Por ANAHAD O’CONNOR 14 de septiembre de 2016
CreditMatt Rourke/Associated Press
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La industria del azúcar contrató a un grupo de científicos en los años sesenta para minimizar el vínculo entre el azúcar y las enfermedades cardiacas y convertir a las grasas saturadas en las culpables, según se muestra en documentos históricos recientemente publicados en Estados Unidos.
Los documentos internos de la industria azucarera, descubiertos recientemente por un investigador en la Universidad de California en San Francisco y publicados el lunes en la revista especializada JAMA Internal Medicine, sugieren que cinco décadas de estudios acerca de la relación entre nutrición y enfermedades cardiacas, incluyendo muchas recomendaciones actuales de nutrición, pueden haber estado moldeadas por la industria azucarera durante largo tiempo.
“Fueron capaces de desviar la discusión sobre el azúcar por décadas”, dijo Stanton Glantz, un profesor de medicina de la Universidad de California en San Francisco y autor del artículo de JAMA Internal Medicine.
Los documentos muestran que un grupo comercial llamado Sugar Research Foundation, conocida ahora como la Asociación Azucarera, le pagó a tres investigadores de Harvard el equivalente a 50.000 dólares para publicar en 1967 una revisión de los estudios sobre el azúcar, la grasa y las enfermedades cardiacas. El grupo del azúcar escogió cuidadosamente los estudios que se utilizaron para la revisión y el artículo, publicado en la muy prestigiosa revista New England Journal of Medicine, minimizó el vínculo entre el azúcar y el corazón, y difamó a las grasas saturadas.
A pesar de que el tráfico de influencias develado en los documentos se remonta a casi 50 años, informes más recientes muestran que la industria continúa ejerciendo su influencia en la ciencia de la nutrición.
El año pasado, un artículo en The New York Times reveló que Coca-Cola había otorgado millones de dólares como financiamiento para investigadores que deseaban minimizar la relación entre las bebidas azucaradas y la obesidad. En junio, la Associated Press informó que los fabricantes de dulces estaban financiando estudios que aseguraban que los niños que comían dulces tendían a pesar menos que aquellos que no lo hacían.
Los científicos de Harvard y los ejecutivos azucareros con los que colaboraron ya no están vivos. Uno de los científicos que recibió dinero de la industria azucarera era el Dr. Mark Hegsted, quien se convirtió en el director de nutrición del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, donde ayudó a esbozar en 1977 el documento predecesor de las normas alimentarias del gobierno federal. El otro era el Dr. Frederick J. Stare, el jefe del Departamento de Nutrición de Harvard.
La Asociación Azucarera respondió al informe de la revista especializada JAMA con una declaración que afirma que la revisión de 1967 se publicó en una época en que las revistas médicas normalmente no solicitaban a los investigadores que divulgaran sus fuentes de financiamiento. La revista médica The New England Journal of Medicine comenzó a pedir la declaración de patrocinios en 1984.
La industria “debería haber ejercido mayor transparencia en todas sus actividades de investigación”, dijo la Asociación Azucarera. Aun así, defendió la investigación financiada por la industria por desempeñar un papel importante e informativo en el debate científico. Declaró que varias décadas de estudios han concluido que el azúcar “no tiene un papel único como causa de enfermedades cardiacas”.
Las revelaciones son importantes porque el debate sobre los daños relacionados con el azúcar y las grasas saturadas aún continúa, dijo el Dr. Glantz. Durante varias décadas, los funcionarios de la salud animaron a la gente a reducir su ingesta de grasas, lo que ocasionó que mucha gente consumiera alimentos bajos en grasa, pero con alto contenido de azúcar, los cuales son considerados por los expertos ahora como un factor clave para la crisis de obesidad.
“La industria hizo algo muy inteligente, pues las revisiones de estudios, especialmente si logras publicarlas en una revista importante, tiende a marcar la discusión científica general”, dijo.
Marion Nestle, profesor de nutrición, estudios sobre la comida y salud pública en la Universidad de Nueva York, escribió un editorial que complementa el nuevo artículo, donde señala que los documentos proporcionaron “evidencia convincente” de que la industria azucarera había iniciado las investigaciones “expresamente con el objeto de exonerar al azúcar como factor de riesgo para desarrollar enfermedades coronarias”.
“Pienso que es terrible”, dijo. “Simplemente nunca vemos ejemplos tan descarados”.
Los documentos muestran que en 1964, John Hickson, un alto ejecutivo de la industria azucarera, discutió un plan con otros miembros de la industria para cambiar la opinión pública “mediante nuestros estudios, información y programas legislativos”.
En aquella época, los estudios habían comenzado a señalar una relación entre dietas altas en azúcar y los altos niveles de enfermedades cardiacas en el país. Al mismo tiempo, otros científicos, entre ellos el famoso fisiólogo Acel Keys, investigaban una teoría rival que establecía que eran las grasas saturadas y el colesterol lo que generaba el mayor riesgo de ocasionar enfermedades del corazón.
Hickson propuso contrarrestar los descubrimientos alarmantes sobre el azúcar con una investigación patrocinada por la industria. “Después podemos publicar los datos y refutar a nuestros detractores”, escribió.
En 1965, Hickson reclutó a los investigadores de Harvard para escribir una revisión que desacreditara los estudios antiazúcar. Les pagó un total de 6500 dólares (que actualmente equivalen a 49.000 dólares). Hickson seleccionó los artículos que tenían que revisar y les aclaró que quería resultados a favor del azúcar.
El Dr. Hegsted de Harvard tranquilizó a los ejecutivos azucareros: “Estamos muy conscientes de su interés particular”, escribió, “y lo cubriremos tan bien como podamos”.
Nytimes.com
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