Las muertes con participación policial de Franco Casco, Jonatan Herrera y Gerardo Escobar; determinaron que Elsa, María Elena y Luciana pasaran a ser activistas permanentes por estas causas. Sus historias llegaron al Encuentro de Mujeres de Mar del Plata.
Rosario 12 |
Las historias de vida y muerte de tres jóvenes que fueron asesinados en Rosario, en el último año, llegaron al Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata, de la mano de tres luchadoras que buscan justicia por esos hijos y hermanos que ya no están. Entre las más de 60 mil personas que participaron de la convocatoria anual, el fin de semana pasado, Elsa Godoy, la madre de Franco Casco; María Elena Herrera, la madre de Jonatan; y Luciana Escobar, hermana de Gerardo, alias "Pichón", hablaron en decenas de talleres sobre los "inexplicables" homicidios de sus seres queridos. "Desde el primer momento que empecé a buscar a mi hermano, me transformé en una militante para conseguir justicia", resumió Luciana sobre la lucha que tanto ella como las madres de Casco y Herrera tienen pensado dar por los suyos y por otros pibes. "Para que no sigan matando a nuestros hijos", dicen. Casualmente, en los tres casos hay personal policial bajo la lupa, y familias humildes que saben que "sin reclamo no hay justicia". Rosario/12 habló con estas mujeres sobre la experiencia.
A principios de octubre de 2014, Elsa juntó unos pesos para poder viajar a Rosario, desde Florencio Varela, en Buenos Aires. Su hijo de 20 años, Franco, faltaba de la casa de su tía hacía dos días y si bien debía tomarse el tren de regreso a su casa, algo le impidió hacerlo. Apenas puso un pie en la ciudad, empezó a buscarlo en las calles, sola, pegando carteles con la foto del pibe. En la comisaría 20º intentó hacer la primera denuncia de desaparición, pero ahí no investigaron. Al día siguiente llegó a la ciudad el papá de Franco, Ramón, quien pasó "de casualidad" por la seccional 7º, y ahí le dijeron que su hijo había estado detenido allí, luego de que un supuesto vecino llamara para decir que había visto a un joven merodeando por el barrio. Tres semanas después, el cuerpo del muchacho apareció flotando en el río Paraná. A fines del año pasado, la insistencia de Elsa, que se instaló en Rosario, logró que la causa se investigara como una desaparición forzada de persona, en el fuero federal. Los abogados querellantes hablan de varios policías de la comisaría implicados y se esperan que en breve sean indagados.
A un año de la muerte de su hijo, los integrantes de la organización Pan y Rosas le ofrecieron a Elsa ir a contar sobre su lucha a Mar del Plata. "Fue mi primera vez en el encuentro y pude contar en varios talleres la historia de Franco. Fue recordar todo de nuevo; y si bien fue muy doloroso, me sentí acompañada por otras madres y hermanas que buscan justicia por sus seres queridos". Para Elsa "no es nada fácil" la vida en Rosario, donde sabe que cambió su vida. "Cada vez que salgo a la calle, que subo a un colectivo, tengo la sensación de volver a aquellos días en los que buscaba a Franco. Hoy (por el viernes) vi desde el colectivo a un pibe tan parecido a él; y me puse a llorar ahí mismo. Es muy duro, pero no me voy a ir de acá". En cuanto a la experiencia del encuentro, a Elsa le quedó grabada la marcha de 35 cuadras. "Tomo medicación para el corazón y yo les dije a las otras chicas que les iba a avisar cuando ya no pudiera caminar más; pero cuando estaba ahí, marchando, aunque sentía el cansancio no podía bajar la bandera de mi hijo y llegué al final".
Apenas tres meses después de la muerte de Franco, el 4 de enero pasado, Jonatan Herrera lavaba su auto en barrio Tablada cuando quedó en medio de una persecución policial del Comando Radioeléctrico, que intentaba atrapar al ladrón de una juguetería. En ese momento, cuatro agentes de la Policía de Acción Táctica bajaron de un colectivo, comenzaron a disparar y le dieron a Jonatan. Su mamá, María Elena, se transformó desde entonces en otra militante y como tal, también fue invitada al 30º Encuentro de Mujeres. "Fue una experiencia enorme y no pensaba que sería así. Escuchar todas esas historias me dejó sorprendida, pese a la tristeza que a uno le genera contar lo que pasó. Tengo una historia que jamás me habría imaginado; pero escuché otras y me di cuenta de que no estoy sola, que las mujeres podemos hacer mucho para cambiar esta realidad. Hoy siento muchas ganas de luchar, de pedir justicia, de marchar por mi hijo. Ojalá la sociedad nos acompañe, que salgamos todos juntos a pelear para evitar que sigan matando a nuestros hijos; que sigan matando a mujeres y por tantas otras luchas".
Hace dos meses, Gerardo Escobar estuvo desaparecido una semana hasta que fue hallado sin vida en el río Paraná, el 21 de agosto. La última vez que se lo vio con vida fue al salir del boliche La Tienda, de Tucumán al 1100. En la causa están imputados el patovica Cristian Jesús Vivas, acusado de haber golpeado a Pichón a la salida del local; los policías y presuntos encubridores Luis Alberto Noya y Maximiliano Amiselli; y los patovicas César Ampuero y José Luis Carlino.
La tristeza que invade a la madre del empleado municipal, hizo que Luciana saliera a la calle para reclamar el esclarecimiento de la muerte de su hermano. "Me transformé en una militante y ya tengo toda una lucha a cuestas", resumió Luciana sobre su nuevo rol, a partir de la muerte de Pichón. "En el encuentro me encontré con otras mujeres que también buscan justicia. La experiencia fue muy linda con Elsa y con María Elena: entre las tres nos dimos fuerzas para contar las historias de mi hermano y sus hijos". Durante los días en Mar del Plata, se hospedaron en un camping y participaron de varias charlas y talleres. "Nos escucharon y apoyaron. Tuvimos la gran compañía de las compañeras de Pan y Rosas y volvimos recargadas para seguir peleando acá. Sabemos que la lucha es muy larga".
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