Daniel Scioli no sólo se encuentra ante la posibilidad de ser presidente de la Nación. El candidato del Frente para la Victoria podría convertirse en una suerte de recordman de la política, un mandatario "distinto" si en las próximas horas es consagrado para suceder a Cristina Kirchner en la Casa Rosada.
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Al menos desde el retorno a la democracia en 1983, es el único potencial presidente que viene del deporte (la motonáutica), más allá del interregno como empresario. También sería el primer político no abogado y de origen italiano en desembarcar en la Casa Rosada. Igualmente, el primer mandatario que padece alguna discapacidad física a partir de la pérdida de su brazo derecho, en una suerte de representatividad de las minorías.
Con sólo 18 años en la política (ingresó a los 40 al Partido Justicialista de la mano de la funcionaria Claudia Bello, que lo dejó bajo el padrinazgo del entonces presidente Carlos Menem) Scioli también podría sortear otro mito de la política vernácula: ningún gobernador de la provincia de Buenos Aires logró ser Presidente de la Nación elegido por el voto popular.
De los 49 presidentes en un siglo y medio de historia argentina, ninguno fue gobernador bonaerense. Eduardo Duhalde intentó en 2002 eludir esa muralla y llegó al sillón de Rivadavia a través de un acuerdo político en plena crisis institucional, pero nadie lo votó y venía de perder precisamente con quien renunció a la presidencia, el radical Fernando de la Rúa.
Scioli quiere acabar con el mito de que ningún gobernador bonaerense puede llegar a presidente
Pese a todos los obstáculos, Scioli se considera en su fuero íntimo predestinado a ser presidente. Lo siente. Lo sintió por primera vez cuándo veía como los candidatos se caían frente a sus ojos y nadie quería agarrar la brasa caliente en que la Argentina se había convertido allá por el 2001, cuando se sucedían los eventuales mandatarios como Ramón Puerta, Eduardo Camaño y luego Adolfo Rodríguez Saá, en apenas unas pocas horas.
También lo sintió cerca cuando Néstor Kirchner, siguiendo las sugerencias de Duhalde, lo invitó a ser su vice. Tras el tsunami político que había arrasado a los Ruckauf, a los De la Sota y a todo el radicalismo, Scioli no sólo medía bien sino que era una cara "nueva" y, a los ojos del santacruceño, su incorporación significaba "robarle" un hombre a Menem, quien sería precisamente el rival a vencer en las urnas en 2003.
Sus ansias de hacedor inconsulto, autónomo, provocó en los primeros tiempos de gobierno que Kirchner lo mandara al ostracismo, gota que derramó el vaso cuando Scioli, sin preguntar, aseguró que habría un ajuste de tarifas de los servicios públicos.
Como el Ave Fénix, Scioli sobrevivió a la condena de Kirchner. En verdad, es un sobreviviente: lo hizo como deportista tras perder su brazo en diciembre de 1989, al mes y medio subirse a una lancha para manejar con el izquierdo y tiempo después ganar por primera vez varios campeonatos en la categoría offshore. Lo hizo cuando persuadió hasta el hartazgo al CEO de la firma norteamericana Electrolux para que en plena crisis post-alfonsinista le diera la representación en la Argentina, logrando hacerla rentable y vendiendo la marca y el edificio para apoderarse de varios millones de dólares de ganancia. Lo hizo cuando el menemismo lo convocó para pasarse a la política, aunque antes debía vencer en una interna nada menos que al aparato del PJ con nombres como Eduardo Bauzá, Miguel Angel Toma o Carlos Corach. Lo hizo cuando el menemismo desaparecía. Primero realizó una escala estableciendo un acuerdo electoral con una rama de la Alianza UCR-Frepaso de Fernando de la Rúa y Carlos "Chacho" Álvarez y luego aferrándose al nuevo líder peronista que asomaba, Eduardo Duhalde. Lo hizo para dejar a Duhalde y aceptar el convite de acompañar a Kirchner y luego, encuestas en mano, para saltar de una segura elección como jefe de Gobierno porteño a una gobernación bonaerense, sin dinero y con los hilos manejados desde Balcarce 50.
Nada mejor que un ejemplo futbolero para definir lo que intentará el habitante de Villa La Ñata si llega a la Presidencia. Scioli es como un colaborador de un DT de la selección nacional. Fue colaborador de tres grandes DT (Menem, Duhalde, Kirchner). De los tres aprendió algo. Ahora le toca dirigir a él. De seguro no aplicará ninguna nueva fórmula ni un estilo de juego revolucionario. Aplicará una síntesis de lo que aprendió, de lo que vio, de lo que vivió. ¿Qué resultado dará? Es un interrogante.
Scioli no usa la "fe" y la "esperanza" sólo como un slogan. Su lógica es esa. Básica, despojada, demasiado sencilla para una telaraña como la política.
"El que se calienta pierde", "el tiempo es un gran ordenador", "lo mejor está por venir", son algunos de sus mantras. Sus tres "P" son "prudencia", "paciencia" y "perseverancia". Últimamente , sumó las tres "T" del Papa Francisco: "tierra", "techo" y "trabajo". Eso es Scioli. Simple, racional, esquemático, previsible.
Del candidato del Frente para la Victoria no se escuchará ni citas bibliográficas, ni reflexiones intelectuales, ni discursos fundacionales. Pragmatismo en estado puro. Alguien diría que Scioli es peronista porque el peronismo es pragmatismo, y como Scioli es pragmático.....entonces es peronista.
Su gran desafío, en caso de llegar a la Presidencia es, por primera vez, no formar parte de un proyecto del otro sino ser su propio jefe, de su propio proyecto. Sin filtros, ni responsabilidades compartidas.
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