El miércoles a la siesta, Fernanda Gianastacio (29) se preparaba para volver a su casa. Su jornada de trabajo, de atención al público en la panadería El Polo Norte, de barrio Candioti, estaba terminando, pero a las 13.45, entró un último cliente. El muchacho, de unos 18 años, miró la comida y le hizo un par de comentarios o preguntas casi incomprensibles para Fernanda. “No podía hablar, balbuceaba, es como que algo había consumido”, recordó Fernanda, y continuó: “Se acercó al mostrador y en ese momento se tocó la cintura, como que agarraba un arma y me dijo que si no le daba la plata, me mataba”.
Así comenzó el brutal asalto que sufrió la mujer, que desde hace tres meses trabaja en la panadería ubicada en la esquina de Marcial Candioti y Juan del Campillo, una zona con mucho movimiento, fundamentalmente por la cantidad de chicos que asisten a la escuela Pizarro y por los otros comercios de la zona, pero que cuando pasa la hora del mediodía, la zona queda desierta. Las marcas del asalto resaltan moradas en el rostro de Fernanda. Tiene el ojo izquierdo tan hinchado, que recién 24 horas después de los golpes pudo volver a pestañear, abriéndolo sólo unos pocos milímetros.
“Ya hice la denuncia en la comisaría 3ª, expliqué todo lo que pasó y ahora queda que me revise el médico policial. Sobre las lesiones, me dijeron que parecen ser superficiales, en el cuerpo son heridas propias de una persona que se defiende o se cubre. Pero me preocupa el ojo, me lo tengo que hacer ver por especialistas ahora”, detalló Fernanda en el comedor de su casa, donde recibió a Diario UNO. La luz entra tenue entre las cortinas, justamente para que el reflejo no le irrite las pupilas y su hijita Lucrecia, de tres años, le sonríe. Es muy chiquita, pero sabe que la mamá está triste.
Un fierro en forma de L
“A esa sucursal ya la habían robado, sabíamos que en un trabajo así, de atención al público, estaba dentro de las posibilidades. Pero nunca nos imaginamos que le podía pasar algo tan violento”, contó Willy, el marido de Fernanda. Según explicó la víctima, el ladrón se puso más violento cuando le empezó a exigir billetes de mayor denominación a los que quedaban. “En la caja solo tenía cambio chico porque el repartidor se lleva los billetes de 100 y 50 pesos. Le di todo, hasta las monedas se llevó. Pero quería más. También agarró mi celular y me encerró en el baño. En un momento escuché la puerta del frente, pensé que se había ido y salí del baño. Ahí vi que estaba revolviendo todo y le dije que se fuera, que ya estaba por llegar mi compañera y que las cámaras lo estaban filmando”. Pero la respuesta fue feroz.
“Me tomó del cuello, me tiró al piso y me empezó a pegar con un fierro que tenía guardado en la cintura. Me pegaba en todo el cuerpo, pero sobre todo en la cara y en la cabeza, siempre detrás del mostrador, para que si pasaba alguien por afuera no viera nada. Yo grité muchísimo, desesperada, pero parece que nadie escuchó. Hasta que en un momento me miró y al verme toda ensangrentada, me arrastró hasta el baño. Se encerró conmigo y se empezó a acomodar el pantalón. No sé qué quería hacer, en un momento temí que me quisiera abusar, pero finalmente se fue. Yo me quedé ahí sentada un rato más, hasta que pude reaccionar y avisé a la casa central de que me habían asaltado”.
Cuando se le curen las heridas, Fernanda quiere volver a trabajar: “No a la misma sucursal, pero quiero seguir adelante. Además, nosotros alquilamos, no podemos vivir con un solo sueldo. Pero el miedo queda. Es muy difícil no pensar en lo que pasó y en la posibilidad de que se repita. Creo que es un miedo que no se me va a ir nunca”, concluyó.
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