamos visitando por segunda vez a esas familias. Pronto tendremos un diagnóstico sobre los chicos que siguen sin cursar", añadió la responsable del plan. Del universo relevado, la mitad es menor de 18 años, y el 20 por ciento manifestó tener alguna actividad laboral.
A sus 16, Tania une todos las tardes su barrio Ludueña con la Escuela Integrada N° 240, de Provincias Unidas al 1100, donde ha retomado el primer año. Con tímida simpatía, ella cuenta sus porqués: "Tenía problemas con unas pibas allá en la Técnica 660 adonde iba. Lo hablé con mi mamá, quería dejar. A ella no le gustó mucho, pero yo no quería ir más. Un día vinieron dos chicas del Ministerio y me anoté acá. Es que en mi casa no hacía nada, me aburría, ni salía tampoco. Tengo una sola amiga. Ahora pienso terminar la escuela, por mi mamá. Ella quiere que termine, que me ponga las pilas para tener mañana un trabajo normal. Mi hermano también dejó de estudiar". Ahora, dice, está mejor, con compañeros nuevos.
Un informe de Unicef en 2010 indica que en esta región del continente sólo la mitad de los adolescentes finaliza sus estudios secundarios, y buena parte lo hace con más edad de la prevista. "En Argentina existe un desgranamiento sostenido entre la cantidad de jóvenes que ingresan a la secundaria y los que la finalizan: la obligatoriedad del nivel no garantiza, al menos hoy, la inclusión de los jóvenes", impone el documento. "Por eso es imprescindible un plan de inclusión y con abordaje múltiple para los jóvenes, que contemple sus diversas realidades socioculturales, reconozca los motivos que determinan su inclusión o exclusión y resignificar el vínculo de la escuela con el entorno, con la comunidad. Este programa es una muestra de que en Santa Fe el Estado sí está presente", recalcó Gerlero. El plan articula con los espacios de deporte y cultura municipales, y con los centros de convivencia barrial, de manera que, por ejemplo, si una adolescente ha dado a luz pueda contar con un espacio adecuado para dejar su bebé mientras ella asiste a la escuela. Le llaman "instancias de transición", o la "posibilidad de que los estudiantes puedan realizar un pasaje prolongado, no directo entre el afuera y la vuelta a la escuela, mediando previamente otras instituciones como un polideportivo, un centro cultural, un centro de día", amplió Gerlero.
Para 2010, el nivel secundario tenía 215.410 alumnos matriculados en 861 escuelas (549 públicas y 312 privadas).
Carlos quería seguir estudiando, pero su mamá entendió que estaba en peligro y lo hizo dejar. "Tenía un problema con unos chicos, me amenazaban y mi mamá no me mandó más. Yo quería volver para terminar más rápido. Yo quiero ser mecánico, mi papá es metalúrgico. Tendría que estar ahora en tercero, pero estoy en primero, igual voy a seguir", se promete. Tiene 15 años y llega a la escuela 240 cada tarde desde barrio Larrea, en grupo, con sus nuevos compañeros. "Ahora me gusta venir a la escuela", afirma.
La directora del establecimiento, Liliana Di Stéfano contó que, además de Tania y de Carlos, hubo otro chico que empezó tras haber dejado en otra escuela, pero que en los últimos días volvió a desertar y ya están en plan de volver a buscarlo. "Ellos entienden que la educación no les garantiza un futuro mejor pero sí les da las herramientas para acceder a ello. Los padres también, pero muchos dicen que sus chicos se les van de las manos. Cuando los chicos vienen a la escuela, lo intentan y trabajan. El problema a veces es el entorno afuera, contra eso luchamos y no es sencillo. Es una carrera de valores y ofertas muy distintas", analizó.
Gerlero señaló que hubo muchas respuestas del estilo "Queríamos que el nene volviera a estudiar, pero no sabíamos cómo hacer". "En todos los casos, se trata de población vulnerable, en distinto grado, pero vulnerables al fin. Hasta hubo algunos casos de jóvenes que su detonante de deserción fueron conflictos con la ley penal".
¿Qué pasará a fin de año, si alguno de estos alumnos recuperados deba reprobar a riesgo de que vuelva a desalentarlos y excluirlos? "El punto es acompañarlos en todo momento, apoyarlos. Si ocurre, será un cuello de botella, pero una cosa es flexibilizar para incluir, otra cosa es mirar hacia el costado. Tratamos de darle la contención que necesita a lo largo del año, y también reciben una beca educativa de 800 pesos anuales", respondió la subsecretaria provincial.
La cuenta pendiente es recuperar a los que todavía están fuera. "La situación es compleja -concluyó Gerlero- y no la determinan sólo factores escolares sino también familiares, el contexto en el que viven. Este trabajo requiere continuidad en el tiempo. Si fuera tan fácil, el plan no sería necesario. Seguiremos insistiendo para incluir cada vez más jóvenes, pero es una tarea diaria. El Estado acá no se retiró".
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