Hay 2.035 hogares donde conviven
personas de igual sexo. El 60% son uniones de lesbianas. Aun así son
socialmente mucho menos visibles. “La discriminación es doble”, afirman.
La Capital |
Pese a que ellos son mayoría en lugares
de encuentro, movilizaciones y representaciones de las minorías
sexuales; los hogares formados por dos mujeres superan en número a los
compartidos por varones. De acuerdo al último censo nacional, en la
provincia de cada diez parejas convivientes del mismo sexo, seis tienen
nombres femeninos. Aun así, organizaciones de la diversidad sexual
advierten que la invisibilidad sigue siendo un problema para las
lesbianas, que deben afrontar una doble discriminación: por ser mujeres y
por amar a otras mujeres. Incluso en tiempos del matrimonio
igualitario.
En todo el territorio santafesino
hay 2.035 hogares formados por personas del mismo sexo. Son un 8,4 por
ciento de las 24.228 parejas del mismo sexo censadas en todo el país.
Después de la provincia y la ciudad de Buenos Aires, Santa Fe es la
tercera jurisdicción con mayor cantidad de convivientes del mismo sexo.
Y, de estas uniones, el 60,1 por ciento son de mujeres.
Los números surgen de un trabajo
difundido el mes pasado por el Instituto Nacional de Estadísticas y
Censo (Indec) sobre las cifras del censo 2010 que, por primera vez,
registró parejas integradas por dos hombres o dos mujeres. Aquellas
donde el jefe o jefa de hogar declaró tener un cónyugue o pareja de su
mismo sexo.
Si bien el documento del Indec
aclara que los datos “no deben ser interpretados como una estimación del
número de gays y lesbianas” en Argentina, ya que muchos pueden declarar
vivir solos, con conocidos o familiares, lo cual provocaría un
subregistro, la mayor proporción de hogares formados por dos mujeres
llama la atención, incluso, de algunos activistas.
Sobre todo, porque la relación de
las uniones celebradas tras la aprobación de la ley de matrimonio
igualitario es inversamente proporcional. De acuerdo a datos de la
Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt), de
las seis mil bodas celebradas desde julio de 2010, el 60 por ciento
fueron de varones.
Invisibles. La pregunta llega sola. Si hay tantas mujeres viviendo
en pareja, incluso más que los varones, ¿por qué en el espacio público
aparecen tan poco representadas? Para el presidente de la Falgbt,
Esteban Paulón, “el gran problema del colectivo de lesbianas es que
están mucho más invisibilizadas que el varón gay o trans. Es que están
en el medio de un cruce entre orientación sexual y género: no dejan de
ser mujeres y padecen las mismas situaciones de invisibilidad en el
ámbito público que el resto de las mujeres”.El año pasado, el Concejo Municipal aprobó una ordenanza para declarar cada 7 de marzo el Día contra la Lesbofobia, en conmemoración del asesinato de Natalia Gaitán, ultimada por el padrastro de su novia. La norma disponía la realización de un mural que se plasmó en el ingreso al túnel de Sarmiento y Arturo Illia. Su corta duración demostró cuán necesaria era su presencia: en pocas horas la obra fue cubierta por pintura blanca. Al día siguiente una marcha repudió el hecho bajo la consigna “Aunque nos tapen existimos”.
La coordinadora del Area de la Diversidad Sexual del municipio, Noelia Casati, reconoce que entre las minorías sexuales, la población “les” o bisexual es la más discriminada. “La sociedad tiene patrones culturales que atraviesan en formas diferentes a las poblaciones y las expresiones de identidad de género. Y la lesbiana sufre una doble discriminación: por ser mujer y por ser lesbiana —asegura—. Es un tema a trabajar porque hay mucho desconocimiento de las realidades lésbicas y bisexuales, y esto interfiere en su acceso a oportunidades”.
Tras la primera boda. El pasado 15 de julio, la ley de matrimonio igualitario cumplió dos años. La norma y todo el debate previo a su aprobación marcaron un hito en la lucha por los derechos de la población lésbica, gay, bisexual y trans. Sin embargo, aún queda mucho camino por andar. “Es maravilloso que existan la ley de matrimonio y la de igualdad de género, ya que salieron de años de trabajo de muchísima gente. No se puede negar su importancia, pero de ahí a pensar que pueden cambiar en algo a la sociedad es muy inocente”, sostiene Eugenia Sarrias, militante del grupo de acción lésbica Las Safinas.
Y de paso, advierte sobre algunos equívocos nada inocentes. “El tema se trató como el matrimonio gay, como si no incluyera a las lesbianas. Los primeros casamientos con pompa y fiesta también fueron entre varones, mientras que los de mujeres pasaron casi desapercibidos. Hace poco fue noticia la inscripción de un bebé con dos papás, ya había niños anotados por dos mujeres pero no fueron noticia. Todo un signo de una sociedad que sanciona mucho más a una mujer que se anima a romper los cánones establecidos, en materia de sexualidad, de maternidad o de feminidad”, advierte.
El problema es que el precio de esta invisibilidad, muchas veces, se paga con creces, promoviendo todo tipo de desigualdades. “Nuestra agenda de reclamos no aparece como prioridad en las políticas públicas”, afirma Sarrias. Por ejemplo, las militantes llevan tiempo pidiendo que se brinde capacitación a los médicos, sobre todo a los ginecólogos, para que la heterosexualidad de las pacientes deje de darse por sentada y estén capacitados para informar correctamente sobre la prevención de enfermedades de transmisión sexual o HIV entre lesbianas. También exigen ser incluidas en campañas de prevención de situaciones de violencia doméstica, contra el acoso laboral o de educación sexual.
Sarrias les pone nombre y apellido a cada uno de estos planteos. Los de las historias que llegaron hasta Las Safinas en los casi diez años de existencia del grupo. Como la de una maestra que decidió salir del armario (es decir, declarar su homosexualidad) y fue invitada a dejar la tarea frente al grado y hacerse cargo de la biblioteca primero y, después, pasar a ocupar la secretaría. O la de muchas lesbianas que evitan los controles ginecológicos y terminan enfermando de cáncer de cuello de útero.
Para la militante, “la invisibilidad no es caprichosa, se sufre muchísimo. Socialmente, se ve hasta simpático tener un amigo gay, pero la sanción social a la mujer es terrible. Todas trabajamos mucho en este tema, porque no nos ven si no nos mostramos. Pero también, muchas veces, la sociedad no nos quiere ver”.
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