De haber dudado en junio respecto de seguir en la carrera presidencial, Sergio Massa pasó en cuatro meses a soñar con entrar al ballotage. Su suerte cambió cuando, según él mismo dice, dejó la politiquería para dedicarse a las propuestas. Fue el candidato que más proyectos presentó y el primero en mostrar a quienes serían sus ministros. Obligó a los demás a tener que mostrar gabinete, iniciativas y hasta a refutar las propias. La intervención militar para luchar contra el narcotráfico y el 82% móvil para los jubilados se convirtieron en su marca registrada.
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Sin embargo, ningún encuestador pronostica, dentro de la gran incertidumbre general, que podrá alcanzar a quien en junio pudo haber sido su socio político, Mauricio Macri. Su discurso oscila entre criticar duramente al kirchnerismo y levemente al macrismo. Desoyó los consejos de su entorno de atacar a Macri con munición gruesa –que la tenía– porque no quiso ser parte de una campaña de denuncias. Otros creen que, en verdad, guardó las formas hasta donde pudo contra el candidato de PRO, porque en caso de una segunda vuelta, el destino los puede unir. Decisión que podría generar un cisma en su espacio político: Roberto Lavagna, Felipe Solá y Alberto Fernández ya le dijeron que Macri es el límite de ellos.
Él define su año diciendo que después de caerse mostró la templanza que le permitió levantarse y seguir peleando. Sonríe cuando le dicen que, como Highlander, resultó inmortal para Scioli y Macri. Aunque no llegue a la segunda vuelta, los efectos de su tosudez hicieron que, a 24 horas de la votación, por primera vez haya una elección presidencial despolarizada en Argentina.
Es el candidato de mayor exposición televisiva. Obsesivo del rating como un productor –compara los niveles de audiencia de sus presencias contra los de otros postulantes en carrera–, como Scioli decide personalmente cada reportaje en un diario, canal o radio. Su otro TOC es el Whatsapp. La continua atención sobre sus celulares y su famosa impuntualidad le jugaron más de un mala pasada en encuentros con líderes tanto de la política como del mundo económico.
Le echa la culpa de sus infortunios entre febrero y junio a un empresario de una compañía líder.Él cree que en el verano estaba empatado con Macri, y que el círculo rojo jugó a favor del candidato del PRO y que esa presión lo bajó al tercer lugar. Y que cuando la campaña de uno y otro después de las PASO, se dieron cuenta del error. No lo dice abiertamente, pero se nota que piensa que lo hicieron tarde.
Para contrarrestar esa falencia, se ocupó en instalar en los últimos diez días la idea de que él es el único candidato que derrotaría a Scioli en una segunda vuelta. Fue en respuesta al revuelo que provocaron los dichos de Juan José Campanella en favor del voto útil a Macri.
Está convencido de que el círculo rojo le jugó en contra
Como Scioli y Macri, tampoco sabe qué suerte le depara el domingo. A su favor tiene un voto rocoso de origen peronista en la provincia de Buenos Aires, especialmente en el GBA sur, la tercera sección electoral. Y un voto de clase media de antikirchneristas-antiperonistas en el norte del Gran Buenos Aires. Espera mantener la buena performance en el NOA y el NEA, sabiendo que sus números en la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza no le son favorables: en Córdoba intentará mantener la mayor cantidad posible de votos de su aliado De la Sota, aunque en la última semana los sondeos comenzaron a favorecer al PRO.
Su mayor debilidad está en lo que era su principal fortaleza: la red de intendentes bonaerenses. Su victoria del 2013 estuvo construida en base a los jefes locales que abandonaron el FpV creyendo encontrar en Massa al nuevo líder político. Lo que pasó es historia conocida: muchos de esos grandes ganadores de las elecciones del 2013 dos años después volvieron al FpV como si nada hubiera pasado, provocándole un daño a Massa que estuvo a punto de desbarrancarlo de su proyecto presidencial. Sobrevivió por una oportuna alianza con De la Sota, la lealtad de Lavagna y un acuerdo económico-político que se plasmó en la fuerte presencia sindical en los primeros lugares de la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires.
Nadie sabe a ciencia cierta qué harán con su boleta presidencial los intendentes que se quedaron en el FR. Conocedor como pocos de lo que significa ser un intendente en el GBA, pocos días después de las PASO dio libertad de acción a los jefes locales. Lo que, traducido, significa permitirles resignar su propia boleta a presidente por la de Macri o Scioli, según el caso. Jesús Cariglino en Malvinas y Joaquín de la Torre en San Miguel son dos de los tantos ejemplos.
Su apuesta de mínima es ubicarse por encima del 20%. La de máxima, llegar al ballotage. Siente que ésta era "su" elección y que errores propios y decisiones equivocadas de los demás lo terminaron relegando.
Se consuela, con razón, pensando que es mucho más joven que Macri y Scioli. Y que tiene todo el futuro por delante. Pero también es consciente de que el peronismo, su lugar de pertenencia, no sigue a los perdedores.
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