Columnas, buzones y hasta un quiosco de venta de flores impiden el andar de las personas con movilidad reducida sobre el acceso a las rampas que construyó la Municipalidad para tal fin.
La Capital |
Que las calles y edificios públicos de una ciudad ostenten barreras arquitectónicas la hacen hostil. Pero que las obras realizadas para eliminarlas terminen resultando otro obstáculo es, claramente, un sinsentido. Y en Rosario sobran estos ejemplos: rampas para personas con movilidad reducida mal hechas, que terminan en un buzón o en un poste de luz son parte de la colección de mamarrachos con los que tienen que lidiar a diario quienes circulan por la ciudad con sillas de ruedas, bastones, muletas o o cochecitos de bebés.
El año pasado, el municipio puso en marcha la construcción de una centena de rampas en sectores del centro, norte y noroeste de la ciudad. Y estas obras, imprescindibles para la autonomía de las personas con discapacidad, también están previstas en el programa para revitalizar el casco histórico.
Y si bien la noticia fue saludada por las organizaciones que trabajan para que se cumplan los derechos de las personas con discapacidad, cuando las obras se fueron habilitando empezaron a mostrar falencias.
"La mayoría de las rampas que se están haciendo tienen un reborde de entre 5 y 10 centímetros que resulta imposible de sortear por una silla motorizada. "Si vas por la vereda y tenés que bajar a la rampa o si vas por la calle y subís a ella te encontrás con ese obstáculo que hasta te puede hacer caer", señala Claudio Halcovich, referente de la Asociación Civil Sin Barreras Rosario.
La entidad lleva cinco años organizando recorridos con el nombre de "Vía Crucis" o "Rallydad Rosario" con el objetivo de visibilizar las dificultades que enfrentan las personas con movilidad reducida para circular por la ciudad. Y si bien Halcovich reconoce que algunos de los escollos denunciados en los espacios públicos fueron solucionados, también advierte que "quedan muchas cosas por hacer".
Mario Buss es más crítico. "Gran parte de las rampas que están construidas no sirven", dice tajante este maestro mayor de obras y ex titular de la comisión de Discapacidad del municipio. "O bien tienen una inclinación excesiva o bien están mal ubicadas. En lugar de ser ocho por esquina a 90 grados del sentido de circulación se construyen en zona de curva donde difícilmente un auto frene para que pases", explica.
Y advierte que para encontrar estos ejemplos no hay que ir muy lejos. "Las rampas de la plaza 25 de Mayo, frente al correo, parecen puentes de lanzamiento", afirma. Ni tampoco mucho más atrás en el tiempo. "La rampa del edificio del Iapos, inaugurado hace poco, tiene más de seis metros de largo y no prevé ningún descanso, es muy difícil de usar", afirma.
Compilado de errores. Pero hay errores mucho más groseros, como el de una de las fotos que ilustra esta nota. La rampa construida en una de las esquinas de la plaza López (en Laprida y Pellegrini) no hace de salvoconducto al espacio verde, sino al frente de un puesto de flores. La Municipalidad fiscaliza la instalación de estas estructuras, pero aparentemente nadie notó su improcedencia.
A Buss no le llevó mucho tiempo compilar otros esperpentos. Una de las rampas de Buenos Aires y Viamonte quedó cercada por un conjunto de pretiles colocados como defensa para el tránsito. En San Martín y 24 de Septiembre, la rampa termina en el buzón que la preexistía. Y en San Martín y Ayolas y Alem y Virasoro plantaron un poste de luz en la mitad del camino que, se supone, debe facilitar el andar de los discapacitados.
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