“Recuerdo sentarme en la silla y al dentista poniéndome la anestesia local”, dice William a la BBC. Después de eso: nada. Conocé la historia.
Zona gris. El gráfico destaca el hipocampo en el área del cerebro.
El reloj interno de William está detenido a las 13,40 del 14 de marzo de 2005. Justo en el medio de una cita con el dentista. Miembro del ejército británico, William había vuelto a su puesto en Alemania la noche anterior tras asistir al funeral de su abuelo.
“Recuerdo sentarme en la silla y al dentista poniéndome la anestesia local”, dice William a la BBC. Después de eso: nada.
Desde entonces es incapaz de recordar nada por más de 90 minutos. Por lo que es incapaz de saber dónde queda su casa: cada día se despierta creyendo que está en Alemania en 2005 esperando ir al dentista.
Sin el registro de nuevas experiencias, el paso del tiempo no significa demasiado para él. Solo es capaz de reconocer que hay un problema porque él y su mujer dejan notas en su celular, bajo el título de: “Lo primero: leer esto”.
En el momento de la cirugía —una simple endodoncia— el dentista no se dio cuenta de que algo iba mal. Fue cuando se quitó las gafas protectoras cuando vio que William estaba pálido.
Lo llevaron al hospital, donde permaneció tres días. Los médicos sospecharon en principio que había tenido una mala reacción a la anestesia, pero no hallaron evidencia de este tipo de lesión, así que lo dejaron marchar con el misterio sin resolver. William y su familia regresaron a Inglaterra, donde empezó a visitar al doctor Gerald Burgess, psicólogo clínico.
La explicación obvia sería que William sufre de un tipo de amnesia parecida a la de Henry Molaison, cuyo caso ha servido para entender mucho de lo que sabemos hoy sobre la pérdida de memoria.
Durante una intervención quirúrgica para tratar su epilepsia, los cirujanos extrajeron parte de la masa gris de Molaison, incluida aquella donde se graban los recuerdos.
Pero los estudios realizados a William detectaron que estas áreas permanecieron intactas. Sus casos son diferentes. Mientras Molaison no podía recordar detalles personales, sí era capaz de aprender nuevas habilidades que se procesan en otras partes del cerebro. William no puede.
Por ello Burgess cree que la clave podría estar a nivel neuronal.
Una vez que hemos experimentado un evento, los recuerdos quedan grabados mediante un proceso que requiere la formación de nuevas proteínas. Si bloqueamos la formación de estas proteínas en ratas, olvidarán lo que acaban de aprender.
El dentista no le tocó el cerebro. Así que lo que le pasó es un misterio.
Muchos piensan ahora en el cerebro como una especie de computadora, con distintos chips para la “memoria”, el “miedo” o el “sexo”.
Pero el caso de William demuestra cómo esta visión modular del cerebro es demasiado simple.
Incluso cuando la maquinaria está aparentemente intacta es fácil perderse en el presente, sin puentes al pasado o al futuro.
El caso de William también demuestra el poder de las emociones para moldear nuestras mentes.
En los últimos 10 años tan solo ha sido capaz de recordar un acontecimiento: la muerte de su padre.
De alguna forma la intensidad de su dolor le dejó marcas en el cerebro y lo ayudó a no olvidar este difícil recuerdo.
Aun así, es incapaz de recordar las circunstancias de la muerte.
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