Así lo expresó la licenciada en psicología Nadia González, respecto de las agresiones sexuales a menores. Además, explicó cómo actuar cuando se detecta a un niño en situación de riesgo.
Empatía. “La víctima debe entender que la agresión no fue por su culpa”.
Casi dos meses después, su padre, Alejandro Ramón Rojas, fue procesado por el juez de Instrucción Penal de la Tercera Nominación, Néstor Troncoso, por abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo.
En el expediente, quedaron escritos los relatos de la menor: no era la primera vez que su padre abusaba de ella en el domicilio familiar, de barrio Centenario. Pero el temor que sentía la adolescente por las amenazas de su progenitor le habían impedido contar lo que le pasaba y pedir ayuda.
Sin embargo, aquella tarde del 10 de noviembre, cuando se produjo el último abuso, la adolescente ya no lo pudo soportar y se fue de su casa. A la primera persona a la que le contó lo que le había pasado fue a su abuela y luego a su tía.
Sensaciones de temor
Al llegar al hospital Alassia, los médicos realizaron la denuncia al Centro de Orientación a la Víctima de Violencia Familiar y Sexual de la Unidad Regional I y comenzaron las actuaciones judiciales. El padre de la menor fue llamado a declarar, y negó su participación en el hecho. Sin embargo, las sucesivas entrevistas con los psicólogos que mantuvo la adolescente fueron contundentes. Ella no mentía.
“Demostró sensaciones de temor, llanto, como expresiones de profunda tristeza y vergüenza cuando se la interrogaba sobre el caso”, explica uno de los informes y los profesionales ya pronosticaban un revés emocional: “El entorno familiar ejerce una influencia negativa sobre la menor, los cuales la presionan por medio de amenazas para que se retracte”.
En particular, esta referencia era respecto de la abuela paterna de la adolescente, quien la habría presionado para que retire la denuncia, a tal punto que el juez de la causa le impuso la prohibición de acercarse al domicilio de la víctima durante el tiempo que dure el proceso.
Con esta medida, lo que intentó hacer el magistrado fue resguardar a la víctima de las heridas emocionales, que –en comparación con las lesiones físicas– dejan huellas que tienden a permanecer en el tiempo. En este sentido, en diálogo con Diario UNO, la licenciada en psicología y especialista en sexualidad humana, Nadia González, explicó cómo se debe abordar la problemática, cómo se puede ayudar a una víctima de abuso y además, explicó cómo suele ser el perfil de las personas que cometen este tipo de delitos.
Claves conceptuales
“El abuso sexual infantil es una forma de maltrato y se puede definir brevemente como cualquier conducta de naturaleza sexual que un adulto ejerce sobre un niño o niña. Actualmente parecería que la cantidad de casos de abuso sexual infantil se ha agravado y esto tiene que ver, entre otros factores, con una mayor visibilización de la problemática. De todas maneras, los casos que se judicializan actualmente representan sólo la punta del iceberg”, explicó González.
“Algunos de los obstáculos con los que nos encontramos en la realización de la denuncia –continuó– se relacionan con una serie de mitos y prejuicios que existen en nuestra sociedad con respecto a la problemática. Muchas veces se cree que los niños mienten, que el abuso sexual es un hecho infrecuente, que solo sucede en las familias asociadas con la pobreza, la marginalidad y el alcoholismo o aún peor, que los niños provocan a los adultos. Sabemos que de ninguna manera esto es así.
—¿Es posible definir un perfil del abusador?
—Estos hombres (y hablo en general de hombres porque el porcentaje de perpetradores hombres es considerablemente mayor que mujeres) no constituyen un grupo homogéneo, por lo que resulta difícil hablar de un perfil. Cuando surge a la luz un caso de abuso sexual infantil es común escuchar frases: “no puede ser, es un excelente padre o docente” y automáticamente lo asociamos al imaginario que tenemos de los abusadores como “viejos verdes”, personas con retraso mental, alcohólicos, gente violenta, entre otros. Y la realidad es que la mayoría de las personas que cometen abusos hacia niñas y niños viven en nuestra comunidad, se toman el mismo colectivo que nosotros, van al teatro, trabajan, estudian, tienen familia. Esto es lo que nos produce desconcierto y puede llevarnos en muchos casos a minimizar, racionalizar e incluso negar la situación.
—¿El agresor, en la mayoría de los casos, es un conocido?
—En la mayoría de las situaciones de abuso, los victimarios son varones y los padres biológicos los principales responsables. No obstante –como explica la especialista Irene Intebi– como generalmente las situaciones abusivas se dan en un ámbito de confianza entre el/la niño/a y el adulto, en el 85 por ciento de los casos el abusador es un pariente, conocido, amigo, vecino o allegado a la familia.
“Si bien cada caso de abuso es particular, existen características en la relación que el adulto construye con el/la niño/a para poder propiciar el abuso. No obstante, hay que tener presente que siempre es una relación desigual, abusiva, de impostura y fuera de contexto”.
—¿Cuáles son las consecuencias para una víctima de abuso?
—El abuso sexual infantil constituye un trauma psíquico muy intenso por lo que las consecuencias del abuso pueden ser a largo y corto plazo y esto depende fundamentalmente de algunos factores que determinan la gravedad en cada caso particular, como son la duración del abuso y la frecuencia del mismo, la edad del agresor y de la víctima, cuál es la reacción del entorno ante la revelación, la prontitud y eficacia de las medidas adoptadas, la posibilidad de acceso a atención para la familia y la red social, entre otros.
La obligación de denunciar
“Algunos puntos que debemos tener presentes cuando nos encontramos frente a una situación de abuso sexual infantil es saber que es obligatorio denunciar, puesto que es un delito y además, y como condición primordial, el niño o niña debe ser protegido”, expresó González.
“Y denunciar no significa únicamente realizar una denuncia en la comisaría, esto es sólo una fracción de los recursos y herramientas con los que contamos para enfrentar la situación. Denunciar implica comunicar, informar, buscar ayuda y movilizar los recursos disponibles para evitar que se siga vulnerando al niño o niña. Debemos comprender que la víctima se encuentra atravesada por una situación compleja y de alto riesgo en donde en muchos casos está en juego su propia vida, por eso no se puede esperar para comenzar a tomar decisiones”, insistió la profesional.
—¿Cómo se debe reaccionar cuando un chico cuenta una situación de abuso?
—Ante una revelación de abuso sexual debemos creerle al niño o niña, ser empáticos y hacerle frente al problema. Dígale al niño o niña que no fue su culpa, que usted no está enojado/a y que él o ella ha sido muy valiente por haberlo dicho. Hágalo sentir seguro/a y que lo/a va a ayudar. Y por último, reporte el abuso y asesórese sobre cómo recibir ayuda durante el proceso.
“Los niños, niñas y adolescentes tienen derechos que en nuestro país son protegidos constitucionalmente y existen equipos interdisciplinarios para el abordaje integral de cada caso particular. El abordaje de este fenómeno es tan complejo que se requiere sin duda una mirada integradora y el fortalecimiento de redes sociales”.
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