Entrevista exclusiva con el carismático sacerdote que congrega multitudes en barrio Rucci. El padre Ignacio admite que "hay cosas" que puede percibir al dialogar con la gente. Asegura que descubrió esa cualidad cuando tenía entre 12 y 14 años.
Es de noche, el padre Ignacio llega
acompañado por Guillermo, su colaborador más próximo, quien abre las
puertas de un pequeño comedor junto a la parroquia Natividad del Señor,
en el corazón del barrio Rucci. Saluda a todos los que cruza en su
camino, entra a la iglesia y a paso rápido se dirige al encuentro de
LaCapital para conceder por primera vez a este medio una entrevista en
exclusiva en la que no eludirá ningún tema. "Sé que tengo un don
especial de Dios que no puedo explicar", admite consciente de que ese
"don" es el que congrega a miles de personas cada día que aguardan horas
para esperar su bendición. "Hay cosas que puedo percibir ... puedo
darme cuenta si se trata de un dolor físico, psíquico o espiritual",
señala.
Abierto, sencillo, franco. El padre Ignacio Peries
logra que quienes están con él se sientan cómodos y el diálogo fluya
ameno. Y aunque su fama crece cada vez más, no se siente el centro de
nada, ni lo quiere ser. Remarca que es "un instrumento" para ayudar a
los demás y reniega del rótulo de "cura sanador". "Yo nunca curé a
nadie, quien sana es Dios y la fuerza de la fe del enfermo", sostiene.
-¿Pero usted tiene un don especial?
-Sí, sé que Dios me dio una gracia, pero no puedo
explicar en qué consiste. Va más allá de mis conocimientos. Soy un
instrumento, yo nunca sané a nadie. El que cura es Dios. Yo invoco la
gracia y luego la fe de la persona interviene. Es como dijo Jesús: "Tu
fe te salva". Yo nunca dije que soy sanador, nunca. Sé que digo cosas a
la gente o que toco el lugar donde hay un problema, y hay muchos
testimonios de sanación y de gente que viene a agradecer, pero la
sanación la hace Dios y depende en gran medida de la fe de esa persona.
-¿Ve algo cuando una persona se acerca a recibir su bendición?
-Hay cosas que puedo percibir, pero también muchos me
dicen lo que necesitan: si están enfermos de cáncer, si buscan trabajo o
si quieren un bebé. Yo puedo darme cuenta si se trata de un dolor
físico, psíquico o espiritual. Después actúa Dios. Mi vocación es
despertar la fe para que a través de ella la persona encuentre la
solución que necesita. No se trata de abrazar, consolar, emocionar o
desmayar. No es un consuelo físico lo que puedo dar sino espiritual. Lo
más importante es eso, lo demás (desmayos, lágrimas) es secundario.
-¿Qué pasa si quien se acerca no tiene fe o no es católico?
-La sanación depende mucho de la fe, pero cuando
quien llega a mi viene con humildad y me dice «Padre, soy ateo, no creo,
no pertenezco a la Iglesia», yo sé que él también puede sanar, porque
de alguna forma pide o cree que existe algo más allá de lo humano, que
nosotros llamamos Dios, Dios Padre, Jesús. Respeto mucho a las otras
religiones, porque si bien no son iguales que la Iglesia Católica
Apostólica Romana, todas tienen su forma de buscar a Dios.
-¿Cómo se dio cuenta de que tenía un don?
-(Piensa) Me di cuenta... cuando tenía 12 ó 14 años,
pero no fui totalmente consciente. Me pasaron varias cosas con los
enfermos de mi pueblo. Cuando tenía 12 el párroco me invitó a visitar a
los enfermos y cuando yo los tocaba me decían "padre, padre". La primera
vez fue con una viejita ciega que nos conocía de toda la vida, pero
cuando yo la toqué me dijo "padre". Le respondí: "No, no soy el padre",
pero ella me contestó: "Tu mano tiene calor sacerdotal". Yo me asusté y
no quise volver. Pero un año más tarde me pasó lo mismo con otro señor
que estaba medio ciego. Otra vez, lo toqué y dijo "padre". Esta vez el
párroco estaba conmigo y le dije que el padre estaba allí, que yo sólo
era un amigo. El viejito me dijo: "Tu mano tienen calor sacerdotal".
Entonces el cura fue muy bueno y me explicó que tal vez Dios tenía una
vocación para mí y que podría ser el sacerdocio.
-¿Y en qué momento empezó a ejercer ese don?
-Yo tenía ciertos miedos. Cuando entré a la facultad
(estudiaba derecho) me fui a otra ciudad y volvía a mi casa en
vacaciones. Una vez mi papá me pidió que ayudara a los chicos del pueblo
en las materias escolares porque no podían pagar una maestra
particular. No me gustó y me enojé. Y ahí fue cuando mi papá me miró y
me dijo: "Dios te dio tanto... Aprende a compartir al menos así" (hace
un gesto para indicar un poquito). No hablé más y lo hice. Cumplí porque
me lo había pedido mi padre, le tenía mucho respeto. Cuando volví a la
facultad un día recibí un sobre muy grande que tenía 40 cartas. Eran de
los chicos que me agradecían lo que les había enseñado. Todos habían
aprobado matemática y lengua con buenas notas. Esa experiencia me
cambió. Ahí me di cuenta que podía dar algo de mí para mejorar la vida
del otro y ahí empezó mi proceso vocacional. Me fui a Inglaterra al
seminario y desde el día en que me ordené sacerdote, en Gales, comenzó a
desarrollarse más este don.
-¿Qué dolor es el que más ve en la gente?
-El ser humano sufre mentalmente, psíquicamente, emocionalmente y también hay muchos problemas familiares que producen dolor.
-¿Todos estamos enfermos?
-En cierta medida sí, porque sufrimos por algo, un cáncer, la falta de trabajo, un hijo con algún problema...
-Después de ver tanto dolor, ¿no termina afectado?
-No, creo que Dios me dio la gracia de sentir el amor
del otro, también por cosas que pasé en la vida. A veces me duele ver
tanta gente que sufre, que busca la última esperanza de vida, pero no me
afecta mi estado físico ni psíquico; al contrario, me produce una gran
alegría poder ayudar a la gente, a la que atiendo con todo amor.
-¿Se siente especial por tener ese don?
-No, yo soy uno más, como los demás. Cada uno tiene
sus dones y a mí Dios me eligió para esto, no fui yo quien lo decidió.
Estoy agradecido pero también sé que tengo una gran responsabilidad y me
preocupa la expectativa que tiene la gente. Siempre aprendí a caminar
en la tierra, no a volar en el cielo. Hay que tener en claro que no soy
un ángel, ni un dios, ni un extraterrestre, soy un ser humano más. Hay
gente que habla de dones y los explica, pero yo personalmente no sé cómo
hacerlo, habría que entender la cabeza de Dios.
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